e martë, 22 janar 2008

IGLESIA SACRAMENTOS, VISIÓN PASTORAL

Iglesia y sacramentos…
Visión pastoral


Modulo #2

SACRAMENTOS DE INICIACION CRISTIANA
BAUTISMO-CONFIRMACIÓN














INSTITUTO DE FORMACION PARA LAICOS
“SAN LUIS BELTRAN”
INPAL

PRESENTACIÓN

Mediante los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) se ponen los fundamentos de toda vida cristiana, pues por medio de ellos se comunican los tesoros abundantes de la vida divina. Desde los tiempos apostólicos, los sacramentos de la Iniciación Cristiana, con sus etapas son el camino válido para ser cristiano.

El Bautismo es pórtico de la vida en el espíritu, el nuevo nacimiento, el sacramento de la fe.

La Confirmación es la fuerza del Espíritu, la plenitud de la gracia bautismal, el sello y marca de identidad cristiana.

La Eucaristía es el manjar de vida eterna, el alimento que culmina la iniciación cristiana, la fuente y cumbre de la vida eclesial, el compendio de la fe.

Aunque no sea sacramento propio de la Iniciación Cristiana, se incluye la primera penitencia que se celebra antes de la primera comunión, porque explicita la misericordia de Dios, el perdón de los pecados y la reconciliación con la Iglesia.

Todos sabemos que el sentido y la gracia de los sacramentos de la Iniciación Cristiana aparecen claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y símbolos, y se comprenden las palabras del rito, los fieles se inician mejor en las riquezas que los sacramentos significan y causan.

I. LA INICIACION CRISTIANA.

Etimológicamente el termino iniciación procede del latín inire, que se traduce como ir hacia adentro o entrar en algo. En la Iglesia católica comenzó a usarse el término de iniciación cristiana solo a mediados del siglo IV para referirse al proceso mediante el cual los creyentes entran en la plenitud de la vida cristiana, incorporándose al misterio de Cristo y de la Iglesia

La iniciación cristiana se entiende como un proceso que supone un cambio trascendental, exige la transmisión de unos conocimientos, se expresa mediante ritos o gestos simbólicos y determina la pertenencia a la comunidad cristiana, por tanto:

• Se trata de un proceso gradual y progresivo, que exige suficiente tiempo para la maduración el fe.
• Se trata de un proceso comunitario que supone una adhesión personal a Jesucristo en su iglesia, por eso se realiza en le seno de una comunidad Cristiana.
• Se trata de un proceso que lleva al conversión: la Palabra de Dios, revelada en Jesús de Nazareth se acepta por la fe y se vive en la práctica diaria.
• Se trata de un proceso ritual enmarcada en una serie de ritos propios.
• Se trata de un proceso que se centra en dos elementos fundamentales: el catequético, de educación en la fe; y el sacramental, de la celebración del Bautismo, la confirmación y la Eucaristía.

Según el catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 212 los sacramentos de iniciación; Bautismo, Confirmación y Eucaristía ponen los fundamentos a la vida cristiana, pues se reciben de Cristo el don para el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural, en efecto los fieles renacidos por el Bautismo, se fortalecen en la confirmación y finalmente son alimentados en la eucaristía con el manjar de vida eterna, reciben cada vez con mas abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección

II. SIGNOS Y SÍMBOLOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA


Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo.


Signos del mundo de los hombres

En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de los signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios.

Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en él las huellas de su Creador. La Luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad.

En cuanto criaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.

Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana, confiriéndoles la dignidad de los signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.


Signos de la Alianza

El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos distintivos que marcan su vida li túrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, signos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza se pueden nombrar la circuncisión, la unción y consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de manos, los sacrificios y sobre todo, la Pascua. La Iglesia ve en estos signos una prefiguración de los sacramentos de la Nueva Alianza.


Signos asumidos por Cristo

En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la creación para dar a conocer los misterios del Reino de Dios. Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos. Da un sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Éxodo y a la Pascua, porque él mismo es el sentido de todos estos signos.


Signos sacramentales

Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de los signos sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino purifican e integran toda la riqueza de los signos y de los símbolos del cosmos y de la vida social. Aún más, cumplen los tipos y las figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del cielo.


Signos de los sacramentos de iniciación.

Bautismo
• Señal de la cruz en la frente
• Óleo de los catecúmenos
• Agua
• Vestidura blanca
• Luz

Confirmación
• Imposición de las manos
• Crismación
III. SACRAMENTO DEL BAUTISMO


Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón al rito central en razón al cual se celebra; bautizar, baptizein (baptizein) en griego, significa sumergir, “Introducir dentro del agua.”




EL BAUTISMO, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY

Es dogma de fe que el bautismo es un verdadero sacramento de la Nueva Ley instituido por Jesucristo.

Además de la definición dogmática del Concilio de Trento (cfr. Dz. 844), el Papa S. Pío X condenó como herética la siguiente proposición de los modernistas: La comunidad cristiana introdujo la necesidad del bautismo, adoptándolo como rito necesario y ligando a él las obligaciones de la profesión cristiana''. Los modernistas niegan con esta proposición tanto la institución del bautismo por Cristo como su esencia propia de sacramento verdadero.

En la Sagrada Escritura también se prueba que el bautismo es uno de los sacramentos instituidos por Jesucristo:

a) En el Nuevo Testamento aparecen testimonios tanto de las notas esenciales del sacramento como de su institución por Jesucristo:

- El mismo Señor explica a Nicodemo la esencia y la necesidad de recibir el bautismo: En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos'' (Jn. 3, 3-5);
- Jesucristo da a sus discípulos el encargo de administrar el bautismo (cfr. Jn. 4, 2);
- Ordena a sus Apóstoles que bauticen a todas las gentes: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28, 18-19). Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda creatura. El que creyere y se bautizare, se salvar '' (Mc. 16, 15-16);
- Los Apóstoles, después de haber recibido la fuerza del Espíritu Santo, comenzaron a bautizar: ver Hechos 2, 38 y 41.

b) En el Antiguo Testamento aparecen ya figuras del bautismo, es decir, hechos o palabras que, de un modo velado, anuncian aquella realidad que de modo pleno se verificar en los siglos venideros.

Son figuras del bautismo, según la doctrina de los Apóstoles y de los Padres, la circuncisión (cfr. Col. 2, llss.), el paso del Mar Rojo (cfr. I Cor. 10, 12), el Diluvio Universal (I Pe. 3, 20ss.). En Ez. 36, 25, hallamos una profecía formal del bautismo: Esparcir‚ sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiar‚. Is. 1, 16ss.; 4, 4; Zac. 13, 1; etc.

Además, el bautismo que confería San Juan Bautista antes del inicio de la vida pública de Jesucristo, fue una preparación inmediata para el bautismo que Cristo instituiría (Mt. 3, 11). El bautismo de Juan, sin embargo, no confería la gracia, tan sólo disponía a ella moviendo a la penitencia.
Sobre el momento de institución, Santo Tomás de Aquino explica que Jesucristo instituyó el sacramento del bautismo precisamente cuando fue bautizado por Juan (Mt. 3, 13ss.), al ser entonces santificada el agua y haber recibido la fuerza santificante. La obligación de recibirlo la estableció después de su muerte (Mc. 16, 15, )


EL BAUTISMO EN LA SAGRADA ESCRITURA.


Antiguo Testamento.

Este sacramento ya estaba prefigurado en el AT, los cristianos escudriñaron las Sagradas Escrituras para buscar en ellas el don maravilloso del bautismo, en relación con el bautismo, el Génesis y el Éxodo son objeto de una reinterpretación simbólica siempre en torno a los relatos centrados en el agua, para encontrar en ellos tipos o figuras bautismales. He aquí los textos más significativos.

Gén 1,1-2: Las aguas primitivas sobre las que reposa el espíritu Divino para fecundarlas, simbolizan las aguas bautismales en las que el mismo Espíritu opera regeneración o nueva creación (Tit 3,5)

Gn 2, 10-14: Los ríos del paraíso expresión de la bendición Divina, simbolizan igualmente las aguas del bautismo que permite al ser humano liberarse del pecado y volver al paraíso de la amistad con Dios.

Gn 7-8: Noe salvado de las aguas del diluvio en el arca, simboliza al cristiano salvado del pecado por el agua del bautismo en el arca de la Iglesia (Pd 3, 20-21). La paloma anuncia el fin del castigo divino es figura del Espíritu que desciende sobre Jesús en el bautismo y da la fuerza a los nuevos Cristianos .

Gn 17: La promesa de Abraham y la circuncisión, sello de su alianza con Yahvé y del nuevo pueblo de Dios, prefiguran los sacramentos Cristianos (Bautismo y confirmación) que nos sellan en el Espíritu como hijos y mienbros de un pueblo elegido, la Iglesia (Rm 2, 29; Gal 3,26-29)

Ex 14, El paso del mar Rojo es por exelencia la figura del bautismo cristiano, en cuyas aguas somos liberados del mal e incorporados a Cristo (1Cor 10, 1-6)

Ex 15, 25 y 17, 1ss: El agua que Yahvé da a beber a su pueblo en el desierto es tambíen figura del agua bautismal.

b) Nuevo Testamento

Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3, 21-22; Jn 1,19-34: El bautismo de Jesús es un misterio, un hecho histórico pero cargado de contenido teológico; ya que no se bautizo para ser el Mesías o el hijo de Dios, pues el lo era desde nacimiento. A la luz de los evangelios se pueden discernir tres razones:
- Quiso ser bautizado para Manifestar su acuerdo y comunión con la línea profética de Juan el bautista, con su mensaje de conversión, la crítica a la falsa religiosidad.
- Quiso ser bautizado para manifestar su comunión y compromiso con su pueblo pobre, pecador y necesitado de la liberación. Jesús no es pecador pero se siente solidario con los pecados del pueblo. Es el siervo de Yahvé capaz de cargar con esos pesados pecados y redimirlos con sus sufrimientos (Is 53,5).
- Quiso ser bautizado para manifestar su condición de Mesias, asumida personalmente y aparecer públicamente ante el pueblo al que era enviado.

Mt 28, 18-19: En el mandato misionero de Jesús se pone en claro la misión de la Iglesia de hacer discípulos para Cristo y bautizarlos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hch 8, 35: El bautismo del etiope por parte de Felipe, este relato explica que el bautismo del agua precede al anuncio de la buena nueva, preparándolo para la acción del Espíritu Santo, con el bautismo del etiope se manifiesta también el gran acontecimiento de la admisión de los paganos al bautismo.

Hch 10, 1-11: se narra la conversión y bautismo de Cornelio y su familia, dando por conclusión que el bautismo cristiano es de agua y en el Espíritu; no se puede negar el bautismo del agua a quien por fe ha recibido el espíritu Santo.


NATURALEZA DEL BAUTISMO.

En cuanto a la institución del Bautismo el Concilio de Trento afirma que hay dos momentos: institución y mandato de administrarlo. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "en su Pascua Cristo abrió a todos los hombres las puertas de su Bautismo."

En general, hay consenso en que Cristo instituyó el Bautismo aunque hay diferencias sobre en qué momento y de qué manera. Un buen número de teólogos considera que fue instituido en el momento del bautismo de Cristo en el Jordán porque allí el Señor da al agua la virtud de santificar y porque allí se hace patente que la fuente de la regeneración bautismal es la Santísima Trinidad, que nos hace hijos de Dios y herederos del Cielo.

La promulgación de su obligatoriedad universal tuvo lugar después de la Resurrección: "Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt 28,19).

La materia remota del Bautismo es el agua verdadera y natural, y para que la celebración sea lícita debe estar bendecida.

La materia próxima es la ablución. Hay dos ritos que la Iglesia ha aceptado: infusión e inmersión.

La forma de este sacramento son las palabras: “N.N. Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.



EFECTOS DEL BAUTISMO

a. Efectos santificadores:

- El Bautismo es un nacimiento espiritual que nos incorpora a Cristo y conlleva una participación de la naturaleza divina por la que somos hechos hijos de Dios en Cristo.

- Imprime carácter, con el que el bautizado queda constituido en la condición de fiel cristiano y recibe, y es capaz de oír, la llamada a la santidad. Hace partícipe al hombre del oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo.

- Nos infunde la gracia santificante, las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Nos concede, asimismo, una gracia sacramental específica.

b) Efectos purificadores:

- Perdona todos los pecados, tanto el original como los actuales.

- Remite todas las penas, tanto las temporales como las eternas, debidas a los pecados.


¿ES UNA NECESIDAD EL BAUTISMO?

El Bautismo es necesario, con necesidad de medio, para la salvación eterna (Jn 3,5). También hay una necesidad de precepto, cuando Jesús dice: "Id y enseñad a todas las gentes y el que crea y se bautice se salvará" (Mc 16, 16). Sin embargo, el Bautismo de agua puede suplirse en cuanto a su principal efecto, es decir, en cuanto a la gracia santificante: a) por el bautismo de sangre en los adultos y niños; b) por el bautismo de deseo, en los adultos. El bautismo de deseo es el anhelo explícito o implícito de recibir el Bautismo. El bautismo de sangre se refiere a la muerte soportada con caridad por defender la fe o alguna virtud cristiana.

MINISTRO

El ministro del Bautismo es el sacerdote, a quien de oficio compete bautizar; también el diácono puede administrar el Bautismo solemne (como ministro ordinario). Pero en caso de peligro de muerte, cualquier persona puede bautizar, con tal que guarde la forma establecida por la Iglesia y tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia (actuaría como ministro extraordinario).

SUJETO

Toda persona viva, adulto o niño, que no haya sido bautizado antes válidamente, es sujeto capaz de recibir el Bautismo.

En el caso de los niños, la fe, necesaria para la licitud del Bautismo, es prestada por la Iglesia a través de los padres y padrinos.

En el caso de los adultos, se requiere la intención - al menos habitual - para recibirlo válidamente; y la fe y el rechazo expreso de todo afecto al pecado con propósito de no volverlo a cometer, para su licitud.



EL SIGNO EXTERNO DEL BAUTISMO

La materia
La materia del bautismo es el agua natural (de fe, Concilio. de Florencia, Dz. 696).

Las pruebas son:
1. Sagrada Escritura: lo dispuso el mismo Cristo (Jn. 3, 5: quien no naciere del agua... ) y así lo practicaron los apóstoles (Hechos 8, 38; llegados donde había agua, Felipe lo bautizó...; Hechos 10, 44-48).

2. Magisterio de la Iglesia: lo definió el Concilio de Trento: si alguno dijere que el agua verdadera y natural no es necesaria para el bautismo... sea anatema (Dz. 858).

Trento hizo esta definición contra la doctrina de Lutero, que juzgaba lícito emplear cualquier líquido apto para realizar una ablución. Otros textos del Magisterio: Dz. 412, 447, 696. Sería materia inválida, por ejemplo, el vino, el jugo de frutas, la tinta, el lodo, la cerveza, la saliva, el sudor y, en general, todo aquello que no sea agua verdadera y natural.

3. La razón teológica encuentra además los siguientes argumentos de conveniencia para emplear el agua:
- el agua lava el cuerpo; luego, es muy apta para el bautismo, que lava el alma de los pecados;
- el bautismo es el más necesario de todos los sacramentos: convenía, por lo mismo, que su materia fuera fácil de hallar en cualquier parte: agua natural (cfr. S. Th. III, q. 66, a. 3).

La ablución del bautizado puede hacerse ya sea por infusión (derramando agua sobre la cabeza) o por inmersión (sumergiendo totalmente al bautizado en el agua):

"El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo a las normas de la Conferencia Episcopal" (CIC. c. 854).
Para que el bautismo sea válido:
a) debe derramarse el agua al mismo tiempo que se pronuncian las palabras de la forma;
b) el agua debe resbalar o correr sobre la cabeza, tal que se verifique un lavado efectivo (en caso de necesidad p. ej., bautismo de un feto bastaría derramar el agua sobre cualquier parte del cuerpo).


b) La forma

La forma del bautismo son las palabras del que lo administra, las cuales acompañan y determinan la ablución. Esas palabras son: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

Esta fórmula expresa las cinco cosas esenciales:
1. La persona que bautiza (ministro): Yo
2. La persona bautizada (sujeto): te
3. La acción de bautizar, el lavado: bautizo
4. La unidad de la divina naturaleza: en el nombre (en singular; no ‘en los nombres', lo que sería erróneo)
5. La distinción de las tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.


EL CARÁCTER

Es dogma de fe que los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal no solo confieren la gracia, sino también imprimen carácter en el alma, es decir, un cierto signo espiritual e indeleble en virtud del cual el cristiano se distingue del que no lo es, queda habilitado para el culto e incorporado a Cristo y a la Iglesia. Por razón del carácter estos sacramentos no se pueden repetir. (Concilios de Florencia y de Trento)

El carácter es distinto de la gracia, pero dispone a recibirla. A diferencia de la gracia, el carácter nunca se pierde por el pecado. Son separables, pero no independientes, pues para realizar dignamente las acciones para las que habilita el carácter, se requiere la gracia. Por eso, el carácter es una disposición para la gracia. Cuando se pierde la gracia, el carácter permite recuperarla y urge esa recuperación.

Santo Tomás afirma que el carácter es una cualidad (que adviene a un ser constituido y, por lo tanto, no puede ser una sustancia) y, dentro de que es una cualidad, dice que es una potencia porque es una capacidad para algo. Cuando Dios nos imprime el carácter lo que hace es regalarnos una capacidad (potencia, poder) que nos permite realizar actos que otros no pueden; en concreto, para realizar el culto que agrada a Dios.

Como el carácter capacita para el culto y el culto cristiano deriva del sacerdocio de Cristo, el carácter es una participación, en mayor o menor grado, de ese sacerdocio. Esto tiene como consecuencia que el carácter sea indeleble ya que el sacerdocio de Cristo no pasa.


EL BAUTISMO NOS HACE HERMANOS DE JESÚS

Ser bautizado es como nacer de nuevo. Es comenzar una vida nueva.

San Pablo decía a los primeros cristianos que es como estar injertados en Jesús. Cuando un brotecito es injertado sobre el tronco de otra planta comienza a crecer con la savia y la vida del tronco.

Así debe suceder con el bautizado. Es una persona injertada en Jesús, para que viva como y con El la misma Vida de Dios. ~ bautizados han unido su existencia con la de Cristo en una vida. que trata de imitar la de El. Desde el momento del Bautismo el camino de Jesús es nuestro camino, su historia es nuestra historia. Llevamos su nombre: somos cristianos.

Por el Bautismo fuimos sepultados Cristo en el muerte, para que así como El resucitó, también nosotros llevemos una Vida nueva (Rom.6,4) que desembocará una vez definitivamente en la felicidad completa.


EL BAUTISMO NOS HACE HIJOS ADOPTIVOS DE DIOS

Convirtiéndonos en hermanos de su propio Hijo Jesucristo, Dios también quiere "adoptarnos" como hijos suyos. De esta manera nos devuelve la amistad que se había perdido con la soberbia de Adán y Eva, que pensaron que podían prescindir de Dios.

Atrayéndonos hacia si Dios restablece los lasos de amor entre El y el hombre, cons­truye un nuevo puente sobre el abismo que el hombre ha creado rechazando a Dios: "Nos quita el pecado original". Nos hace herederos de la vida eterna.

EL BAUTISMO NOS HACE MIEMBROS DE LA IGLESIA

Por el Bautismo Dios nos llama a emprender JUNTOS la marcha hacia El. Nos hace hermanos en la gran Familia de Dios para que nos ayudemos y alentemos cuando un compañero está en peligro de cansarse y quedarse fatigado al lado del camino.

El Bautismo es la PUERTA DE ENTRADA EN LA FAMILIA DE DIOS, LA IGLESIA. Cuando entramos en una sociedad o club, se nos dan una célula que significa dos cosas: que la sociedad me acepta a mí y que yo acepto a la sociedad a la que ingreso.

El Bautismo es una señal de aceptación mutua: La Iglesia recibe al que se bautiza y éste acepta a la Iglesia. Es un compromiso mutuo: La Iglesia me ayuda a alcanzar la meta de mi vida y yo me comprometo a vivir siempre y en todas partes como miembro activo de ese Pueblo de Dios. Registrar a alguien en el libro de los bautizados es la confirmación escrita de que el bautizado pertenece a la comunidad de la Iglesia, al Pueblo de Dios. El Bautismo vincula a todos los que lo reciben a la Iglesia que es ante todo comunidad de hermanos que:

* Creen en Dios como Padre.
* Aceptan a Jesucristo como modelo de su vida, Salvador y Señor del mundo
* Se comprometen a ser luz del mundo y sal de la tierra, impulsados por el Espíritu Santo.


LOS SIGNOS BAUTISMALES

La Señal De La Cruz.

Para nosotros los cristianos la cruz tiene un gran valor; es signo de triunfo y victoria porque en ella murió Jesús para salvarnos de la muerte y del pecado.

AI inicio de la ceremonia del Bautismo, el sacerdote traza una cruz sobre la frente de la criatura e invita a los padres, padri­nos y familiares a hacer lo mismo. Es un gesto y una señal que quiere marcar profundamente la vida que comienza.

Es ponernos en manos de Dios y recordarle a El que somos cosa suya; que no nos abandone, que nos proteja y defienda.

La señal de la cruz es distintivo del cristiano:

• Es recuerdo de la Pasión de Cristo que nos salva;
• Es oración cada vez que la hacemos;
• Es invocación al poder de Dios que nos protege;
• Es acto de fe en Dios Uno y Trino.
• Es señal de Su presencia en nuestro hogar.

Los cristianos no debemos quitarle a la cruz todo su sentido religioso y profundo, convirtiéndola en un mero "adorno" y nada más; sino acompañarla con el testimonio de nuestra vida cristiana...


El Óleo De Los Catecúmenos

Con el óleo de los catecúmenos se hace la unción en el pecho como símbolo de la protección de Cristo y de las arduas luchas espirituales que el cristiano ha de librar para serle fiel.

En los tiempos antiguos era muy popular la lucha libre. Los atletas se ungían no sólo para tener más vigor sino también para que el enemigo al querer atraparlo y sujetarlo encontrase más dificultad, pues el aceite hace resbalar más fácilmente los miembros del cuerpo y desprenderse del adversario. Así el bautizado debe saber escurrirse a sus adversarios espirituales. "Has sido ungido como un atleta de Cristo. Tú luchas en el mundo pero eres coronado por Cristo"(San Ambrosio).

El Agua

Dice Jesús “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).

“Hemos sido sumergidos con Cristo en su muerte .. para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.” (cfr. Rom 6, 3-11)

La palabra “bautismo” significa “inmersión” “baño”, “zambullida” .. En la antigüedad el bautismo era realmente así, total. El adulto que se bautizaba entraba en una piscina donde se sumergía por completo. En la actualidad, general, es por infusión, se derrama agua sobre la cabeza.

¿POR QUE EL AGUA? Porque el agua es el gran símbolo de la vida y de la muerte de los hombres.
El simbolismo del agua en el Antiguo testamento puede resumirse en:
• Don de Dios: En Gn 1,6-10 aparece Yahvé como creador de la aguas de arriba y de las de abajo como un regalo para su pueblo. El salmo104 explica el dominio divino sobre las aguas; Dios las creó, les señaló su lugar, las hace brotar…
• Signo de bendición divina: para quienes sirven fielmente a Yahvé (Gn 27,28), cuando el pueblo es fiel Yahvé abre los cielos para dar la lluvia a su tiempo, cuando se aparte del Señor sufre el castigo de la sequía (Dt 28,23: Am 4,7)
• Signo de vida: El desierto seco donde los animales y los hombres mueren de sed significan la lejanía de Dios, cuando mana agua por el contrario Dios se hace presente como el Señor y dador de vida (Ex 17,5ss)
• Signo de muerte: también tiene un sentido negativo porque destruye y ahoga; el diluvio y el desbordamiento son signos del poder maléfico de las aguas (Gn 11ss; Jer 47,2), el mar era llamado el abismo donde habitaban los monstruos enemigos de Dios y del hombre.
• Signo de salvación: Yahvé ahoga en ella a los enemigos de Israel (Ex 14) para dar la salvación a su pueblo.
• Signo de purificación: El agua quita las impurezas que tiene un cuerpo, lavarse las manos para los Judíos es un esfuerzo por mantener el corazón limpio (salmo26).
• Signo del Mesías: en los últimos tiempos, tiempos mesiánicos, Dios derramara un agua pura capaz de purificas al hombre de sus inmundicias e idolatrías (Ez 36,25-26)

El agua nos recuerda muchas cosas:

Del agua nace toda la vida: las semillas, las plantas, las flores, los animales, nosotros mismos; la necesitamos imprescindiblemente para nacer y vivir.

Pero el agua también mata y destru­ye. Ahoga, inunda, arrasa con sus olas o los ríos desbordados. Y el Bautismo destruye el pecado y la maldad que hay en nosotros; lava y purifica, el agua une y separa. Separa dos orillas, pero también las une para que los barcos puedan ir de una a otra. Y el Bautismo es una travesía: Hay que sumergirse en las aguas para salir distintos; pasamos del reino del demonio al Reino de Dios. Durante la ceremonia hacemos esa travesía por el templo para acercar­nos al altar de Dios.
El Santo Crisma

Con el Santo Crisma (aceite mezclado con bálsamo) el sacerdote unge la frente del bautizado.

El aceite penetra profundamente en los tejidos, en la madera, en el papel ... Por eso, en la antigüedad se consagraba con aceite a los reyes, a los sacerdotes, a los profetas, a las cosas dedicadas a Dios.

El Santo Crisma significa esa marca imbo­rrable que llevamos en nuestro corazón, por la que hemos sido consagrados a Dios en forma definitiva, para ser sus hijos.

El signo del crisma expresa nuestra identi­ficación con Cristo Sacerdote, Profeta y Rey por excelencia. El celebrante unge al bautizado “con el crisma de la salvación, para que, permaneciendo unido a Cristo Sacerdote, Profeta y Rey viva eternamente.”


La vestidura Blanca

La vestidura blanca nos recuerda que ahora, el bautizado comienza a ser distinto: ha sido purificado por el agua, tiene en sí la Gracia, la misma Vida de Dios.

La blancura simboliza la pureza del alma, propiedad de los santos purificados de sus pecados, blanqueados en la sangre dei Cor­dero. "Vi aparecer una gran multitud, que nadie podrá contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua. Estaban de pie delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos."(Apocalipsis). La vestidura blanca es la del banquete de bodas, necesaria para poder participar del Banquete del Padre-Dios: ahora en el ban­quete de la Eucaristía y más tarde en el Banquete del Reino, al que todos estamos invitados.


La Vela Encendida

La vela que se enciende desde el Cirio Pascual es símbolo de la Fe en Jesucristo Resucitado, Luz del Mundo, que ilumina toda la vida cristiana, para que conozca a Jesús y a su doctrina, e ilu­mine con ella a los demás hombres.

Dice Jesús: “Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas” ...y también: “Ustedes son la luz del mundo.”

En los primeros siglos se hablaba del Bautismo como de una «Iluminación». La vida nueva que el Espíritu dio a Cristo en la Resurrección (cirio pascual) se transmite ahora a cada uno de los bautizados (cirio personal).

En la Vigilia pascual todos los años encendemos nuestro cirio en el cirio pascual, que lo mantendremos encendido durante la renovación de las promesas de nuestro Bautismo y la profesión de fe. «Por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo en el Bautismo, para que vivamos una vida nueva» (Monición para la renovación de las promesas bautismales).

El cristiano, desde su bautismo, es apto para escuchar la Palabra de Dios, y es deber suyo proclamarla. La Iglesia se edifica y crece escuchando la Palabra de Dios. La comunidad cristiana, ante todo, escucha esa Palabra de Dios, dejándose evangelizar por ella. Luego, la predica a la humanidad, dando testimonio de ella. De esta manera, la comunidad evangelizada, se convierte al mismo tiempo en evangelizadora. De creyente, en testigo misionero.

Y el cristiano celebra esta Palabra en la liturgia, dejándose iluminar y alimentar continuamente por ella. A la proclamación de la Palabra la comunidad cristiana responde con una audición llena de fe, dejándose interpelar por el Dios que le habla y traducir lo que ha escuchado en la realidad de la vida diaria. Y todo ello, «para alabanza y gloria de Dios Padre».


LOS PADRINOS DEL BAUTISMO

Padrinos son las personas designadas por los padres del niño -o por el bautizado, si es adulto-, para hacer en su nombre la profesión de fe, y que procuran que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones del mismo (CIC, c. 872).

La legislación de la Iglesia en torno a los padrinos del bautismo estipula que:

• Ha de tenerse un solo padrino o una madrina, o uno y una (CIC, c. 873);
• Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

- tenga intención y capacidad de desempeñar esta misión;
- haya cumplido 16 años;
- sea católico, esté confirmado, haya recibido el sacramento de la Eucaristía y lleve una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir;
- no esté afectado por una pena canónica;
- no sea el padre o la madre de quien se bautiza (cfr. CIC, c. 874 & 1).


IV. EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN


LA CONFIRMACION, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY

Este sacramento, como todos los otros, fue instituido por Jesucristo, pues sólo Dios puede vincular la gracia a un signo externo. Sin embargo, no consta en la Sagrada Escritura el momento preciso de la institución, aunque repetidas predicciones de los profetas relativas a una amplia difusión del Espíritu divino en los tiempos mesiánicos (cfr. Is. 58, 11; Ez. 47, 1; Joel 2, 28, etc.), el reiterado anuncio por parte de Cristo de una nueva venida del Espíritu Santo para completar su obra, y la misma acción de los Apóstoles hacen constar la institución de un sacramento distinto del bautismo.

Así, por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles nos refieren que, habiendo sido enviados Pedro y Juan a los samaritanos, hicieron oración por ellos a fin de que recibiesen el Espíritu Santo porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo (Hechos 8, 14; véase también Hechos 19, 6; Heb. 6, 2; etc.). Es claro que, desde el primer momento de la predicación apostólica, se confería este sacramento, instituido por Jesucristo.

Por no aparecer explícitamente el momento de la institución de la confirmación, los protestantes rechazaron este sacramento como carente de fundamento bíblico. Contra ellos, el Concilio de Trento hizo la siguiente declaración: Si alguno dijere que la confirmación de los bautizados es ceremonia ociosa y no verdadero y propio sacramento, sea anatema (Dz. 871). Santo Tomás enseña que Cristo instituyó el sacramento prometiendo que se verificaría luego de su Resurrección y Ascensión a los cielos, esto es, después que el Espíritu Santo viniera sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, pues sólo entonces recibirían la plenitud del Espíritu (cfr. S. Th. III, q. 72, a. 1, ad. 1).


NOCION

La confirmación es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras (Catecismo, 1316).

Por implicar perfección y consumación de la gracia y el carácter del bautismo, este sacramento forma parte de la iniciación cristiana. Confirmar significa afirmar o consolidar, y por ello la confirmación lleva a su plenitud lo que en el bautismo era sólo inicio. Particularmente luego de la recepción de este sacramento, la misión del cristiano ser más activa que pasiva, en consideración de dicha plenitud: misión eminentemente apostólica, donde se continúa de algún modo la gracia de Pentecostés.
Por esta razón, sólo los confirmados pueden ser padrinos de bautismo, o recibir las sagradas órdenes.

La confirmación es para nosotros lo que Pentecostés fue para los Apóstoles.

Luego de haber dado Jesucristo el Espíritu Santo a los Apóstoles (cfr. Jn. 20, 22), éstos permanecían tímidos, ignorantes e imperfectos. Dios procede por grados en la comunicación de sus dones. Los Apóstoles tenían ya el Espíritu Santo, pero no habían recibido aún la fortaleza para confesar la fe y transmitirla: ésta la recibieron el día de Pentecostés. También nosotros recibimos por primera vez al Espíritu Santo en el bautismo, recibiendo luego, la plenitud de sus dones, en la confirmación.


EL SIGNO EXTERNO DE LA CONFIRMACION

Al administrar la confirmación, la Iglesia repite esencialmente la sencilla ceremonia que relatan los Hechos de los Apóstoles (19, 1 a 6), añadiendo algunos ritos que hacen más comprensible la recepción del Espíritu Santo y los efectos sobrenaturales que produce en el alma.

Así lo expresa, por ejemplo, la siguiente oración que antecede a las palabras de la forma: Oremos, hermanos, a Dios Padre Todo poderoso, y pidámosle que derrame el Espíritu Santo sobre estos hijos de adopción, que renacieron ya a la vida eterna en el bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones, los consagre con su unción espiritual, y haga de ellos imagen perfecta de Jesucristo.


a) La materia

La materia de la confirmación es la unción con el crisma en la frente, a la que se añade la imposición de las manos del Obispo.

Por crisma se entiende la mezcla de aceite de oliva y de bálsamo, consagrada por el obispo el día de Jueves Santo. Se entiende por bálsamo el líquido aromático que fluye de ciertos árboles y que, después de quedar espesado por la acción del aire, contiene aceite esencial, resina y ácido benzoico o cinámico.

Así como la materia del bautismo el -agua- significa su efecto propio -lavado-, la materia de la confirmación aceite, usado desde la antigüedad para fortalecer los músculos de los gladiadores, es símbolo de fuerza y plenitud. El confirmado podrá con el sacramento cumplir con valentía su misión apostólica. El bálsamo, que perfuma el aceite y lo libra de la corrupción, denota el buen olor de la virtud y la preservación de los vicios.

El rito esencial es la crismación en la frente, no la imposición de las manos (cfr. AAS 64 (1972), p. 526).

b) La forma

La forma de la confirmación consiste en las palabras que acompañan a la imposición individual de las manos, imposición que va unida a la unción en la frente.

El Ordo Confirmationis (22-VIII-71) indica que las palabras son: "Recibe el signo del Don del Espíritu Santo".
Lo mismo que al soldado se le dan las armas que debe llevar en la batalla, así al confirmado se le signa con la señal de la cruz en la frente, para significar que el arma con que ha de luchar es la cruz, llevada no sólo en su mano o sobre su pecho, sino sobre todo en su propia vida y conducta.


EFECTOS DE LA CONFIRMACION

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés (Catecismo, 1302).

Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:

- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir ‘Abb , Padre’ (Rm. 8,15);
- nos une más firmemente a Cristo;
- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia;
- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (Id., n. 1303).

Otro efecto de la confirmación es que imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el ‘carácter’, que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cfr. Lc. 24, 48-49) (Id., n. 1304).

El ‘carácter’ perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el Bautismo, y el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi ex officio) (Id., n. 1305).


¿EXISTE NECESIDAD DE RECIBIR EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION?

Ya se explicó que el bautismo es el único sacramento absolutamente necesario para la salvación. La confirmación, pues, ser necesaria sólo de modo relativo; es decir, que se requiere no absolutamente para salvarse, sino sólo para llegar a vivir con plenitud la vida cristiana.

El derecho vigente prescribe a todos los fieles la obligación de confirmarse en el tiempo oportuno (cfr. CIC, c. 890), por lo que, si se dejara de recibir por menosprecio o negligencia, se pecaría gravemente (cfr. Conc. de Constanza, Dz. 669).

EL MINISTRO

"El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente este sacramento el presbítero dotado de facultad por el derecho común o concesión peculiar de la autoridad competente" (CIC, c. 882).

Magisterio de la Iglesia, cfr. Dz. 419, 424, 465, 572, 608, 697, 873 y 2147; CIC, n. 1313.
Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero debe darle la Confirmación (cfr. CIC, can. 883, 3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la m s tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo (Catecismo, n. 1314).


EL SUJETO

El sujeto de la confirmación es todo bautizado que no haya sido confirmado.

También los niños pueden recibir válidamente este sacramento y, si se hallan en peligro de muerte, se les debe administrar la confirmación.

Aunque el niño bautizado que aún no llega al uso de razón se salvaría sin confirmarse, la conveniencia de recibir este sacramento resulta de la infusión de un estado más elevado de gracia, al que corresponde un estado más elevado de gloria (cfr. S. Th. III, q. 72, a. 8, ad. 4).
Ahora bien, considerando el fin de este sacramento convertir al bautizado en esforzado testigo de Cristo es más conveniente administrarlo cuando el niño ha llegado al uso de razón, es decir hacia los siete años de edad (cfr. CIC, c. 891).
Para que el confirmado con uso de razón reciba lícitamente el sacramento, ha de estar convenientemente instruido, en estado de gracia, y ha de ser capaz de renovar las promesas del bautismo.

La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzar por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo (Catecismo, n. 1309).


SIGNOS SACRAMENTALES DE LA CONFIRMACIÓN

Imposición de las manos sobre los confirmados

La imposición de las manos es uno de los gestos más repetidos en la Biblia y en la liturgia sacramental cristiana para significar la transmisión de poderes, la bendición, el perdón o la identificación de una persona. Su sentido queda concretado por las palabras que acompañan al signo en cada caso. «Yo te absuelvo de tus pecados» en el Sacramento de la Penitencia. «Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor», en la Plegaria Eucarística. «... Escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito», en el sacramento de la Confirmación.

Jesús bendice, cura y perdona con el expresivo gesto de la imposición de los manos. La comunidad cristiana lo utiliza para transmitir el Espíritu Santo sobre los bautizados.

En el sacramento de la Confirmación, por la imposición de las manos sobre los confirmandos, hecha por el Obispo y, en su caso, por aquellos sacerdotes que van a ayudar al Obispo en la administración de la confirmación, se actualiza el gesto bíblico, con el que se invoca el don del Espíritu Santo. En la oración que acompaña a esta primera imposición de las manos se pide a «Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo» para estos confirmandos «que regeneraste por el agua y el Espíritu Santo» (alusión al Bautismo) el Espíritu Santo Paráclito, con el espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, y finalmente, «cólmalos del espíritu de tu santo temor». Y la segunda imposición de la mano se hace con la unción del crisma.

Unas manos extendidas hacia una persona y unas palabras que oran. Las manos elevadas, apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre una persona, expresando la aplicación y atribución del don divino a estas criaturas. Por una parte, invocamos humildemente la fuerza de Dios, de quien dependemos, la fuerza del Espíritu Santo. Por otra parte, nos damos cuenta de que los dones de Dios nos vienen en la Iglesia y por la Iglesia.

La Iglesia es siempre el lugar donde florece el Espíritu. La mano poderosa de Dios que bendice, consagra o inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la mano del ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza en este caso sobre los confirmandos. Cuando el ministro realiza este gesto simbólico de la imposición de las manos, se convierte en instrumento de la transmisión misteriosa de la salvación de Dios. Y cuando los confirmandos ven realizada sobre ellos esta acción simbólica, además de alegrarse se sienten interpelados, porque se están asegurando la cercanía de Dios, y que el Espíritu Santo sigue actuando en todo momento como «Señor y dador de vida».


Crisma. Crismación.

El crisma es un ungüento aromático, mezcla de aceite y bálsamo oloroso, con el que se unge o se da masaje.

En el Antiguo Testamento se empleaba la unción para expresar la fuerza que Dios comunicaba a las personas que empezaban una misión para su pueblo: los reyes, como David, los sacerdotes, como Aarón, los profetas, como Eliseo El auténtico Ungido es Jesús de Nazaret. El ha recibido la misión de Mesías, y por eso recibe la unción del Espíritu Santo. Después, los creyentes en Cristo recibimos también la unción del Espíritu.

El crisma lo consagra el Obispo rodeado de su presbiterio en la Misa crismal. «Te pedimos, Señor, que te dignas santificar con tu bendición este óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires y hagas que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el baño espiritual del bautismo. Haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado en que nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa; que, fieles al sentido de la unción, vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas, y que este óleo sea para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo, crisma de salvación y les haga partícipes de la vida eterna y herederos de la gloria celestial.

En la celebración del Bautismo, después de la inmersión o efusión del agua, el celebrante unge con el crisma la coronilla del bautizado, significando su incorporación al sacerdocio de Cristo. «Dios todopoderoso,... te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey».

El sacramento de la Confirmación se confiere mediante la unción del crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras «Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». En Oriente este sacramento se llama «Crismación».
La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de la consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda «el buen olor de Cristo». Por medio de esta unción, el confirmando recibe «la marca», el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona, signo de su autoridad, de su propiedad sobre un objeto, por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor. Autentifica un acto jurídico o un documento y lo hace, si es preciso, secreto. Cristo se declara marcado con el sello de su Padre. El cristiano también está marcado con un sello: «Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» ( 2 Co 1,22). Este sello del Espíritu, marca de la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, indica también la promesa de la protección divina en la prueba escatológica» (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1294-1296).

«Ser crismado es lo mismo que ser Cristo, ser Mesías, ser ungido. Y ser Mesías y ser Cristo comporta la misma misión que el Señor: dar testimonio de la verdad y ser, por el buen olor de las buenas obras, fermento de santidad en el mundo» (Monición antes de la crismación).


LOS PADRINOS DE LA CONFIRMACION

Aun sin ser imprescindible sobre todo si se trata de un adulto, conviene que el confirmado tenga un padrino a quien corresponde procurar que el sujeto se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento (CIC, c. 892).

Las condiciones que ha de reunir el padrino de la confirmación son las mismas que se piden para el padrino de bautismo (ver 2.8). Incluso conviene que sea el mismo que para el bautismo, a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (Catecismo, n. 1311).
A los padrinos les compete con más razón si son los mismos que en el bautismo colaborar en la preparación de los confirmados para recibir el sacramento, y contribuir después con su testimonio y con su palabra a la perseverancia en la fe y en la vida cristiana de sus ahijados.
Su tarea es de suplencia respecto a la obligación primordial de los padres, pero no por eso su misión carece de importancia.


V. REFLEXIÓN PASTORAL DE LOS SACRAMENTOS


¿Cómo es que en nuestro País asistimos continua y tranquilamente a crímenes de toda clase?, ¿Cómo es que nos gloriamos de ser hábiles para robar al Estado, “apropiándonos” dineros que son de la comunidad agudizando así la pobreza colectiva?, ¿Cómo es que planeamos y realizamos asesinatos por cualquier motivo?, ¿Cómo es que aplaudimos la infidelidad en el amor y propiciamos toda clase de practicas sexuales, por el solo calor, sin amor y sin importarnos las consecuencias?. Y los actores, promotores, en su mayoría, son bautizados en la Iglesia Católica y piden otros sacramentos: ¿qué significa esto?, ¿Qué esta pasando?

Tenemos que reconocer que hemos perdido nuestra IDENTIDAD CRISTIANA, que se nos olvido que es ser cristiano en la Iglesia Católica para estar de acuerdo con los usos y costumbres que trae la moda, aunque sean paganos... El concilio Ecuménico Vaticano II, entre 1962 y 1965; nos suplica volver a la fuente de nuestra fe que no es otra cosa que la inefable persona de Jesucristo: ¡CONOCERLO A ÉL ES TODO, LO DEMÁS ES NADA!

En este curso llamado Iglesia, sacramentos, visión pastoral, solo se profundizará el sacramento del Bautismo en su visión pastoral e igualmente se proponen unas reflexiones acerca del sacramento de la Confirmación de acuerdo con el trabajo se ha venido realizando.

Para comprender esta parte, es necesario ir verificando los textos bíblicos indicados, como una lectura meditada y orada para, que al calor de la Sagrada Escritura, “nuestros corazones ardan” (Lc 24,32) y podamos, así gustar la revelación propuesta.

Para empezar: reflexionemos y, ojalá escribamos sobre estas cuatro preguntas:
¿Cuántos y cuales sacramentos he celebrado?
¿Qué recuerdo, si es posible, de cómo fue su preparación?
¿Qué recuerdo de su celebración?
¿De que me han servido en mi vida esos sacramentos?

Pero, ¿Por qué esto que vamos a reflexionar es importante? Porque nos jugamos ahí la razón misma de ser de la Iglesia Católica, porque así podremos comprender la situación en que estamos, y podremos buscar caminos de solución con una evangelización integral; también nos servirá para la renovación de la catequesis, que debe centrarse en la vida sacramental, pero hecha con hondura, y no solo reducida a cosas informativas, como se hace ordinariamente.

De hecho, para muchísimos cristianos la vida sacramental es bastante secundaria. La vida sacramental en los catecismos de hace muchos años, ocupaba muy poco espacio, se basaba en explicar los ritos, que es lo secundario, y de una manera que es totalmente especulativa.

Todos vivimos vida sacramental, ahora lo que queremos es fortalecerla. Pero aquí lo principal es no saber muchas cosas, sino vivirlas, encarnarlas, practicarlas. Este curso es para nosotros mismos, para que vivamos nuestros sacramentos, y para que cuando hagamos pastoral, hablemos de lo que vivimos, esa es la mejor manera de enseñarlos.

Anécdota trágico–cómica: imaginémonos un pueblo pequeño, donde hay jóvenes que estudian bachillerato. Uno de ellos sale a la gran ciudad a estudiar medicina ocho años. Vuelve y les celebran el grado de doctor con gran fiesta. En la mitad de ella una señora le pregunta: “¿En qué universidad estudiaste?”. En ninguna parte, señora, responde el muchacho. No, pero, entonces, ¿el diploma?, “yo no tengo diploma, ni doctorado, ni nada...” entonces: ¿qué es lo que estamos haciendo aquí?, pregunta desorientada la señora...(estaban celebrando el grado sin el grado). Así nos pasa en muchos sacramentos: celebramos la cosa sin la COSA, y los discursos y poesías “al graduado” suenan vacíos, como nuestras explicaciones sobre el aceite, agua, palabras... la cosa no era eso. (¿CUÁL ES LA COSA?).¡Por eso es tan importante estudiar esto!.

¿Qué nos está pasando en la Iglesia Católica? En cuántos sacramentos estamos celebrando la cosa sin la COSA: porque la gente cree que el sacramento es el rito sacramental; ejemplo. ¿Qué celebramos en el rito bautismal?, ¿El bautismo del niño? ¡No!, el Bautismo de los papás!. La Misa de bodas no es todo el sacramento del matrimonio; ahí se celebra el compromiso de vivirlo, sobre el amor que se tienen la pareja, porque ahí empieza el matrimonio; en la Eucaristía se celebra la vida comunitaria de las personas; la simple confesión de los pecados no es el sacramento de la penitencia: ¡DESFASE BRUTAL!
¿Por qué la gente cree que los sacramentos son una realización y explicación de los ritos?, ¿Y que la gracia es una cosa y que el bautismo es echar agua con la formula?. ¿ Por qué se dice que un moribundo debe recibir los sacramentos para que no arriesgue su salvación eterna?, ¿y que el matrimonio es el consentimiento?, ¿Qué es ese desfase tan espantoso?, ¿A qué se debe?.

El cristianismo propiamente, no es una serie de formulas doctrinales, sino el modo de ser hombre, según la voluntad de Dios revelada e n Jesucristo. Teníamos la creencia de que el Cristianismo es una doctrina, dogmas, formulaciones de fe, principios; muchos catecismos se llamaban: “catecismo de doctrina cristiana”. Habíamos aprendido el axioma: “fuera de la Iglesia no hay salvación”, y así la convertimos en un refugio para salvarse cada uno, y llegamos a creer que los sacramentos eran para la salvación de cada uno, entendida esta como lograr llegar al cielo después de la muerte. El Concilio Vaticano II puso las cosas en su puesto cuando nos hace comprender que los sacramentos son para salvar a otros.

Si no hay vida sacramental, todas las doctrinas son vacías, y eso explica mucho nuestro desfase pastoral NO PUEDE HABER PASTORAL SIN ESPIRITUALIDAD Y SIN UNA BUENA TEOLOGÍA BIBLICA. No confundamos el cristianismo en su realidad con las formulaciones doctrinales que lo expresan, porque muchos han llegado a creer que, porque aceptan mentalmente esas verdades, ya son cristianos. La verdad es que, si eso no se traduce en vida, no somos cristianos, aunque aceptemos todas las maravillas del Concilio Vaticano II y todo el magisterio: ellos son una descripción de lo que es el cristianismo, pero no son la misma vida cristiana. La vida sacramental es la manera concreta como Dios despliega su acción creadora de hombres, según la imagen de su hijo Jesucristo.

Esto expresa, que el cristianismo es la forma como Dios quiere crear los seres humanos, es decir que en la persona de Jesús, Dios nos revela cómo él está creando los seres humanos que quiere, y esa es la vida sacramental, por eso el cristianismo, fundamentalmente es Jesucristo, y no sólo puesto como modelo, sino como alguien que se realiza en cada cristiano.

La vida sacramental no es otra cosa que el misterio de Cristo vivo y anunciado en el N.T. en todo lo vivido por la comunidad cristiana. Esto quiere decir que el misterio de Cristo vivo somos todos nosotros (los Bautizados). Porque si Jesucristo no vive en nosotros (1Cor 15,12-20), todo el cristianismo es una farsa, es decir, que si Cristo no esta vivo hoy, el cristianismo es una farsa. ¿Y donde está vivo? Esta vivo habitando en los cristianos. Eso quiere decir que los cristianos somos el Misterio de Cristo vivo. Si Cristo no esta vivo en nosotros, si uno no tiene conciencia de que el Cristo esta vivo en uno, es una farsa anunciarlo, (1Cor 15,13-19), “si Cristo no esta vivo, hemos sido los más miserables la haber sido engañados”; esto quiere decir que si el Cristo esta vivo, para que este vivo, tiene que estar vivo en los cristianos, es que no se ha ido para ninguna parte. Entonces al anunciar el Misterio de Cristo vivo, lo que se transmite no es una información doctrinal sobre Jesucristo, sino su experiencia que acontece y se revela en conductas concretas.

Estamos viendo la cosa del sacramento pero no en cosas (ritos) porque el acontecer de Dios no es cosas, como aceite, plantas, agua, palabras..., sino en las personas, y la materia más la forma de los sacramentos es la celebración de la Cosa, que tiene mucho que ver con la vida de nosotros. Los ritos dicen lo que somos nosotros, Por ejemplo: bautizados, presbíteros, casados... pero lo que somos es la sacra mentalidad, como en el caso de la Encarnación: la divinidad vive en la humanidad de Jesús, y Pablo dice que el modo humano de obrar de Jesús eso es Dios, y cualquier otra persona que sea limpia y proceda así, muestra a Dios, (Res et Sacramentum = la cosa con la COSA).

¿Qué es un sacramento entonces? Es un comportamiento humano que trasparenta la divinidad, como la hermana Teresa de Calcuta, que recogía moribundos todo el día: eso es la claridad de la Divinidad. Así, Jesús es sacramento del Padre por la manera como procedía humanamente.

¿Quién movía a Jesucristo a obrar así? La Divinidad que lo creaba desde dentro. Y así, cualquier ser humano que vuelva sobre si mismo y obre de acuerdo con su Dios, es un sacramento, porque lo que Dios revela en Jesucristo es la manera como él esta creando los seres humanos: ¿Cómo?, viviendo al interior de ellos (Jn 14,21 y 23). Esto se ve por su manera de obrar: sirviendo, siendo humilde, oculto como es Dios y dándose, porque eso es lo propio de Dios.

Lastima que nosotros impidamos que se haga más clara su presencia con nuestras torpezas. Por eso alguien podrá preguntar: ¿Entonces los sacramentos antes no funcionaban?. Claro que sí, porque Dios es tan bueno, que funciona de todas maneras, aunque no lo entendamos, pero ¿no sería mejor ponernos de acuerdo con él para que funcionemos juntos y no dañemos tanto su obra en nosotros y en esta vida nuestra?.

Pero: ¿no dicen que los sacramentos obran “ex opere operato”?,¿Por fuerza del rito? Entonces uno puede no hacer nada y Dios funcionará de todas maneras con un sacramento. El ex opere operato quiere decir: obrando Dios en la obra, actuando Dios en las cosas. El concilio de Trento lo usa para resaltar que la acción de Dios en el hombre es gratuita. Gratuito quiere decir que no tengo que hacer “obras” para que Dios obre así (Ef 2). La gracia no es una cosa. Es la divinidad funcionando gratuitamente. Gracia es un adjetivo, es para hablar del modo de ser de Dios que es gratuito. Este término viene de la experiencia de Pablo al sentir la acción de Dios por Jesucristo en él.

¿Qué es la gratuidad? Veamos: (El Catecismo de la Iglesia Católica Nª 1996).
¿Qué tuvo que hacer San Pablo para tener la revelación de Dios en él (Gal. 1,12;Ef.3,3-5) y comportarse el mismo como Jesús?; ¿Qué hizo para convertirse y ser una transparencia de Cristo? Nada, o tal vez perseguir la Iglesia y abrirse al Señor (Gal. 1,1-11).

La conversión de Pablo es utilizada, como narración, para enseñar lo que no se ve; así las tres narraciones de los Hechos de los Apóstoles (9,1-31; 22,4-21 y 26,6-18) cuentan lo que decían en la Iglesia de Damasco de la conversión de Pablo: que cuando éste iba a perseguir a Jesús resucitado en los cristianos, lo sintió en su interior; y así vemos cómo la conversión es el acontecer del Señor en él; pero presentado en un aparato literario narrativo: que se cae, que vio una luz...(así como la Transfiguración nos habla de la transformación interior del Señor que es capaz de soportar la pasión: Lc 9,28-36). Para saber lo que realmente sucedió a Pablo hay que leer Gal. 1,11-24.

¿Pero en realidad que quiere decir gratuidad? Ejemplo: “si alguno de nosotros le dicen: le voy a regalar un millón de pesos en billetes de $100; le preguntamos: ¿y yo que tengo que hacer?

El otro me responde: ¡Nada! Eso se llama gratuito. Entonces él trae el millón de pesos y me dice: usted no tiene que hacer nada, pero, ¿DÓNDE se lo hecho?, ¡Por lo menos abra el bolsillo o el costal! Eso es lo que hay que hacer para que Dios funcione. Por eso toda la actividad de la vida interior es abrirse, ahí está la vida interior, o sea, que la gratuidad es abrirse, ahí está la vida interior: abriendo espacios, quitando obstáculos, abriendo el “bolsillo”, porque cerrándolo, no hay donde meter la gratuidad (Ef 2,1-10; S Agustín; Lit. Horas; Tomo III; P. 219 y San Ambrosio Tomo III pág.521). Cuanto más dóciles seamos, Dios hará maravillas en nosotros. Ser dócil cuesta mucho por la búsqueda de intereses; por eso la docilidad es la vida interior de los cristianos y un ser espiritual así, resulta muy humillado porque Dios lo pone a servir a sus hermanos agachado: como Jesús, María..., los santos...

O sea, que la vida sacramental funciona si hay una apertura en las personas; cualquier sacramento funciona así, o anula el sacramento: esa es la gratuidad. ¿En que más consiste esta? En que el Padre le da su Espíritu y lo convierte a usted en Jesucristo, para que usted se responsabilice de su hermano, esa es la vida Trinitaria; lo volvió mediador a usted, esa es la gratuidad. La gran oferta de Dios es que participemos de la santidad de Jesús, y estamos cerrados... ¡que lastima!: si nos abrimos, Dios nos hace parecidos a Él: humilde y humillado. Este es el Dios del N.T.

Claro que no faltará quien diga: ¡eso es un problema!, ¡Sí, lo es! A eso venimos a este mundo: a emproblemarnos con mediación, como Jesucristo, ni más ni menos. Y así venimos a ver que en vida sacramental estamos situados en la Trinidad, estamos situados en la Segunda Persona, responsables de mediación como Jesús y por eso, expuestos a todo, como él.

Y al vivir vida sacramental, nos comprometemos en el mismo sacerdocio de Jesús, en todos los sacramentos: porque el Concilio (Luz de los Pueblos Nº. 11), los llama: “ejercicio del sacerdocio común en los sacramentos”; o sea, que los sacramentos son ejercicios sacerdotales. ¡Qué bueno!: Si somos dóciles a la acción de Dios, él se sirve de uno: esa es la vida sacramental: cuando todos los días le decimos al Señor: ¡Dios mío, yo quiero hacer tu voluntad! (Hb.10,9).

Vimos también que el hombre, por ser sensible, necesita signos y símbolos, entonces: ¿Qué es la pastoral del Bautismo y en general, cualquier sacramento?

El acontecer Salvifico testimoniante visible: El acontecer de Dios en la persona, por la encarnación, lo que es la relación Dios–criatura con una relación de inmediatez que transforma personas en hijos (as) de Dios, según la apertura. Por eso decimos que ningún sacramento se recibe sino que Dios los produce desde el interior. El espacio para que eso suceda y sea celebrado a la vez (el rito), Dios obra si nos abrimos, y la liturgia sacramental es un espacio de apertura, por eso pensemos si estamos malogrando la renovación litúrgica al celebrar los sacramentos con tanta rapidez y sin preparación evangelizadora. La celebración sacramental es una toma de conciencia de lo que sucede.
Por eso repetimos tanto: ¿Y que es lo que sucede? Lo que sucede es la acción creadora de Dios en el sujeto que celebra el sacramento y por el cual se esta realizando una acción creadora en él, lo esta volviendo un mediador.

Lo que se busca con la liturgia es que él/ella entienda que se debe abrir, y cual es la mediación a la cual esta obligado con responsabilidad. Ojalá todos los días tomáramos conciencia de nuestra responsabilidad sacramental: ¿a que me llama el Bautismo hoy?, ¿Cual es mi función eucarística? ¿Cuál la penitencia?, ¿Qué función tengo como confirmado? ¿Cómo miembro del orden presbiteral? ¿Cómo casado?: todos son funciones sacerdotales.

Por eso, la vida espiritual sería: tomar conciencia de estas funciones a niveles profundos de conciencia para que sean operativas; esa es la espiritualidad.

Esto es lo que dice del Orden de los Presbíteros el Concilio Vaticano II: Nº. 12, c y 13. La espiritualidad de los presbíteros debe estar basada en tomar conciencia de lo que administran: esa es la vida espiritual de un presbítero; eso es el espíritu en el que vive inundado: que tome conciencia de lo que administra, para que eso se le vaya tan a fondo, que resulte siendo un Jesús mismo, y entonces, la espiritualidad sacerdotal de un cristiano es tomar conciencia de lo que es. ¿Por qué?

Porque la toma de conciencia termina por volverlo a uno eso de lo cual toma conciencia, porque va penetrando el ser; eso es lo propio del ser humano, que se va volviendo las cosas de las cuales toma conciencia, ejemplo, uno se vuelve un justo si sus tomas de conciencia son por ahí, o se vuelve una persona pecadora si sus tomas de conciencia van por otro lado; el que lo pasa pensando que tiene que conseguir dinero “a como de”, termina siendo un billete a cualquier precio: y después lo felicitamos, cuando en realidad se volvió un gran pecador, una cosa: se volvió un montón de dinero, o “todo por la plata”, o un montón de poder, un montón de ambición de colecciones de cosas: billetes, animales... uno se vuelve eso: cerámicas... (CEC. Nº. 2558-2865).

La Celebración Litúrgica Eclesial como espacio del acontecer Salvifico y como profesión de fe. Es para comunicar algo, o sea un lenguaje celebrativo de un acontecer histórico que a la vez dispone el mismo acontecer. La liturgia tiene signos que son cósmicos y dispone a entrar en relación con el acontecer de Dios. Especialmente el ministro es signo.

La liturgia es una celebración sacramental de Esa unión: uno celebra en la liturgia lo que uno ES, no lo que proyectaría ser; como tanta gente que ni siquiera piensan en lo que proyectarían ser como cristianos, sino que celebran sacramentos para salir del paso o porque no se los lleve el diablo, o “van a Misa” para que no se condenen o por la fiesta.

Hay mas: ESTA CELEBRACIÓN SACRAMENTAL ES UNA PROFESIÓN DE FE. ¿Qué es profesión de fe? Uno profesa la fe cuando la vive, entonces la expresa; por ejemplo, el credo que proclamamos los domingos, por decirlo así porque concretamente en el Bautismo y la confirmación, es la expresión de lo que vivimos de vida trinitaria y comunitaria: Dios-Padre, Dios-Hijo, Dios-Espíritu Santo y la Comunidad cristiana: Si en uno no vive el Padre como Padre y uno no es el hijo y uno no se convierte en mediador como el Hijo y da el Espíritu Santo a los demás, eso que estamos diciendo del credo es falso!. Eso no es una profesión de fe, porque ésta es el paciente, del que la dice.

La gente cree que la profesión de fe se la dice al otro para que crea...El otro lo que tiene que ver con nosotros es nuestro testimonio. Si nuestra palabra coincide con nuestro ser... hasta cree el otro. ¡Con formulas no se hace la fe nunca!, ellas expresan fe en el que las dice; cuando celebramos un Bautismo, o la Eucaristía, los celebrantes son los celebrantes mismos y no solo el presbítero; el preside la celebración, pero todos son celebrantes. En el Bautismo de un bebe los papás celebran su vida bautismal, ya que el niño que es un pedacito de ellos, es lo mismo que ellos. Así hacen confesión pública de fe los papás.

Cuando unos papás llevan a un niño a bautizar, lo que están expresando es: que ellos profesan su fe que viven por ese hecho, lo mismo que los padrinos, si es que deberás están dispuestos a ser ejemplares ante el niño y a hacerse cargo de él en caso de que los padres fallen. Lo que la Iglesia quiere asegurar es que ese niño siga nadando en vida de muerte y resurrección de Cristo a través de sus padres y padrinos.

Por eso el Bautismo es un derecho exclusivo de los papás; pero hay que ser coherentes: si no se vive vida bautismal, no hay derecho a nada; ¿quién va a tener derecho a decir una mentira, o celebrarla?.

Y, ¿Cuándo celebra el niño su propio bautismo? Lo celebra en la Eucaristía. Claro que desde el Bautismo Ya tiene una nueva identidad en Jesucristo, pero aun no la celebra.

Dígase lo mismo de los demás sacramentos: la misa de bodas no es todo el sacramento, este lo celebran los esposos cuando van a la eucaristía y lo viven en su casa; cuando van a confirmar un joven, lo van a consagrar a lo que él ya es: un testigo y un conocedor de la verdad; como los religiosos que hacen profesión , no la principio del noviciado sino al final, para consagrar lo que ya son por una experiencia; un presbítero celebra el sacramento del orden cuando ya es apto para eso, y lo consagran a eso. Si no fuera así, daría lo mismo que a uno lo ordenaran presbítero a los ocho años.

¿Vamos entendiendo que es una profesión de fe? Y aquí vale lo que dijimos del credo como profesión de fe; el credo es una expresión de lo que yo ya soy y por eso lo digo. El credo no agrega nada a lo que yo ya soy, si soy, o si no, soy falso. Una profesión de fe es la expresión de una realidad que ya existe. Y se confiesa en público, entonces se hace cuando uno da testimonio, por eso todo testimonio es una profesión de fe, y eso es liturgia. (S. Ambrosio, Lit. de las Horas T. III, Pág. 264; octavo domingo ordinario).

¡Que lastima la situación a la que hemos llegado en la celebración de los sacramentos: inconciencia o comercio! La gente busca asegurar la vida eterna del niño, en el mejor de los casos, o por la partida de Bautismo, o porque ya prepararon la “parranda sagrada” o porque así hace todo el mundo... pero eso no esta haciendo para celebrar lo que los padres son, si lo son (1Cor 5,7). En nuestra Iglesia vivimos de unas normas canónicas, que la gente menos entiende, porque no las explicamos y por tanto parece un absurdo pastoral todo eso, y no hablemos del “secuestro” de los sacramentos por parte de la sociedad de consumo (almacenes de vestidos, regalos, fotógrafos...) , con lo que eso significa de lujo, ostentación o imposibilidad de celebrarlos por el costo, porque el absurdo pastoral nos haría pensar que los sacramentos en lugar de construir la Iglesia, la están destruyendo, erosionando hacia el mundo neo-pagano que se nos esta viniendo.

La liturgia es expresión de un testimonio acerca de lo que ya se dio. Estos elementos de profesión de fe y testimonio también son signo de Cristo Salvador, la celebración es un signo litúrgico que expresa la realidad del acontecer salvifico en la persona. (Sacrosanto Concilio Nº. 7)

La liturgia misma es un espacio para que el sacramento suceda, con todo lo que Dios quiere crear ahí. Cuando participamos, en serio en un Bautismo, nos estamos abriendo interiormente para que el resucitado suceda en nosotros y nos transforme, es decir, que la liturgia es un momento intenso de apertura a la acción del Resucitado.

La liturgia es una privilegiada oración, es un momento de apertura, de espacio a la acción de Dios. Cuando uno va a una liturgia de cualquier sacramento debe saber que va a saber que va abrir un espacio para que suceda Dios en uno, y en ese espacio, si, por ejemplo, vamos a un bautismo y nos abrimos a la acción de Dios, por ese hecho, confesamos nuestra propia vida bautismal; y eso se nota con mayor claridad en algunas conversiones sucedidas durante la celebración de sacramentos.

Esto supone que no haya demasiado cántico en ellas. Los silencios a tiempo son muy importantes, los símbolos bien presentados. Es mejor una liturgia bien sentida con una motivación muy profunda de fondo, de modo que uno este sacudido interiormente: ¡eso es bello!; y no olvidemos que la acción litúrgica es parte de la vida sacramental.

Y cuántas veces los invitados a un bautismo, en todo están pensando menos en celebrar su propia vida bautismal: esto es lo preocupante y extraño, como cuando uno, invitado a una comida se queda viendo comer a los anfitriones: pero la comida ésa era para celebrar ese mismo acontecer; lo que equivale a: no despegar el signo celebrativo del acontecer que se celebra. Lo que esto revela es que entre los cristianos hace falta toma de conciencia a niveles profundos ilustrados. De aquí se deriva la URGENCIA de una catequesis seria e intensiva.

Claro que aquí surge un gran interrogante: ¿en que medida las celebraciones sacramentales son fuente de subsistencia para nosotros? Nos veríamos cogidos en un gran dilema: o seguimos celebrando los sacramentos como vamos (casi indignamente) para $, poder dignamente o, económicamente, inventamos otro estilo de vida que sea austero como el de Jesús para buscar celebrarlos “con Espíritu y en Verdad” (Juan 4, 23) y poder evangelizar.

De esta manera se entra perfecta y completamente en la iglesia no solo cuando sea celebrado el Bautismo, que nos hace concientemente hijos de Dios porque nos identifica con el Cristo muerto y resucitado (2Cor 4,7-10), si no cuando se ha sellado nuestra pertenencia al Señor en la Comunidad Eclesial como apóstoles (confirmación) y se ha llegado a la “fuente y termino (culmen) de toda la predicación evangélica” como es la participación en la Eucaristía; lo que equivale a vivir el renacimiento, el apostolado y la solidaridad.

Su finalidad será, entonces: realizar psicológicamente la unión vital entre la fe y el sacramento (La COSA con la cosa), que son los medios validos para la incorporación a Jesucristo y a su Cuerpo. La falta de Iniciación o una Iniciación deficiente es la causa de la desconexión entre lo que decimos que celebramos y lo que hacemos, entre la fe y la vida. Su consecuencia es un cristianismo con tendencia a la religiosidad natural.

Ya lo hemos escuchado: antes se Bautizaba a los convertidos; ¿tendríamos a ahora que convertir a los Bautizados? (Conferencia de Medellín VI, 2; la Iglesia ante el cambio Nº 208).






DIRECTOR INPAL
P. VICTOR JULIO QUICENO


Material elaborado por:
ALVEIRO ANDRADE
GERSON LEONARDO JARA
JUAN PABLO LOPEZ


Bogota. Seminter
Agosto 2005.





BIBLIOGRAFIA


• ALDAZÁBAL José l. Gestos y Símbolos. Centro de Pastoral Litúrgica. Dossiers CPL 40. Barcelona, 1989.

• ALDAZÁBAL José. Vocabulario Básico de Liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. Biblioteca litúrgica 3. Barcelona, 1994

• SARTORE Domenico. Nuevo Diccionario de liturgia. Voz: Signo/Símbolo, pp.1909-1920. Ediciones Paulinas. Madrid, 1987, pp. 1909-1920

• MARTIMORT Aimé-Georges. La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia. Capítulo IV. Los signos. Editorial Herder. Barcelona, 1987, pp. 195-238

• BOROBIO Dionisio. La celebración en la Iglesia I. 20. El hombre y los Sacramentos: carácter simbólico y enraizamiento antropológico de los sacramentos. Ediciones Sígueme. Salamanca 1987, pp. 409-471

• LÓPEZ Julián. La liturgia de la Iglesia. Capítulo XII. El simbolismo litúrgico. BAC. Madrid, 1994, pp. 141-151

• GARRIDO J.A. Abad - M.. Iniciación a la liturgia de la Iglesia. Capítulo III. El signo litúrgico. Ediciones Palabra. Madrid, 1988, pp. 59-73

• KELLER Miguel Angel O.S.A. La iniciación Cristiana- Bautismo- Confirmación. CELAM Marzo 1995.

• CONFERENCIA EPISCOPAL LATINOAMERICANA. Catecismo de l iglesia católica. Librería Editrice Vaticana. 1992.

• CELAM. Código de Derecho canónico. Eunsa Bogota 2002.

Iglesia y sacramentos…
Visión pastoral

Modulo #3

SACRAMENTOS DE INICIACION CRISTIANA
EUCARISTÍA

















INSTITUTO DE FORMACION PARA LAICOS
“SAN LUIS BELTRAN”
INPAL

LA MISA DE SAN GREGORIO


La representación de la Misa de San Gregorio, desde los siglos XVI y XIII fue acogida con entusiasmo por la Iglesia por ajustarse a los propósitos de la evangelización. Su iconografía se configuró desde el siglo XIII para recordar la visión que tuvo San Gregorio, papa, mientras celebraba la Santa Misa, en la cual se le apareció Cristo emergiendo de la tumba, como Hostia Viviente, rodeado de los instrumentos de la pasión.
La tradición atribuye en esta visión el origen de la devoción a las “treinta misas” que se debería celebrar por los difuntos y al final de las cuales ellos eran redimidos de las penas del purgatorio. El papado otorgó numerosas indulgencias a esta devoción, enfatizando con ello la redención de Cristo mediante sus sufrimientos y el perdón de los pecados mediante la oración .

INDICE

Págs.

INTRODUCCION. 5
LA EUCARISTÍA COMO SACRAMENTO 8
NATURALEZA 10
EUCARISTÍA Y SAGRADA ESCRITURA 13
ANTIGUO TESTAMENTO. 13
LA MESA SACRIFICIAL DEL A. T 13
EL HOLOCAUSTO 13
EL SACRIFICIO DE COMUNIÓN 14
LOS SACRIFICIOS EXPIATORIOS 15
LAS OFRENDAS VEGETALES 15
PREFIGURACIÓN DE LA EUCARISTÍA EN EL A.T. 16
LA EUCARISTÍA PREANUNCIADA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: 19
LA PASCUA Y SU EVOLUCIÓN HASTA EL TIEMPO DE JESÚS 20
LA PREHISTORIA DE LA PASCUA 20
LA HISTORIA 20
LAS COMIDAS EN LOS TIEMPOS DE JESUS 21
PRELIMINARES DE LA COMIDA 22
LOS COMENSALES 22
NUEVO TESTAMENTO 23
INSTITUCION DE LA EUCARISTIA 23
LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS 23
LA CENA, ¿UN BANQUETE PASCUAL? 24
LOS RELATOS DE LA INSTITUCIÓN 25
SEMEJANZAS 26
La situación 26
Los personajes 26
Las palabras 27
Los gestos 27
LAS DIFERENCIAS 27
La situación 27
Los personajes 28
Las palabras 28
LA EUCARISTIA EN EL EVANGELIO DE JUAN 29
LA EUCARISTIA SEGUN SAN PABLO. 30
CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS EN EL NUEVO TESTAMENTO. 31
EUCARISTÍA Y TEOLOGÍA. 32
LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY 32
EL SIGNO EXTERNO DE LA EUCARISTIA 33
VALIDEZ 33
LICITUD 34
LOS EFECTOS DE LA RECEPCION EUCARISTICA 35
NECESIDAD DE LA EUCARISTIA 36
EL MINISTRO DE LA EUCARISTIA 37
EL SUJETO DE LA RECEPCION DE LA EUCARISTIA 38
FINES Y EFECTOS DE LA EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO: 39
CARACTERÍSTICAS DE LA PARTICIPACIÓN EN LA EUCARISTÍA 40
FRUTOS DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA 41
JESÚS Y LA EUCARISTÍA. 42
LA PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA 43
LITURGIA DE LA EUCARISTIA. 46
SENTIDO DE SUS RITOS ESENCIALES 46
RITO DE ENTRADA: 46
LITURGIA DE LA PALABRA 50
LITURGIA EUCARÍSTICA 53
RITO DE COMUNIÓN 59
RITOS DE DESPEDIDA 62
DE LA PARTICIPACIÓN EN LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA. 64
MARÍA MUJER EUCARISTICA 66
MARÍA, PROMOTORA DE LA FE EUCARÍSTICA 67
EN LA EUCARISTÍA RECIBIMOS A MARÍA COMO MADRE NUESTRA 67
MARÍA, EJEMPLO DE FE EN EL SACRIFICIO EUCARÍSTICO 68
REFLEXIÓN PASTORAL DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA 69
GLOSARIO EUCARISTICO 83
BIBLIOGRAFÍA. 88

INTRODUCCION.

La sagrada Eucaristía culmina la iniciación Cristiana, pues los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y Configurados mas profundamente con Cristo mediante el sacramento de la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con la comunidad en el Sacrificio mismo del señor.

Para conocer la Eucaristía, tenemos que partir de su origen y seguir su historia. Los primeros testimonios históricos de la celebración de este sacramento los encontramos en las primeras comunidades, pero no es una creación de ellos sino que su origen se remonta al mismo Jesús cuando en su vida terrena instituyo este precioso sacramento, pues en su vida, en su evangelio, en su pasión y muerte, tenemos las raíces de lo que las comunidades apostólicas siempre y desde el principio celebraron.

Son casi veinte siglos en los que los cristianos, en todas partes con ritos diferentes, celebran lo que Jesús encomendó a sus apóstoles en la última cena: “haced esto en conmemoración mía” y con esta práctica han tenido la convicción de encarnar la totalidad de la fe. Son ya veinte siglos en que los cristianos al celebrar la Eucaristía tratan de comprenderla sin llegar nunca hasta el final. Este don de Jesús es una riqueza que jamás se acaba de escrutar. Misterio con mil facetas y múltiples definiciones: comida, sacrificio, memorial, misa, todos estos nombres corresponden al don que nos ha dejado Jesús pero ninguno agota su sentido... El mismo Jesús puso nombre al don que nos ha dado. El ha realizado este gesto acompañado de palabras y el gesto mas sencillo, por el que sus discípulos en Emaús han reconocido al resucitado, ha sido el de la fracción del pan, Él mismo en su evangelio se ha identificado con el pan: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien come de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,51)

Desde que las palabras sobre el pan y el vino fueron pronunciadas por Jesús, se han hecho muchos cálculos y algunos estudiosos afirman que, probablemente, la Eucaristía fue instituida el 6 de Abril del año treinta, desde el momento que, según los cálculos mejor fundamentados Jesús murió al siguiente día, el 7 de Abril; se cree que habría nacido treinta años antes, pero de esta fecha no conocemos con certeza el día ni el año .

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma “Nuestro salvador en la última cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta el sacrificio de la cruz y confiar así a su amada esposa la Iglesia, el memorial de su muerte y su resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo… ”, Hoy la Iglesia hace esfuerzos por llegar a tener un acercamiento al profundo misterio Eucarístico, por eso desde este sencillo modulo se intentará ahondar desde el punto de vista bíblico, teológico, litúrgico y pastoral, algo del inmenso misterio que encierra el Santo Sacrificio de la Eucaristía

En el se encontrará una línea que guía todo su contenido; la verdad de que la Eucaristía celebra la presencia de Jesús: presencia del que invita y preside, enseña y habla, se entrega y se sacrifica, presencia del que se da como comida y bebida y del que anticipa en un banquete la celebración que no tendrá fin en el reino eterno del padre.

Hoy más que nunca, un mundo desencantado tiene necesidad de saber que Jesucristo es único salvador. Más que nunca, un mundo acosado por el hambre tiene necesidad de saber que el pan que solo puede saciarlo es un pan que da vida nueva. Cada Eucaristía revela el alba de la pascua, de aquella mañana nueva de todo, en la que el sepulcro vació ha llagado a ser la cuna de la humanidad. La Eucaristía es un pan que da hambre: es un pan que da abre, al mismo tiempo que calma, el hambre de Dios, porque estimula el apito por una vida nueva, la vida de Dios en nosotros.

Un filosofo francés, Gabriel Marcel, ha escrito: “Amar a alguien es decirle: tú no morirás”. Esto es lo que nos ha dicho a cada uno de nosotros Aquel que ha vencido a la muerte instituyendo la Eucaristía: “Sois dichosos, júbilo en el corazón de la Eucaristía, tu no morirás, mejor, un mundo nuevo se abre delante de ti, el reino de los cielos esta cerca, está ya aquí ”.

LA EUCARISTÍA COMO SACRAMENTO


La palabra eucsridtia (eujaristía): Para los griegos significaba "reconocimiento", "agradecimiento"; de ahí fraguó Diodoro de Sicilia el significado de "Acción de gracias", que forma parte de la terminología religiosa. Son numerosos los derivados griegos de esta palabra, y se reafirman en el mismo significado. Su origen es evidente: está compuesta del prefijo eu  (eu), que encontramos en euro, eutanasia, Eugenio, eugenesia... que significa "bien", más la palabra caris  (járis) que significa "brillo", resplandor", "encanto de la belleza", "gracia", etcétera. Fue personificada en la mitología griega en Las Tres Gracias. La extensión del término es, por tanto, inabarcable: es una especie de compendio de todo lo que de positivo pueda expresar un ser humano a otro, o a la divinidad.

El término Eucaristía, junto con su "traducción oficial" Acción de Gracias fue adoptado por el cristianismo para denominar no tanto el propio rito de la misa, como la actitud de los cristianos ante el mismo. En efecto, tratándose como se trata de un rito en el que se escenifica y se celebra un giro de 180 grados, un cambio radical en las relaciones del hombre con Dios, y por tanto de los hombres entre sí (Dios en su forma humana, como síntesis de toda la humanidad, haciendo de víctima; y en su forma divina aceptándola, y aceptando al mismo tiempo como igualmente valioso el canje de la propia víctima por el pan y el vino, fruto de su trabajo), ante este cambio de la condición humana gracias a la aceptación por Dios de ese sacrificio, la única respuesta posible es la acción de gracias.

Dejando para otro momento el análisis del contenido del paréntesis, se da paso al factor "agradecimiento": toda civilización se sostiene sobre unos determinados sistemas de creencias y de valores que dirigen su actividad para obtener lo esencial en la subsistencia, que es la comida. Y todas las civilizaciones, en sus orígenes, han considerado que la divinidad (no olvidemos que el animismo está en el origen de toda religión) tenía muchísimo que ver en el aprovisionamiento de esas subsistencias, por lo que instituyeron los sacrificios que, en última instancia eran los sistemas rígidos de administración de los recursos alimentarios de acuerdo con principios prácticos en forma ritualizada. Siendo el sacrificio de la misa una innovación extraordinaria en la que Dios acepta el sacrificio de su propio Hijo, como garantía absoluta de que ya ningún sacrificio humano podrá superarlo en calidad, y por tanto será vano; y aceptando Dios el ofrecimiento del trabajo del hombre como redención de su propia vida, sólo cabe el agradecimiento.


NOCIÓN DE EUCARISTÍA

La Eucaristía es el sacramento en el cual bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y sustancialmente presente, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

Es, por eso, el más sublime de los sacramentos, de donde emanan y hacia él convergen todos los demás, centro de la vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión cristiana . Allí se nos da como alimento Jesucristo, único salvador del mundo, pan para una vida nueva.
NATURALEZA

Se le llama el “sacramento por excelencia”, porque en él se encuentra Cristo presente, quien es fuente de todas las gracias. Además, todos los demás sacramentos tienden o tienen como fin la Eucaristía, ayudando al alma para recibirlo mejor y en la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la Eucaristía.

La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos , entre los nombres mas comunes están:

Eucaristía procede del Griego Eucaristiva que se traduce como acción de Gracias a Dios. las palabras “Eucharisteín” (Lc 22,19; 1Co 11,24) recuerda la bendición Judía que se proclamaba sobre todo durante la comida recordando las obras de Dios: la creación, la redención, la santificación. (Lc 22,19; 1Co 11,24; Mt 26,26; Mc 14,22).

Banquete del señor: (1Co 11,20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de las bodas del Cordero (Ap 19,9) en la Jerusalén celestial.

Fracción del pan: Porque este rito propio del pueblo Judío fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan (Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19) sobre todo en la última cena (Mt 26,26; 1Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerían después de la resurrección (Lc 24,13-35) y con esta expresión designaron los primeros cristianos a las asambleas eucarísticas (Hch 2,42.46; 20,7.11). Con el se quiere significar que todos comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (1Co 10,16-17; Mt 14,19; 15,36; Mc 8, 6-19; Hch 2,42.46; 20, 7.11).

Asamblea Eucarística: Del Griego Sinacijs, porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (1Co 11,17-34)

Memorial: Porque recuerda la pasión, muerte y de la resurrección del Señor. Mas que un simple recuerdo es hacer memoria, que equivale a hacer presente nuevamente la cena que un día Jesús instituyo, memorial es traer a nuestro tiempo un hecho del pasado pero con toda la fuerza del presente

Santo Sacrificio: porque actualiza el único sacrifico de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia, también Santo sacrificio de Alabanza (Hch 13,15, Sal 116,13.17), Sacrifico Espiritual (1Pd 2,5), Sacrificio puro (Mi 1,11), y santo; puesto que completa y supera todos los sacrificios de la antigua alianza.

Santa y Divina Liturgia: porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su expresión y centro en este sacramento; en el mismo sentido se le llama también celebración de los Santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas reservadas en el sagrario.

Comunión: Porque con este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (1Co 10,16-17).

Santa Misa: Porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles (“Misio”) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana.


La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo en la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor. Cristo instituyó en la Ultima Cena, el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su Sangre para perpetuar por los siglos el sacrificio de la cruz y confiar el memorial de su muerte y resurrección a la Iglesia. Es signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo.


EUCARISTÍA Y SAGRADA ESCRITURA


ANTIGUO TESTAMENTO.

LA MESA SACRIFICIAL DEL A. T

Los Israelitas ven el altar como una mesa en la que se realizan los sacrificios (Ez 44, 16; Mal 1, 7.12), sobre esta mesa-altar se llevan a cabo diversos ritos, de diversa índole e importancia. A continuación se señalan cada uno de estos ritos y el lugar de piedad que ocupan en el pueblo israelita.


El holocausto

Etimológicamente viene de la palabra hebrea alah (subir): es el sacrificio en el que la víctima “sube” al altar, o quizá donde el humo que la consume sube hasta Dios. Su característica es que toda la víctima es llevada al altar sin que nada de ella se deje para el oferente o para el sacerdote, ya que es completamente quemada.

El ritual más completo es el del sacrificio del Levítico 1-8, donde se describen las costumbres del segundo templo. Algunas características de este rito son: la víctima es presentada por el propio oferente, que pone su mano en la cabeza del animal, el oferente atestigua que la víctima es ciertamente suya, que el sacrificio que va a presentar el sacerdote es ofrecido en su nombre y que los frutos recaerán sobre él. En segundo lugar la víctima es degollada por el propio oferente, fuera del altar (Lv 1,5). La función del sacerdote comienza cuando la víctima entra en contacto con el altar (Lv 1, 5.8ss). El sacerdote que no aparece o aparece muy poco en los sacrificios antiguos se va asiendo indispensable incluso para el sacrificio pascual en el Deuteronomio, entonces encontramos una relación entre sacrificio, sacerdote y altar.

Finalmente, excepto la piel que corresponde al sacerdote (Lb. 7,8) todo se lleva Al altar en donde arde a fuego perpetuo (Lv. 6 ,5), y es quemado en él. Este sacrificio se ha convertido un tipo de sacrificio en homenaje a Dios.

El sacrificio de comunión

Su característica es que se inmola la víctima y se reparte luego entre Dios, el sacerdote y el oferente (Lv 3; 7, 11-38; 10, 14ss; 22, 21-25). Una parte de la víctima se quema en el altar para Yahvé; en el ritual reciente, se les da a los sacerdotes el lomo y la pierna derecha como “pago y contribución”; el oferente se queda con la carne restante, para que pueda comerla con su familia y con sus invitados. La carne se cuece en una olla. Los rituales del levítico distinguen tres clases de sacrificios de comunión (Lv 7, 12-17; 22, 21-23, 29ss). Uno de ellos es el todah o sacrificio de alabanza. La ofrenda de la víctima se completa con una ofrenda de tortas sin levadura y de pan ordinario; una de estas tortas se aparta para Yahvé y se la regalan al sacerdote. Se puede decir que este sacrificio es un tributo que se presenta a Dios para establecer o restablecer las buenas relaciones entre él y los fieles; esto explica el papel que desempeña el banquete en (Gn 26,30; 31, 54 y Jos 9, 14)

Los sacrificios expiatorios

Todo sacrificio que tiende a restablecer las relaciones con Dios tiene un valor expiatorio. Pero la conciencia tan viva de las faltas cometidas ha impulsado a varias generaciones a instituir y desarrollar ritos especiales, que son sacrificios expiatorios.

El más importante es “el sacrifico por el pecado” (Lv 4, 1-5; 4, 13; 6, 17-23), que se distingue de los demás sacrificios en dos detalles; en primer lugar es el sacrificio en el que la sangre tiene un papel importante; la sangre contiene la vida, es la vida misma (Gn 9, 4; Lv 7, 26s Dt 12, 23). “La sangre expía por la vida”. En segundo lugar, el oferente que se reconoce culpable no tiene ninguna parte en la distribución de la carne; parte de ella le corresponde al sumo sacerdote, mientras la grasa y a veces toda la víctima se queman en el altar.

Las ofrendas vegetales

Hay que señalar también las ofrendas de flor de harina empapada de aceite, sazonadas con sal y acompañadas a veces con vino (Lv 2). De ordinario son complemento de un sacrificio sangriento; son también un “memorial” que recuerda al oferente los dones de Dios o bien una “prenda”, es decir, una parte de la cosecha que ya ha comenzado y que hay que agradecer a Dios.







PREFIGURACIÓN DE LA EUCARISTÍA EN EL A.T.

La Eucaristía fue prefigurada de diversos modos en el Antiguo Testamento, la tradición de la iglesia ha visto varias figuras de este sacramento, entre ellas:

El sacrificio de Melquisedec, gran sacerdote, que ofreció pan y vino para dar gracias por la victoria de Abraham (Génesis 14,18); gesto que luego será recordado por San Pablo para hablar de Jesucristo como de "sacerdote eterno..., según el rito de Melquisedec" (Hebreos 7,11).En Gen. 14,18-20, encontramos la figura de Melquisedec, del que se dice que salió al encuentro de Abrahán. El hecho es que en Hebreos ve en Melquisedec un tipo de Cristo (Heb 5-7). Melquisedec por no estar vinculado ni a la ley ni a la descendencia de Aarón, sin principio ni fin, viene a ser un personaje representativo del nuevo y eterno sacerdocio de Cristo, aunque lo cierto es que no hace mención de un sacrificio ofrecido por Melquisedec. Los padres han visto en el pan y vino aportados por Melquisedec la materia de un sacrificio ofrecido por él y, por tanto, una figura profética.

El sacrificio de Abraham, que ofreció a su Hijo Isaac por ser ésa la voluntad de Dios (Génesis 22,10). En el NT, el sacrificio de Abraham se presenta como tipo del sacrificio de Cristo. San Pablo alude a él cuando dice: "El que no perdonó a su hijo, sino antes bien lo entregó por todos nosotros..." (Rom 8,32). Más clara todavía es la alusión de Juan: "Dios ha amado tanto al mundo, que ha entregado a su Hijo único..."(Jn 3.16). Se trata de la misma actitud de Abraham, que entrega a su propio hijo a la muerte.

El maná, con el que Dios alimentó a los israelitas durante cuarenta años en el desierto (Éxodo 16), y al que Jesús se refiere explícitamente en el discurso eucarístico de Cafarnaúm (Juan 6,31ss).

Los panes de la proposición, que estaban de continuo expuestos en el Templo de Dios, pudiéndose alimentar con ellos sólo quienes fueran puros (Éxodo 25,30).

Pascua judía: Es el banquete anual que el pueblo judío celebraba en conmemoración de la liberación de Egipto y comienzo del Éxodo. Consiste en la buena noticia de Dios que salva a su Pueblo y que se celebra con un sacrificio-banquete. Este rito se celebra cada año como Zikkaron-memorial del hecho salvífico. Este memorial significa no solo recordar el hecho histórico pasado, sino también hacerlo presente y actualizarlo, de modo que sea operativo y eficaz (Ex 13,3-10).

Los sacrificios rituales son esenciales para la vida del Pueblo escogido, en ellos también se ve una prefiguración de la Eucaristía; Éstos son:

El sacrificio del cordero pascual, cuya sangre libró de la muerte a los israelitas (Éxodo 12).

Holocaustos. En él se quema toda la víctima y no se guarda nada. Es un homenaje a Dios, es decir, tiene una clara función latréutica.

Sacrificios pacíficos. Aquí la víctima es comida por los oferentes. Se reparte entre Dios, el sacerdote y el oferente. Su sentido es de dar gracias y de comunión con Dios al participar de la misma comida.

Sacrificio de expiación. Se realizaban para reparar por los pecados. Como la sangre era el centro de la vida, se usaba especialmente en este tipo de sacrificio para recuperar la amistad con Dios. El más importante era el día del gran Kippur o expiación.

Sacrificio de Abel. Es evocado por la carta a los Hebreos (11,4), donde es presentado como modelo de fe, en virtud de la cual sus sacrificios fueron aceptados por Dios. En otro pasaje dice también "Jesús, mediador de una nueva alianza, y la aspersión purificadora de una sangre, que habla mejor que la de Abel" (Heb. 12,24). Aquí la comparación se establece entre el sacrificio propio de Cristo en la cruz y el sacrificio también personal, de Abel.








LA EUCARISTÍA PREANUNCIADA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO:


Dentro de la sagrada Escritura existen textos que pueden entenderse como preanuncio de la Eucaristía, entre ellos:

"La Sabiduría se edificó una casa con siete columnas, preparó una mesa y envió a sus criados a decir: "Venid, comed el pan y bebed el vino que os he preparado" (Proverbios 9,1).

El profeta Zacarías predijo la fundación de la Iglesia como una abundancia de bienes espirituales, y habló del "trigo de los elegidos y del vino que hace germinar la pureza" (9,17).

El profeta Malaquías, hablando de las impurezas de los sacrificios de la ley antigua, puso en boca de Dios este anuncio del sacrificio de la nueva ley: "Desde donde sale el sol hasta el ocaso, grande es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se sacrifica y ofrece a mi nombre una oblación pura", (1,10ss) en la cual la tradición patrístico-teológico, y el Concilio de Trento (Ses. 22 c. 1), ha visto una clara prefiguración de la eucaristía. Comienza exponiendo la predilección divina por Israel (Mal 1,1), para pasar a la recriminación de los pecados de los sacerdotes, que "despreciaban el nombre de Yahvé" y ofrecen "pan inmundo" y víctimas viciadas e imperfectas. Con tales dones no pueden agradar a Yahvé.






LA PASCUA Y SU EVOLUCIÓN HASTA EL TIEMPO DE JESÚS

Para comprender a Jesús, especialmente en el momento de la última Cena con sus discípulos, hay que captar todo ese momento en que está arraigado.


La prehistoria de la pascua

El relato de la pascua se nos muestra en dos lugares de la Biblia: primero, en Ex. 12, 1-20 y luego, en Dt. 16, 1-8. El primero es el que se utiliza tradicionalmente como la memoria histórica de la pascua fundadora, en el momento de la salida liberadora de Egipto; la mayor parte de los exegetas están convencidos de que la fiesta de la pascua no tuvo su comienzo absoluto en el momento del éxodo sino que adquirió en aquellos momentos un nuevo significado. Existía probablemente en tiempos de los patriarcas una fiesta que se llamaba ya pesah: cuando en primavera los nómadas se disponían a dejar su campamento para ir a otros lugares, ofrecían un sacrificio a las divinidades para con el pedir la fecundidad de sus rebaños y más en general la protección contra las fuerzas destructoras simbolizadas en la “plaga exterminadora” (Ex 12, 13). Todos los años por primavera los hebreos repetían este rito heredado de sus antepasados.


La historia

A mediados del Siglo XIII a.C, esta fiesta tomó un giro totalmente nuevo que pasaría a ser en la memoria de Israel un verdadero comienzo y que borraría casi por completo las huellas del primer rito.

Aquel año la salida debía ser una salida sin retorno, el comienzo de una nueva aventura, la marcha hacia la tierra prometida. Israel recordará cómo aquel año no volvieron ya a Egipto como deberían haberlo hecho. “Ya no volvieron más”: en adelante es esa salida de Egipto lo que celebraron, es decir un acontecimiento histórico, y no el ciclo repetitivo de la primavera. De la fiesta quedaron muchos elementos: el periodo (la primavera), las rúbricas de detalle (el animal sacrificado, la comida, el rito de la sangre), pero lo que cambió por completo el sentido fue la relación con la entrada histórica de Dios en la historia de un pueblo.

En adelante, la pascua es el rito fundador por el que cada año el pueblo de Israel celebra la salida de Egipto, el paso de la servidumbre al servicio de Dios, de la muerte a la vida. Este significado se subraya gracias al lugar que ocupa el relato de la pascua en (Ex 1-15) y más especialmente en el relato dramático de las plagas de Egipto por las que Dios hizo saber “que él es Yahvé” como una manifestación de la presencia y protección de Dios.


LAS COMIDAS EN LOS TIEMPOS DE JESUS

Entre las costumbres judías las comidas que forman la trama de los evangelios ocupan un lugar de especial importancia; desde el festín “con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de de Dios (Mt 8,11), hasta la cena en que Jesús tomó el pan y la copa (Mt 26, 26-27) las comidas van jalonando el misterio del Nazareno. A través de ellas se dibuja al mismo tiempo un aspecto del mundo venidero y la renovación del mundo actual.

A continuación haremos una pequeña descripción de las costumbres en la mesa en el primer siglo:




Preliminares de la comida

Los preparativos de la comida podrían resumirse en una palabra, la de “pureza”, tanto en lo que se refiere a los alimentos como a los utensilios de la cocina. Esta preocupación no se refiere en primer lugar a las leyes de la higiene, pertenece al orden del rito en lo más religioso de la palabra. La pureza afecta a la santidad de Israel y de sus hijos, gracias a ella comer y beber se convierte en actos de culto.


Los comensales

Hay varias parábolas de Jesús que evocan con agrado la presencia de los invitados a la mesa judía; él mismo se presenta a veces como huésped, por ejemplo en la casa de Simón el fariseo (Lc 7, 36ss) o en las bodas de Caná (Jn 2,2s). De esta forma, los evangelios permiten entrar en la intimidad de estos comensales.



NUEVO TESTAMENTO


INSTITUCION DE LA EUCARISTIA

Cada vez que celebramos la eucaristía, volvemos a hacer los gestos y repetimos las palabras atribuidas a Jesús durante su última Cena. Subrayaremos el significado de estos relatos de la Iglesia primitiva para remontarnos luego a la última Cena de Jesús.

La última cena de Jesús

Si el relato de la Cena se comprende difícilmente a primera vista que haya cierta incertidumbre sobre el desarrollo de la última cena. Pero esta sorpresa desaparece cuando se examinan más de cerca las cosas.

Es verdad que los primeros testigos sabían en qué consistió la Cena de despedida de Jesús, pero no sintieron la necesidad de hacernos un informe detallado de ella. En adelante, todo esto quedó sumergido en la historia. Lo cierto es que con el acontecimiento de la pascua y por ende con una relectura cristiana del mismo, se vino a darle una profundidad y un valor que dejaría sus huellas en el relato.



La cena, ¿un banquete pascual?

Si pudiéramos saber con certeza la naturaleza del banquete mediante el cual Jesús instituyó la eucaristía, dispondríamos de un marco satisfactorio para dar sentido a los gestos y a las palabras de Jesús.

Se ha pensado muchas veces que se trata del banquete pascual propiamente dicho; hay algunos que así lo creen. En favor de esta tesis están las evidencias externas de los Evangelios sinópticos: “el primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de pascua?.. Decidle al dueño: El maestro pregunta dónde está su habitación donde va a comer el cordero pascual con sus discípulos (Mc 14, 12.14). Analizando los pequeños detalles de la cena de Jesús de sus ritos y de su contexto, a continuación identificaremos algunos motivos de la Cena pascual.

Primeramente, hace tiempo que se a señalado la sobriedad “pascual” del relato sinóptico; se trata de ir a preparar la pascua, pero en el desarrollo no hay ningún detalle concreto de que se esté celebrando la pascua judía. Pero aquí no se habla del cordero pascual que constituía la pieza central del banquete.

Además, la hipótesis pascual supone violaciones tan poco probables de la ley judía, que resulta difícil concebir cómo pasaron por ellas los jefes judíos. Los principales hechos de la pasión se habrían desarrollado en plena fiesta de pascua o, sea, violando ininterrumpidamente el descanso prescrito por la ley.




Los relatos de la institución

Los relatos de la institución de la Eucaristía son cuatro: 1Cor 11,23-26; Lc 22, 14-20; Mc 14, 22-25 y Mt 26, 26-29, la presentación sincrónica de los cuatro relatos nos da a conocer las semejanzas así como las diferencias que existe entre ellos.

Los relatos Eucarísticos

Liturgia en Jerusalén Liturgia en Antioquía
Mateo Marcos Lucas Pablo
Circunstancia de Tiempo Mientras comían Mientras comían La noche en que fue entregado
Formula sobre el pan Tras pronunciar la bendición(eulogesajs) Tras pronunciar la bendición(eulogesajs) Después de dar gracias (Eucaristesas) Después de dar gracias (Eucaristesas)
Palabra sobre el pan Tomad, comed, esto es mi cuerpo Tomad, esto es mi cuerpo Esto es mi cuerpo que se da por vosotros Esto es mi cuerpo por vosotros
Repetición Haced esto en memoria mía Haced esto en memoria mía
Formula sobre la copa Después de dar gracias (Eucaristesas) Después de dar gracias (Eucaristesas)
Circunstancias de tiempo Después de la cena Después de la cena
Gesto sobre la copa Se la dio Se la dio y bebieron todos
Palabras sobre a copa Bebed de todos de ella, pues esta es mi sangre de la alianza, que se derrama por muchos en perdón de los pecados. Esta es mi sangre de la Alianza que se derrama por muchos Esta copa (es) la nueva alianza en mi sangre que se derrama por vosotros Esta copa es la nueva alianza en mi sangre...
Semejanzas


La situación

Los relatos están situados al caer la tarde o en la noche, entre una traición (sinópticos) o una entrega (1Cor) y una futura comida en el reino de Dios (sinópticos) o un regreso del Señor Jesús futuro (1Cor), y se destaca en esta entrega: la tristeza, la sospecha, la amenaza (Mc 14, 17-21), la afirmación (Mt 26, 25), el cumplimiento de la profecía y discusión (Lc 22, 21-23).

El trasfondo inmediato está dado por una comida; es el tema central. Pero se advierte que es una comida dentro de otra, en la que se destacan solo dos ritos. Se indica el lugar, la mesa y el modo de comer.

Los personajes


El personaje principal es Jesús. Él es el que desea comer con sus discípulos, el que les habla, el que les parte entrega del pan; el que toma la copa, da gracias, la da, dice las palabras cuando lo hace. Ciertamente es Jesús quien más actúa. Están presentes los discípulos, “vosotros”.


Las palabras

Los cuatro relatos coinciden en un buen número de palabras: “pan”, “partió y”, “esto es mi cuerpo”, “y el cáliz o la copa”, “esto la sangre”, “alianza”. Pero coinciden también en palabras que si bien no son idénticas hay pocas diferencias entre ellas: “cogiendo-cogió”, bendiciendo-dando gracias”, “dijo-diciendo”.

Los gestos

Las acciones en las que coinciden exactamente los cuatro textos son bastantes: estar comiendo, tomar el pan, pronunciar la bendición o acción de gracias, partirlo, darlo, hablar; tomar una copa, darla, hablar.

Las Diferencias

Las semejanzas de los cuatro textos nos llevan a la conclusión de que tienen que depender todos de una fuente común, posiblemente escrita. De otra forma no se puede explicar tanta identidad de palabras, de situaciones, de gestos. Las diferencias de los textos nos han de llevar a otras conclusiones.

La situación

Una de las diferencias notables es que el relato de 1Cor no está situado en un contexto pascual, como en los sinópticos. Pablo recurre a un texto histórico sacado casi enteramente de su contexto; recurre a una tradición litúrgica, sin dar cuenta de su enmarque histórico.

Con respecto al rito interno de la comida, según San Pablo la acción del pan tiene lugar antes de la comida principal, y la acción del cáliz después de la misma; en Marcos y Mateo, ambas están unidas, y todas las apariencias, como final de la celebración de la Pascua (14, 17-21).

Los personajes

En Marcos y Mateo, Jesús pide a los discípulos, al darles el pan, que “tomen” o “tomen y coman”; e igualmente, al darles la copa. En Mateo se acentúa la orden de Jesús “bebed de ella todos”. Son pequeños detalles que realzan la centralidad de Jesús: y la insistencia en que tomen, coman y beban. Sólo Marcos indica que los presentes realizan una acción: “y bebieron todos de ella”. Destaca así la participación de todos en una misma copa.

Las palabras

No hay un cambio en el sentido de las palabras que transmiten en conjunto los cuatro textos, hay multitud de cambios de lugar pero algunos de estos añadidos muy significativos.
El primer cambio se refiere al uso de “bendiciendo” de Marcos y de Mateo, por “dando gracias” de Pablo y de Lucas.
Las palabras de Jesús cuando da el pan son, en el texto de Pablo: “esto es mi cuerpo por vosotros”, añadiendo al texto de Marcos y Mateo, el “por vosotros”. Lucas añade todavía para complementar el sentido “entregado”.
Mas importancia tiene el añadido paulino y lucano al añadido del pan: “haced esto en recuerdo mío”, respeto a los otros textos de Mateo y Marcos.

LA EUCARISTIA EN EL EVANGELIO DE JUAN

El contexto de la eucaristía no está dado por la cena pascual. La fecha en que Jesús celebra la pascua indica que no coincide con la pascua Judía. A Juan le interesa más la muerte de Jesús con la muerte del cordero pascual. Jesús tiene su propia pascua: “su ida al Padre, su paso de este mundo al Padre”. En este evangelio la oposición entre el judaísmo y el cristianismo se hace muy radical. Sólo se va al Padre por Jesús. Solo Jesús es el único y verdadero salvador. Con él ocurre la transformación del agua en vino nuevo, del maná en verdadero alimento y el agua en verdadera bebida espiritual. El evangelio de Juan es verdaderamente Cristológico, Jesucristo es el centro de cada narración y el alimento que da vida a los hombres.




LA EUCARISTIA SEGUN SAN PABLO.

El apóstol San Pablo no conoció al Jesús terreno, pero sÍ al resucitado por eso él pone su acento en Cristo, el Señor, sin dejar de referirse al crucificado. Para Pablo la vida sacramental de la Iglesia tiene un enorme peso e importancia. Su comprensión e interpretación de la cena del Señor manifiestan la centralidad que les confiere y la referencia que dicen a Cristo.

A lo largo de las cartas de san Pablo se encuentran muchas referencias a la Eucaristía, pero se destacan dos textos en 1Co 11,23-26. En estos textos no trata directamente el tema de la Eucaristía, pero su celebración en la comunidad es el presupuesto para solucionar conflictos de convivencia y problemas de orden en la Iglesia. La celebración eucarística está muy presente, conocida por todos, trasmitida por Pablo, recibida por él y originada en Jesús.

Los problemas que trata de solucionar San Pablo con referencia a la cena del Señor dicen relación a la comida de carne sacrificada a los ídolos y al respeto que se debe a los miembros pobres en la comunidad. También se puede ver en el trasfondo los problemas de los carismas. La comunión con Cristo y el servicio son los puntos desde donde enfrenta todos los sucesos en los textos, se va descubriendo el pensamiento de Pablo sobre la Eucaristía: tradición recibida de Jesús y trasmitida, rito sacramental, donde actúa la salvación de Cristo resucitado, que es sacrificado y entregado a la muerte. Se da, ciertamente una presencia real del Cuerpo y de la Sangre del Señor en ella se alcanza una dimensión eclesial al compartir con los participes en un solo Cuerpo.

CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS EN EL NUEVO TESTAMENTO.

Realizando un escrutinio a través del nuevo Testamento algunos autores proponen más de catorce lugares en los que con testimonio Bíblico se ha celebrado la Eucaristía:

Año en que Año en el que Lugar Texto.
se escribió se celebro
70 30 Antioquia-Siria Mt 26,26-30
70 30 Roma Mc 14, 22-25
80 30 Antioquia- Siria Lc 22,14-23
90 30 Palestina Jn 6, 26-71
80 30 Antioquia- Siria Lc 24, 13-35
90 35 Jerusalén Hch 2,42-47
56 50 Corinto 1cor 11,18-34.
50 Tesalónica 1Te 5,16-22; 1,2; 2,13
65 Colosas Col 3, 12-17
56 Filipos Fil 4,6
62 Efeso Ef 5, 15-20
90 50 Tróade Hch 20,11
90 56 Malta Hch 27,35
85 65 Efeso 1Tim 2,1-2


EUCARISTÍA Y TEOLOGÍA.


LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY

La Eucaristía es verdadero y propio sacramento que constituye una verdad de fe declarada por el Magisterio de la Iglesia. Se deduce del hecho de que en ella se cumplen las notas esenciales de los sacramentos de la Nueva Ley:

a) El signo externo, que son los accidentes de pan y vino (materia) y las palabras de la consagración (forma).

b) Para conferir la gracia, como afirma el mismo Cristo: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Juan 6,54), es decir, la gracia, que es la incoación de la vida eterna.

c) Instituido por Cristo en la Última Cena, como consta repetidamente en la Escritura: "Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Y tomando el cáliz y dando gracias, se los dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre, que será derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mateo 26,26-28). Este pasaje lo recogen también San Marcos (14,22-25), San Lucas (22,19-20) y San Pablo (1Cor 11,23-26).

La Presencia real, corporal y substancial de Jesús en la Eucaristía, fue profetizada por el mismo Señor antes de instituirla, durante el discurso que pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm, al día siguiente de haber hecho el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces:

"En verdad, en verdad os digo, Moisés nos dio el pan del cielo; es mi Padre quien os dará el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es Aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo. Le dijeron: "Señor, danos siempre este pan". Les respondió Jesús: Yo soy el pan de vida...Si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo" (Juan 6,32-34, 51).

EL SIGNO EXTERNO DE LA EUCARISTIA

La materia para la confección de la Eucaristía es el pan de trigo y el vino de la vid. Esta es una verdad de fe, definida en el Concilio de Trento.

La seguridad de la materia proviene de la utilización por parte de Cristo de ambos elementos durante la Última Cena: Mateo 26,26-28; Marcos 14,22-25; Lucas 22,19-20; 1Cor 11,23-26.

VALIDEZ

Para la validez del sacramento se precisa:

• Que el pan sea exclusivamente de trigo (amasado con harina de trigo y agua natural, y cocido al fuego), de modo que sería materia inválida el pan de cebada, de arroz, de maíz., o el amasado con aceite, leche, etc.

• Que el vino sea de la vid (del líquido que se obtiene exprimiendo uvas maduras, fermentado); sería materia inválida el vino agriado (vinagre), o cualquier tipo de vino hecho de otra fruta, o elaborado artificialmente.


LICITUD

Para la licitud del sacramento se requiere:

• Que el pan sea ácimo (no fermentado, hecho recientemente, de manera que no haya peligro de corrupción).

• Que al vino se le añadan unas gotas de agua. El mezclar agua al vino era práctica universal entre los judíos, y seguramente así lo hizo Jesucristo, y también entre griegos y romanos.

• La forma son las palabras con las que Cristo instituyó este sacramento: "Esto es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre..."

El Concilio de Trento enseña que, según la fe incesante de la Iglesia, "inmediatamente después de la consagración, es decir, después de pronunciadas las palabras de la institución, se hallan presentes el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre del Señor".

LOS EFECTOS DE LA RECEPCION EUCARISTICA

Los efectos que la recepción de la Eucaristía produce en el alma, son los siguientes:

• Aumento de la gracia santificante: La Sagrada Eucaristía es capaz de producir por sí misma un aumento de gracia santificante mayor que cualquier otro sacramento, por contener al mismo Autor de la gracia. Por eso se puede decir que, al ser la gracia unión con Cristo, el fruto principal de la Eucaristía es la unión íntima que se establece entre quien recibe el sacramento y Cristo mismo. Tan profunda es esta mutua anexión de Cristo en el alma y de ésta en Aquél, que puede hablarse de una verdadera transformación del alma en Cristo.

• Gracia sacramental específica: La gracia sacramental específica de la Eucaristía es la llamada gracia nutritiva, porque se nos da a manera de alimento divino que conforta y vigoriza en el alma la vida sobrenatural.

• Perdón de los pecados veniales: También se perdonan los pecados veniales, alejando del alma la debilidad espiritual. Los pecados veniales, en efecto, constituyen una enfermedad del alma que se encuentra débil para resistir al pecado mortal.
• Prenda de vida eterna: De acuerdo a las palabras de Cristo en Cafarnaúm, la Eucaristía constituye un adelanto de la bienaventuranza celestial y de la futura resurrección del cuerpo: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6,54).

NECESIDAD DE LA EUCARISTIA

Se ha dicho que el único sacramento absolutamente indispensable para salvarse es el Bautismo: si un niño recién bautizado muere, se salva, aunque no haya comulgado. Sin embargo, para un bautizado que ha llegado al uso de razón, la Eucaristía resulta también requisito indispensable, según las palabras de Jesucristo: "Si no coméis la Carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros" (Juan 6,53).

Además Santo Tomás de Aquino señala la preeminencia de la Eucaristía sobre todos los demás sacramentos:

- Por su contenido: en la Eucaristía no hay, como en todos los demás, una virtud otorgada por Cristo para darnos la gracia, sino que es Cristo mismo quien se halla presente; Cristo, fuente de todas las gracias.
- Por la subordinación de los otros seis sacramentos a la Eucaristía, como a su último fin: todos tienden a disponer más convenientemente al alma a la recepción de la Eucaristía.
- Por el rito de los otros sacramentos, que la mayor parte de las veces se completan con la Eucaristía.
- En correspondencia con ese precepto divino, la Iglesia ordena en su tercer mandamiento, que al menos una vez al año y por Pascua de Resurrección, todo cristiano con uso de razón debe recibir la Eucaristía. También hay obligación de comulgar cuando se está en peligro de muerte: en este caso la comunión se recibe a modo de Viático, que significa preparación para el viaje de la vida eterna.

Esto, sin embargo, es lo mínimo, y el precepto ha de ser entendido; la Iglesia desea que se reciba al Señor con frecuencia, incluso diariamente.


EL MINISTRO DE LA EUCARISTIA

"Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo"

La validez de la confección de la Eucaristía depende, por tanto, de la validez de la ordenación: consagrar es tarea propia y exclusiva del sacerdocio ministerial.

La prueba que ofrece la Escritura es concluyente: el encargo hecho por Cristo en la intimidad del Cenáculo a sus Apóstoles y a sus sucesores "Haced esto en memoria mía" (Lc 22,19; 1Cor 11,24), va dirigido exclusivamente a ellos, y no a la multitud de sus discípulos.
EL SUJETO DE LA RECEPCION DE LA EUCARISTIA

Todo bautizado es sujeto capaz de recibir válidamente la Eucaristía. Aunque se trate de un niño, para la recepción lícita o fructuosa se requiere; Estado de gracia, y la intención recta, buscando la unión con Dios y no por otras razones.

La Iglesia (apoyándose en las duras amonestaciones del Apóstol Pablo para que los fieles examinen su conciencia antes de acercarse a la Eucaristía: 1Cor 11,27-29), ha exigido siempre el estado de gracia, de modo que si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente, no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.

Así como nada aprovecha a un cadáver el mejor de los alimentos, así tampoco aprovecha la Comunión al alma que está muerta a la vida de la gracia por el pecado mortal.

El pecado venial no es obstáculo para comulgar, pero es propio de la delicadeza y del amor hacia el Señor dolerse en ese momento hasta de las faltas más pequeñas, para que Él encuentre el corazón bien dispuesto.

La Comunión deberá ir precedida de una buena preparación y seguida de una conveniente acción de gracias.

Junto a las disposiciones interiores del alma, y como lógica manifestación, están las del cuerpo: además del ayuno, el modo de vestir, las posturas, etc., que son signos de respeto y reverencia.

Quien va a recibir la Santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos durante una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas.


FINES Y EFECTOS DE LA EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO:

La Santa Misa como reproducción que es del sacrificio redentor de la cruz, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos:

• Adoración: el sacrificio de la Misa rinde a Dios una adoración absolutamente digna de Él. Con una Misa le damos a Dios todo el honor que se le debe. Glorificación al Padre: con Cristo, en Cristo y por Cristo.

• Reparación: fin propiciatorio, reparación por los pecados.

• Petición: fin impetratorio. Pedir gracias y favores, pues la Misa tiene eficacia infinita de la oración del mismo Cristo.

A través de la Santa Misa recibe Dios, de modo infinito y sobreabundante, méritos remisorios de los pecados de vivos y difuntos.


CARACTERÍSTICAS DE LA PARTICIPACIÓN EN LA EUCARISTÍA

Cuando vamos a participar en la Eucaristía debemos prepararnos adecuadamente para poder participar con las debidas características y disposiciones. Estas deben ser:

• Externas: para el sacerdote consistirán en el perfecto cumplimiento de las rúbricas y ceremonias que la Iglesia señala. A los fieles se les pide respeto, modestia y atención para participar activamente.

• Internas: Identificarse con Cristo. Ofrecerle al Padre y ofrecerse a sí mismo en Él, con Él y por Él.

• Profunda: entrega total.

• Vital - Existencial: no de palabras solamente, sino de todos y cada uno de los actos de mi vida.

• Confianza ilimitada: tener confianza en la Bondad y Misericordia de Dios.

• Hambre y sed de comulgar: Esta es la que más afecta a la eficacia santificadora de la gracia, ensancha nuestra capacidad del alma y la dispone a recibir la gracia sacramental en proporciones enormes. La cantidad de agua que se coge de la fuente depende del tamaño de la vasija.



FRUTOS DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA

† Acrecienta la unión con Cristo: "quién come mi Carne y bebe mi Sangre, habita en mí y yo en él" (Jn 6,56.

† Fortalece el Espíritu: Lo que el alimento material produce en la vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en la vida espiritual. La comunión conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo.

† Separa del pecado: como el alimento sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana, tiende a debilitarse, y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Cuanto más se participa en la vida de Cristo y más se progresa en su amistad, tanto más difícil será romper con él por el pecado mortal.

† Entraña un compromiso a favor de los demás: para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregado por nosotros, debemos reconocer a Cristo en el prójimo, sobre todo en los más pobres y necesitados.

† Fortalece la unidad del Cuerpo místico. La Eucaristía hace a la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo, por ello mismo, Cristo une a todos los fieles en un solo cuerpo que es la Iglesia. La Comunión renueva, fortifica y profundiza la incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.



JESÚS Y LA EUCARISTÍA.

El mismo Cristo – después de la multiplicación de los panes – profetiza su presencia real, corporal y sustancial, en Cafarnaúm, cuando dice: “Yo soy el pan de vida…… Si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. (Jn. 6, 32-34;51)

Cristo, sabiendo que había llegado su “hora”, después de lavar los pies a sus apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20). Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del infinito amor de Jesucristo por el hombre.

El Concilio de Trento declaró como verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y propio sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de los sacramentos: el signo externo; materia (pan y vino) y forma; confiere la gracia; y fue instituido por Cristo.

Cristo deja el mandato de celebrar el Sacramento de la Eucaristía e insiste, como se puede constatar en el Evangelio, en la necesidad de recibirlo. Dice que hay que comer y beber su sangre para poder salvarnos. (Jn. 6, 54).

La Iglesia siempre ha sido fiel a la orden de Nuestro Señor. Los primeros cristianos se reunían en las sinagogas, donde leían unas Lecturas del Antiguo Testamento y luego se daba lugar a lo que llamaban “fracción del pan”, cuando fueron expulsados de las sinagogas, seguían reuniéndose en algún lugar una vez a la semana para distribuir el pan, cumpliendo así el mandato que Cristo les dejó a los Apóstoles.

Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en 1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, el mismo que se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II. La Eucaristía, aunque lo supera, tiene su contexto y raíces últimas en el Antiguo Testamento.

LA PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA

Por la fuerza de las palabras de la consagración, Cristo se hace presente tal y como existe en la realidad, bajo las especies de pan y vino y, en consecuencia, ya que está vivo y glorioso en el cielo al modo natural, en la Eucaristía está presente todo entero, de modo sacramental. Por eso se dice, por concomitancia, que con el Cuerpo de Jesucristo está también su Sangre, su Alma y su Divinidad; y, del mismo modo, donde está su Sangre, está también su Cuerpo, su Alma y su Divinidad.

La fe en la presencia real, verdadera y sustancial de Cristo en la Eucaristía nos asegura, por tanto, que allí está el mismo Jesús que nació de la Virgen Santísima, que vivió ocultamente en Nazareth durante 30 años, que predicó y se preocupó de todos los hombres durante su vida pública, que murió en la Cruz y, después de haber resucitado y ascendido a los cielos, está ahora sentado a la derecha del Padre.

Está en todas las formas consagradas, y en cada partícula de ellas, de modo que, al terminar la Santa Misa, Jesús sigue presente en las formas que se reservan en el Sagrario, mientras no se corrompe la especie de pan, que es el signo sensible que contiene el Cuerpo de Cristo.

La verdad de la Presencia real y sustancial de Jesús en la Eucaristía, fue revelada por Él mismo durante el discurso que pronunció en Cafarnaúm al día siguiente de haber hecho el milagro de la multiplicación de los panes: Juan 6,51-56.

Esa promesa de Cafarnaúm tuvo cabal cumplimiento en la cena pascual prescrita por la ley hebrea, que el Señor celebró con sus Apóstoles, la noche del Jueves Santo. Tenemos cuatro relatos de este acontecimiento: Mateo 22,19-20; Marcos 14,22-24; Lucas 22,19-20; y 1 Corintios 11,23-25.

Es imposible hablar de manera más realista e indubitable: no hay dogma más manifiesto y claramente expresado en la Sagrada Escritura. Lo que Cristo prometió en Cafarnaúm, lo realizó en Jerusalén en la Última Cena.

Las palabras de Jesucristo fueron tan claras, tan categórico el mandato que dio a sus discípulos: "Haced esto en memoria mía" (Lucas 22,19), que los primeros cristianos comenzaron a reunirse para celebrar juntos la "fracción del pan", después de la Ascensión del Señor a los cielos:

"Todos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión de la fracción del pan y en la oración" (Hechos 2,42).

"El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión con la Sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión del Cuerpo de Cristo?...Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga. De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor" (1Cor 10,16; 11,26-27).

El Magisterio de la Iglesia nos enseña que en el sacrosanto sacramento de la Eucaristía, se produce una singular y maravillosa conversión de toda la sustancia del pan en el Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino en la Sangre; conversión que la Iglesia católica llama aptísimamente "Transubstanciación".

La Transubstanciación se verifica en el momento en que el sacerdote pronuncia sobre la materia las palabras de la forma: Esto es mi Cuerpo...Esta es mi Sangre. De manera que habiéndose pronunciado, no existen ya ni la sustancia del pan ni la sustancia del vino: sólo existen sus accidentes o apariencias exteriores.

Se entiende por accidente, todo aquello que es perceptible por los sentidos, como el tamaño, la extensión, el peso, el color, el olor, el sabor, etc.

Jesucristo no se encuentra en la Hostia al modo de los cuerpos, que ocupan una extensión material determinada, sino al modo de la sustancia, que está toda entera en cada parte del lugar. Por ello, al dividirse la Hostia, está todo Cristo en cada fragmento de ella.

No está únicamente el Cuerpo de Cristo bajo la especie del pan, ni únicamente su Sangre bajo la especie del vino, sino que en cada uno se encuentra Cristo entero.

La doble consagración del pan y del vino fue realizada por Cristo para representar mejor aquello que la Eucaristía renueva: la muerte cruenta del Salvador, que supuso una separación del Cuerpo y de la Sangre. Por ello, el sacerdote consagra separadamente el pan y el vino.
LITURGIA DE LA EUCARISTIA.

SENTIDO DE SUS RITOS ESENCIALES

Dentro de la estructura de la Santa Misa se pueden distinguir estas partes esenciales:
Ritos de entrada.
Liturgia de la Palabra.
Liturgia Eucarística.
Rito de Comunión.
Ritos de conclusión o despedida.


Rito de entrada:

Tiene por finalidad constituir la asamblea y congregarla para que pueda recibir la palabra en espíritu de oración y disponibilidad para la conversión, y sus partes son:

† El canto de entrada: es la primera expresión de la fe y la unidad, pues le da el sentido a la celebración, sentido de alegría, en la que los hermanos se reencuentran entre ellos y con su Padre Dios, la finalidad del canto es acompañar la procesión de entrada.

† La entrada del presidente: Desde el siglo IV la entrada del celebrante en la basílica aparece acompañado de un cortejo solemne, rodeado de incienso y cirios, el Liber Pontificalis del papa Celestino I (422-431) se habla de un canto de entrada, se trata de un momento en que el pueblo se congrega para dar inicio a la celebración.

† Saludo al altar y a la asamblea: Rito que se practicaba desde el siglo III, se dice claramente que el obispo después de haberse recogido en oración besa el altar como gesto primero, una vez realizada la procesión de entrada junto con la señal de la cruz, expresa de modo claro la presencia del Señor, como primer protagonista de la celebración. Viene inmediatamente el saludo a la asamblea y la respuesta de estos.

Con el beso saludamos el altar que simboliza a Cristo, más aún: Cristo mismo es nuestro verdadero altar; por tanto, el beso al altar es el beso al mismo Cristo, aquí evocamos a la pecadora que besó y ungió los pies del Señor durante la comida en la casa del fariseo (Lc 37-50).

La solemne incensación del altar, acontece algo semejante de lo que pasó con la venida de Cristo a la tierra cuando los reyes magos entre sus regalos le trajeron incienso. Haciendo de la incensación un homenaje a Cristo, también con efecto purificador pues purifica el ambiente, invitando al hombre a limpiar su alma de todo lo que le apeste y a adquirir el buen olor de Cristo “Somos buen olor de Cristo”. (2cor 2,14).

El sacerdote se dirige a la sede, en donde en nombre del Señor va a presidir la asamblea celebrante. Hecha la señal de la cruz, saluda al pueblo con una de las formulas paulinas.

El saludo al pueblo “El señor este con vosotros” (Dominus Vobiscum), es un saludo del sacerdote al pueblo, todos los anteriores de una u otra forma eran saludos al Señor presente, este es al pueblo que como comunidad cristiana participa del sumo sacerdocio de Cristo. Este saludo es el mismo que Booz se dirige a sus segadores (Rut 2,4) y San Pablo a sus comunidades ”El Señor este con vosotros” (2Tes 3,16). La comunidad da un contra saludo “y con tu espíritu” (Et cum spiritu tuo), aquí la comunidad acepta la bendición del presidente y le desea lo mismo, esta se convierte en una jaculatoria que contiene todo lo que un cristiano puede pedir para sus sacerdotes: el Señor sea contigo, en tus labios para que anuncies la palabra, en tus pies cuando en su nombre vas a los hombres, en tu boca cuando das testimonio ante los pobres y los humildes, el Señor este con tigo ahora que vas a ser voz e instrumento de la celebración del Santo sacrificio.

† Acto penitencial: Ya en el siglo primero los textos como la Didache hablan de pedir perdón antes de ofrecer el sacrificio. Inicialmente se desarrollaba pidiendo perdón el sacerdote por sus pecados, luego en el siglo X llego a decirse incluso los pecados del pueblo, en 1570 fue cuando se adopto una formula penitencial con el salmo 42, recitado entero, ya en el misal actual fue cuando se recogieron los modelos que hoy tenemos. Este rito también se le denomina Confiteor, en el se halla el pensamiento de que no podemos acercarnos al altar sin estar reconciliados con nuestros hermanos, aquí reconocemos la grandeza de Dios Padre, la importancia de la virgen María, Madre de Dios cuya humildad, pureza, y fidelidad confunden nuestra soberbia, infidelidad e impureza, contemplamos a los Ángeles y santos que viendo su santidad solo podemos balbucir que hemos pecado mucho por pensamiento, palabra obra y omisión, ante esta majestuosa visión de Dios no nos queda mas que hacer un examen de conciencia, tan discreto y humilde que bien podemos considerarlo como el mas bello acto de contrición.

La suplica de la iglesia termina en la oración del Indulgentiam, que es un sacramental, opera en nosotros la indulgencia, el perdón y la remisión de nuestros pecados por la virtud de la cruz, cuyo misterio nos disponemos a celebrar. La imposición de manos, que ha pasado a ser signo de la cruz, nos asegura que el Señor crucificado, por la súplica de la iglesia, nos impondrá las manos para decirnos: “Ten confianza, tus pecados quedan perdonados”. Condición sin embargo, de este perdón es nuestro espíritu de contrición.

† Kyrie eléison: La cultura pagana lo utilizaba como un culto al sol, lo saludaban sus adoradores al nacer, con el grito Kyrie eléison. La Cristiandad toma ese grito y lo dirige a Cristo con el orgullo y a conciencia de que Cristo es el verdadero sol, de ahí que la aclamación del Kyrie equivale a la alabanza “Tú eres la luz verdadera”. Inicialmente se utilizó como un canto independiente, pero a finales del siglo VIII se determinó que el Kyrie se debía cantar tres veces y tres veces el Christe, cabe anotar que es una invocación dirigida a Cristo, el Kyrie glorioso (Rm 10,9; Fil) y no necesariamente tiene sentido penitencial.

Esta oración no era solamente un canto procesional sino también un rito de abrir, de iniciar la oración, convirtiéndose en un modo de comenzar la misa para los primeros cristianos, así pues el inicio del culto divino forma una unidad, con alabanzas cantamos a Dios y la continuamos con la aclamación del Kyrie, se intensifica con el gloria, el salmo, y el himno del aleluya que nos conduce ante el acatamiento del Padre.

† El gloria: Se trata de una especie de salmo no bíblico, compuesto al modo de los himnos neotestamentarios, procedentes de la iglesia primitiva. Este canto inicialmente habría sido compuesto para la liturgia de Navidad en la época de San León Magno (440-461), partiendo desde el evangelio de Lucas, por lo que inicialmente el Gloria sería un himno para navidad, que después se rezaba en los domingos y fiestas de los mártires, al principio solo por el obispo y luego por el presbítero que preside, según algunas fuentes del Siglo VIII, ya en siglo XIII fue cuando se prohibió su uso para algunos tiempos litúrgicos; los domingos de Adviento y de Cuaresma.

† La oración colecta: Se cree que fue introducida en épocas de san León Magno (440-461), el nombre de colecta responde al recogerse de los fieles ante la invitación del sacerdote a orar (“oremus”) en silencio y continuar con la oración misma del sacerdote recogiendo las intenciones de la asamblea entera, esta oración recoge el diálogo entre Dios y el hombre recordando la actuación de Dios en la historia de salvación.

Esta oración termina con la aclamación per Dominum nostrum Iesum Christum (Por nuestro Señor Jesucristo), viéndose claramente que quien en realidad se dirige al Padre en la oración es Nuestro Señor y Mediador Jesucristo.

Liturgia de la palabra

Está constituida y estructurada a manera de diálogo entre Dios y el pueblo: Dios habla a través de la ley y los profetas; el pueblo responde a Dios y medita la revelación; Dios habla a través de los apóstoles; El pueblo aclama a Cristo maestro, Cristo mismo revela la Palabra del Padre; el sacerdote, sacramento de Cristo aplica y explica el mensaje al pueblo de Dios; el pueblo de Dios acepta esa manifestación de Dios en el Credo y finalmente ora pidiendo al padre la aplicación universal de esa redención anunciada en la palabra. Está constituida por:

† Las lecturas: La Biblia fue el primer libro litúrgico durante los tres primeros siglos, donde probamente se realizaba una Lectio continua, parece que pronto se extendió la costumbre de seguir un orden de lecturas: primero los profetas, luego las memorias de los apóstoles, que hoy conocemos como libro de los Hechos, las cartas paulinas y católicas, y finalmente el evangelio. En siglo VI se encuentra una primera organización de textos litúrgicos en libros que se denominaron “Comes, Leccionarios, evangeliarios, capitulares. En el siglo XI aparece ya un libro ordenado de lecturas propias organizados según un calendario, para las lecturas se le llamo leccionario y para el evangelio Evangeliario, incluso se pedía que la epístola fuera leída al lado sur o derecho del altar mientras que el evangelio al lado norte o izquierdo; por lo que las lecturas se redujeron a dos. Fue con el concilio Vaticano II que se aumentó el número de lecturas a tres; (Antiguo testamento, Hechos o cartas, evangelio) y se organizó el leccionario con tres ciclos de lecturas para tres años, denominados con las letras A, B, C, también un leccionario festivo y el de los tiempos fuertes, escogiendo las lecturas apropiadas para cada fiesta.

En cuanto a la proclamación de las lecturas lo hace por lo general un lector instituido y el evangelio un diácono, la liturgia rodea a la proclamación del evangelio de gran importancia, comenzando por el canto del Aleluya tradicional en la iglesia desde el siglo VI, la procesión con luces e incienso común desde la época de San Jerónimo (Siglo IV), el silencio y la posición de pie, las palabras que acompañan y el beso del sacerdote, junto con la respuesta del pueblo; revistiendo este momento de gran solemnidad.

El salmo interleccional: Este tiene por finalidad expresar el diálogo de Dios que habla a través del texto bíblico con el pueblo que responde aclamándole, inicialmente era acompañado de unas aclamaciones cantadas que hoy denominamos secuencias incluso hasta el siglo XII, el misal de Pío V las suprimió conservando únicamente la de Pascua, Pentecostés, Corpus Christi y difuntos.

† Canto interleccional – Aleluya: antes de la proclamación del evangelio se canta el aleluya (excepto en cuaresma), este canto es la repuesta meditada del fiel a la palabra de Dios que ha escuchado, es la preparación gozosa al anuncio de la palabra del evangelio.

† La homilía: Es el modo como desde siempre se actualiza la palabra de Dios aplicándola a la asamblea, y corresponde a quien preside la celebración, adaptada a necesidades concretas se convierte en catequesis y evangelización, se distingue por ser al mismo tiempo explicación de la palabra proclamada, implicación de la palabra en lo que se celebra y aplicación a la vida de la comunidad. Normalmente de debe pronunciar desde la sede o desde el ambon.

† El silencio: El silencio contemplativo, el recogimiento, también pertenece a la liturgia de la palabra, necesario para mantener, sin apresuramientos, ese diálogo fiel con Dios. Es el silencio sagrado al que debemos responder y al que debemos educarnos.

† Credo o profesión de fe: Esta pieza de la liturgia entró tardíamente a formar parte de la Eucaristía, fue el emperador Enrique II quien le pidió al papa Benedicto VIII su introducción (1012-1024), pero sólo a partir del siglo XII fue aceptado en toda la Iglesia, esto se daba en occidente pues en la iglesia de Oriente se introdujo desde el mismo concilio de Nicea en el año 325. En el credo se evoca la profesión que realizamos en el día de nuestro bautismo, ya que la renovamos en cada celebración creyendo en la palabra y en lo que se predica. Sólo se dice los domingos y las solemnidades del año o en las fiestas de importancia. Su finalidad es que el pueblo de una respuesta a la palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía, y traída a la memoria antes de empezar la liturgia Eucarística.

† La oración universal: Inicialmente se utilizó en la oración solemne del Viernes Santo que incluían la invitación, el silencio, la oración y el amén, su origen se puede situar en le siglo V, aunque en la edad media desapareció y se vino a restituir después del Concilio de Trento (1545-1556).

Este es el elemento conclusivo de la liturgia de la palabra, en la que el pueblo ejercitando su sacerdocio ruega por todos los hombres, la oración universal consta de invitación – preces - oración conclusiva, y sigue la estructura de orar por la iglesia, los gobernantes, los necesitados y la comunidad local.

Liturgia eucarística

Esta es el culmen de la celebración eucarística, en la antigüedad se le llamó Eucaristía para señalar el aspecto de acción de gracias, mas tarde se le llamó oración de Oblación, acción de sacrificio o anáfora, para darle el sentido de sacrificio, a partir del siglo V se le dio el nombre de Canon, después del Concilio Vaticano II se le llamo Plegaria Eucarística, pues es una acción de gracias y una alabanza. Sus partes son:

† Presentación de los dones: Desde comienzos de la vida Cristiana las comunidades realizaban en sus ceremonias la presentación de los dones; pan y vino, que son llevados durante la ofrenda al altar, en este rito se une de modo perfecto la ofrenda cósmica, que equivale a los dones materiales, la ofrenda personal que equivale a la vida de cada uno de los participantes y la ofrenda social que simboliza la entrega y solidaridad por los demás.

El pueblo acompaña esta acción con el canto de ofertorio que se introdujo desde las épocas de San Agustín de Hipona, tiene por motivo acompañar y preparar la ofrenda. Luego el sacerdote ofrece el pan. Sigue el acto de preparar el vino y el agua en el cáliz, que mezclados representan la doble naturaleza de Cristo; verdadero Dios y verdadero hombre. Prosigue la incensación de los dones, en el que se pide que “suba al Señor, mi oración como incienso a tu precedencia”; cuando se incesa al presidente, a los con celebrantes y a la asamblea, no tiene por objeto honrarlos ni rendir homenaje sino predicar, a todos y a cada uno la purificación, anuncia la amorosa presencia de Dios que ha de envolvernos y prendernos para ese sagrado momento. Se continúa con el lavatorio de las manos del sacerdote, que era un viejo rito de oración cristiana en le que antes de ponerse el sacerdote sus ornamentos se lavaba las manos para preparase así a la mas sublime de las oraciones, se advierte que la gran oración Eucarística ha de comenzarse con las manos puras y mas aún con el corazón puro, esto pide que las manos que van a tocar el Cuerpo del Señor han de mantenerse puras y libres de toda mancha. Culmina el rito con la invitación a orar (Orate Fratres) y para que la presentación de los dones sea agradable a Dios, el pueblo pide que Dios reciba de las manos del sacerdote la ofrenda que el mismo pueblo ha depositado en manos del sacerdote, para que éste como ministro y en nombre de la comunidad las ofrezca a Dios.

† Plegaria Eucarística: Desde los primeros siglos de cristianismo existía para occidente una formula común, llamado canon Romano, hoy conocida como plegaria I . En 1968 se publicaron tres plegarias más y desde 1973 las Conferencia Episcopales se dieron al trabajo de promover variedad y adaptación, siempre con la aprobación de la Santa Sede, para seguir en unidad y vivir la eclesialidad.

En 1974 aparecieron las tres plegarias eucarísticas para misas con niños y dos sobre la reconciliación en 1975 con motivo del año santo, el sínodo de Suiza preparó una plegaria con cuatro variantes (1974), la Conferencia Episcopal de Bélgica organizó una en 1976 titulada “Dios nuestro Padre”, y con motivo del congreso Eucarístico internacional en Manaos (Brasil) se preparo otra plegaria, finalmente en Canadá se preparó una para la celebración del matrimonio.

En la plegaria se da gracias a Dios por la obra de la salvación y por sus dones, el pan y el vino. Se pide la presencia del Espíritu Santo para que las convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, repitiendo las mismas palabras que Jesús pronunció en la Última Cena.

Esta plegaria Eucarística recibe también el nombre de anáfora, nombre que utilizan las iglesias católicas orientales, toda plegaria eucarística tiene en común estos elementos:

• Diálogo inicial o prefacio: por el que se invita a los fieles a dar gracias Dios de un modo gozoso. Es un diálogo que prepara el ánimo y la participación, dando la clave de la acción que se va a realizar.

• Sanctus: Inicialmente no pertenecía a la plegaría eucarística, la incluyó el papa Sixto (530) su origen esta muy claro, procede del texto de Is 6,3. El santo pretende cantar el reconocimiento que el creyente hace a la grandeza y santidad de Dios.

• Acción de gracias o transición a la epíclesis: Es el llamado prefacio, en el se recuerda la historia de la salvación y se da gracias a Dios por ello. Esta pieza varía según los diferentes tiempos litúrgicos, permite recordar los diferentes aspectos del misterio de salvación, centrado siempre en Cristo, por lo general se desarrolla y ha ce una paráfrasis del santo anterior.

• Epíclesis: es la invocación a Dios Padre para que por medio del Espíritu Santo, santifique y transforme los dones del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, y para que quienes participamos de estos dones gocemos de los frutos de la unidad y la caridad. La epíclesis siempre presenta su estructura basada en la acción de la Santísima Trinidad.

• Relato de la institución: no se trata de una repetición o citación de la Escritura, sino mas bien de un relato libre en dependencia de lo que dice la Escritura, esto se manifiesta en las añadiduras “dándote gracias”; “Levantando los ojos hacia Ti” y “en sus santas y venerables manos”; hace referencia también el agua mezclada con el vino o la bebida de la copa; y una evocación diferente de la cena y del momento pascual utilizando las palabras “la víspera de su pasión, reunido con sus discípulos, antes de pasar del mundo al Padre”.

• Anámnesis: Es el recuerdo y la actualización del misterio pascual de Cristo, expresado con las palabras; memorial, memoria, conmemoración y se explicita en la encarnación, pasión, muerte, sepultura, resurrección, descenso a los infiernos, ascensión.

• Segunda epíclesis u oblación: Está unida a la anámnesis, pues explicita que se trata del memorial de un sacrificio que se actualiza en cada celebración, y que es ofrecido al Padre, unido a un único sacrificio; el sacrificio de Cristo Nuestro Señor, de la Iglesia y de los cristianos. En la plegaria uno se recuerda este sacrificio unido al antiguo Testamento con Abraham y Melquisedec.

• Conmemoración de los santos: Este es el contenido escatológico de la Eucaristía: ya que el efecto salvador que da la eucaristía se nos va aplicando en esta vida, pero tendrá su plenitud en el cielo. Por eso se hace la conmemoración de los santos del cielo: el cristiano ve en ellos el plan de salvación de Dios, que nos conduce siempre a la participación plena de la resurrección de su Hijo.

• Las intersecciones: Inicialmente no pertenecían a la plegaria eucarística, se distinguen tres aspectos: la intersección por quienes han aportado el pan y el vino (ofrenda) para la eucaristía, la intersección por lo diferentes miembros de la Iglesia: jerarquía, pueblo de Dios, neófitos..., la intersección por quienes han coronado su peregrinación en la tierra, pertenecen a la iglesia celeste y se cuentan entre los santos: María, Apóstoles, Mártires..., en la intersecciones se expresa la comunión de la Iglesia en un mismo sacrificio de salvación.

• La doxología final: Todas las plegarias Eucarísticas terminan con una gran doxología Trinitaria, desde tiempos memoriales era costumbre elevar el pan y el cáliz, pidiéndose una respuesta a la asamblea con el amén.


Rito de comunión

Manifiesta la unidad de los fieles, que reciben el Cuerpo y la Sangre del Señor. Del mismo modo que los Apóstoles los recibieron de manos de Jesús, aquí el pueblo cristiano participa de los beneficios salvadores del Misterio Pascual, sus partes son:

† Padre nuestro: Inicialmente en algunas liturgias este pieza se encontraba antes de la plegaria, posteriormente en otros lugares era solamente reservada al sacerdote y en ocasiones el pueblo se unía con el amén después de cada petición. Generalmente el Padre nuestro termina con un embolismo “Líbranos Señor...” e iniciaba con una pequeña introducción “praeceptis salutaribus moniti - fieles a la recomendación del salvador...”, esta oración es considerada la preparación más excelente a la comunión, pues tiene un carácter reconciliador y perdonador.

† El rito de paz: en los primeros tiempos el beso de la paz venía realizado antes de comenzar la liturgia eucarística, el Papa Inocencio tomando a San Agustín es quien coloca el rito de la paz después del Padre nuestro, mientras se canta el agnus Dei (Cordero de Dios).
† Cordero de Dios: Se introdujo en la Iglesia entre los años 687 – 701, cuando el Papa Sergio I, no acepto el sínodo de Trulla convocado por el emperador de Bizancio, quien además pretendía desterrar al papa, intento que fracasó. En este sínodo se prohibía representar a Cristo como cordero, es entonces cuando el papa manda que se cante el Agnus Dei (Cordero de Dios) en la fracción del pan, este canto tiene un trasfondo de protesta hecha oración y canto. Este canto recuerda que la eucaristía es una comida pascual, además de tener recuerdo bíblico en Is 53, 7 “Se ofreció porque él quiso y no abrió la boca., Fue llevado como cordero al matadero y como cordero callaba cuando lo trasquilaba,” pero sobre todo esta fundamentada en las palabras de Juan el Bautista “He ahí al cordero de Dios que quita el pecado del mundo”Jn 1,29.

† La fracción del pan: Este rito inicialmente era sencillo y practico, pues permitía repartir el pan, de ahí se dio el nombre a la Eucaristía de Fracción del pan. Parece que el fermento o trozo de pan consagrado que el papa enviaba a quienes no podían participar en su misa (presbíteros) y tenían que celebrar en las pequeñas iglesias o comunidades de la época en Roma llamadas Iglesias titulares, este trozo de pan tenían que ponerlo en el cáliz en le momento de la pax Domini (que equivalía al momento de la paz). Posteriormente se colocaba dentro del cáliz en el momento del Agnus Dei (Cordero de Dios), mientras los obispos y presbíteros presentes partían el pan para la comunidad.

† Invitación al banquete de Cristo: En el siglo VI, se consideraba que el momento de la comunión era exclusivo para quienes iban a comulgar por tal razón se hacía una invitación, antes por lo general consistía en la frase “Las cosas santas para los santos”, esto para las iglesias de oriente. Para las iglesias de occidente hasta en el siglo XII con Pío V que aparece la formula “Ecce Agnus Dei qui tollit peccata mundi” (Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo) posteriormente se añadió la formula “dichosos los invitados a esta cena”, el pueblo se une a la aclamación del centurión (Lc 7,6-7) “Señor no soy digno de que entres a mi casa.... pero una palabra bastara para sanarme”, actualizamos la expresión del centurión que recuerda nuestra indignidad para recibir el cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, pero recordamos que es por su bondad y por su palabra que Él sana nuestra vida.

† La comunión de los fieles: es el momento en que el fiel se acerca a recibir a Jesús en su Cuerpo y en su Sangre, antiguamente estaba acompañada de la formula ”Corpus Domini nostri Iesu Christi custodiat animam tuam in vitam aeternum (El cuerpo de nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna) hoy solamente está acompañada de la formula Corpus Christi (Cuerpo de Cristo), se pide que se responda con la palabra amén que indica la acogida y la profesión de fe e n aquello que se recibe.

La comunión de las dos especies indica la participación de los fieles mas plena, que la Iglesia propone para determinadas fiesta especiales, al contrario de lo que sucedía antes no se obliga a recibir la comunión en la boca sino que se puede recibir en la mano según lo estime las conferencias episcopales de cada país.

† Silencio y oración: Se ha realizado el mayor milagro, por tanto ahora que se ha recibido a Cristo en su Cuerpo y en su Sangre se llega a un momento fuerte de contemplación y de adoración para unirnos más a Él.

En la oración después de la comunión se da gracias y se alaba a Dios por el don de la Eucaristía, pidiéndole que sean eficaces en nosotros sus dones, de manera que transformando nuestra vida podamos participar un día del banquete en el cielo.


Ritos de despedida

† Saludo y bendición: existen dos formulas, la primera llamada “Orati super populo” (oración sobre el pueblo) esta bendición sobre el pueblo recibe este nombre porque se nos pide inclinar la cabeza. Tiene tres peticiones a las que el pueblo responde amén y finalmente se da la bendición Trinitaria, la segunda formula simplemente se da la bendición Trinitaria y al tiempo se traza la cruz sobre la asamblea

† Despedida: Este despedida inicialmente consistía en un anuncio de que la celebración ha terminado “Ite, missa est” (La misa ha terminado), actualmente se utiliza la formula podéis ir en paz que igual que la primera significan el envío del pueblo.


Debemos considerar la Eucaristía como una acción de gracias y alabanza al Padre, Memorial del Sacrificio de Cristo y de su Cuerpo y Presencia de Cristo por el poder de su Padre y de su Espíritu.

"Jesús se esconde en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con Él. Al decir sin mí no podéis nada, no condenó al cristiano a la ineficacia, ni le obligó a una búsqueda ardua y difícil de su Persona. Se ha quedado entre nosotros con una disponibilidad total".

Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la adoramos escondida en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura de Dios" (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa No. 153).

La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía "mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo".

DE LA PARTICIPACIÓN EN LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA.


Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y debe ser admitido a la sagrada comunión. Para que pueda administrarse la santísima Eucaristía a los niños, se requiere que tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción.

Puede, sin embargo, administrarse la santísima Eucaristía a los niños que se hallen en peligro de muerte, si son capaces de distinguir el Cuerpo de Cristo del alimento común y de recibir la comunión con reverencia.

Los padres en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa confesión sacramental, con este alimento divino; corresponde también al párroco vigilar para que no reciban la santísima Eucaristía los niños que aún no hayan llegado al uso de razón, o a los que no juzgue suficientemente dispuestos.

No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave. Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes.

Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe. Se aconseja encarecidamente que los fieles reciban la sagrada comunión dentro de la celebración eucarística; sin embargo, cuando lo pidan con causa justa se les debe administrar la comunión fuera de la Misa, observando los ritos litúrgicos.

Todo fiel, después de la primera comunión, está obligado a comulgar por lo menos una vez al año. Se debe administrar el Viático a los fieles que, por cualquier motivo, se hallen en peligro de muerte.

No debe retrasarse demasiado el Viático a los enfermos; quienes ejercen la cura de almas han de vigilar diligentemente para que los enfermos lo reciban cuando tienen aún pleno uso de sus facultades. Los fieles pueden participar en el Sacrificio eucarístico y recibir la sagrada comunión en cualquier rito católico.






MARÍA MUJER EUCARISTICA

Puesto que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la Palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como esta. Repetir el gesto de Cristo en la última Cena, en cumplimiento de su mandato: “¡Hagan esto en conmemoración mía!”, se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a obedecer sin titubeos: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). Con la solicitud materna que muestra en las bodas de Cana, María parece decirnos: “No duden, fíense de la palabra de mi hijo. Él que fue capaz de transformar el agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su pascua, para hacerse así pan de vida”.


María Sagrario Eucarístico

En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que esta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios, la Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies de pan y vino, el cuerpo y la sangre del Señor.
María, promotora de la fe Eucarística

“Feliz la que ha creído” (Lc 1,45): María ha anticipado también en el misterio de la Encarnación la fe eucarística de la Iglesia. Cuando, en la visitación, lleva en su seno al verbo hecho carne, se convierte de algún modo en “tabernáculo”, el primer tabernáculo de la historia donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como “irradiando” su luz a través de los ojos y la voz de María. Y la mirada embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión Eucarística?

En la Eucaristía recibimos a María como madre nuestra

“Hagan esto en recuerdo mío” (Lc 22,19). En el “memorial” del calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado ha cabo en su pasión y muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su madre para beneficio nuestro. En efecto, le confía al discípulo predilecto y, en él, le entrega cada uno de nosotros: “¡He aquí a tu hijo!”. Igualmente dice a todos nosotros: “¡He aquí a tu madre!” (Jn 19, 26.27). Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros a ejemplo de Juan a quien una vez nos fue entregada como madre, significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su madre y dejándonos acompañar por ella. María esta presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones Eucarísticas.


María, ejemplo de fe en el sacrificio Eucarístico

En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnifica en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama “mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi salvador”, lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre “por” Jesús, pero también lo alaba “en" Jesús y “con” Jesús. Esto es precisamente la verdadera “actitud eucarística.


REFLEXIÓN PASTORAL DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA

La reflexión que se ofrece a continuación es un instrumento de formación, que parte de una practica, de un compromiso para la liberación del pueblo pobre, pero amado por Dios.

Se aborda una relectura del sacramento de la Eucaristía. Relectura porque, al leer este sacramento con los ojos del pueblo sufrido de nuestra querida patria Colombia, se puede exclamar con, Mons. OSCAR ROMERO: “La gloria de Dios es la vida del pobre”.

Esta ayuda no pretende abordar todas las dimensiones pastorales del sacramento de la Eucaristía, ni tampoco tiene la intención de ser un comentario bíblico exegético del tema. El valor de esta reflexión pastoral se debe a que es fruto del contacto con tantas personas en la pastoral, que como el apóstol Pablo, gritan en alta voz la fuerza de este sacramento tan grande en la transformación de la sociedad y el afán por vivir una vida eucaristizada, es además una reflexión, que se coloco a disposición de todos ustedes, con el fin de ir concretando todos juntos, a través de la denuncia y del anuncio, el Reino de Dios, presente desde ya en nuestra historia.

Nacimos en una sociedad en la que nuestros padres nos obligaron a ir a Misa los domingos y días festivos. Crecimos y nos acostumbramos a ir a Misa. Pero sabemos, ¿por qué vamos a Misa y por qué comulgamos? Casi siempre el sentido de un acto está unido a su origen; ¿se desvío el sentido de la celebración eucarística de su objetivo primordial?

Al comienzo del cristianismo, alrededor de la mesa se repartía el pan, y en la mesa y en el compartir el pan sé hacia viva y real la presencia de Jesús en cada uno de sus seguidores. Con el correr del tiempo esto se convirtió para algunos en un mero precepto y acto institucional.

El gesto de alimentarse todos con el mismo pan, para que todos vivamos en unidad, en la búsqueda del Reino presente en la historia, en la practica pasa simplemente a ser una devoción particular, que tiene muchas veces el carácter de obligación.

Para Jesús la última Cena fue también la primera. Él dio el pan y el vino diciendo: “Esto es mi cuerpo”. “Esta es mi sangre”. No era simplemente un rito. No se trataba de dar su cuerpo espiritualizado, sino su propia carne como pan (alimento) que se reparte en la mesa. Entregaba su cuerpo como consecuencia de ese cuerpo que implica una transformación de la sociedad, es decir, una sociedad que fuera la expresión del Reino de Dios: fraterna, justa, misericordiosa, igualitaria, etc. Comprendo, entonces, que en esta comida se entregue el nuevo mandamiento, “el amor a los enemigos”. El paso de una sociedad en la que el pan es de pocos a otra sociedad en la que el pan esta en la mesa para todos, es un proceso duro y difícil. Exige mucha lucha. Sin lucha es difícil el pan en abundancia. Y no se trata de invertir el orden (desorden) y negar el pan a los que ahora lo tienen. El Reino es abundancia para todos.

Por eso su cuerpo fue maltratado, torturado, y su sangre derramada. A partir de entonces, la Eucaristía tomo sentido de donación. Se da el propio cuerpo, la vida, por la justicia, por la paz, por los oprimidos. Tener la Eucaristía como centro de nuestra vida hoy es, justamente, reunirse alrededor de la mesa.

Dar la vida para que muchos otros tengan en abundancia significa ponerse al lado de los trabajadores contra la obediencia pregonada por el sistema. Significa romper con la “caridad” y el paternalismo del capitalismo, en el que el pobre es ejercito de reserva, mano de obra barata, mercancía: se le llama bandido, vagabundo, o, por mucho, digno de recibir limosna porque pide por el amor de Dios.

La Eucaristía es el sacramento de la Redención; sacramento del sacrificio de Jesucristo. Por eso, al optar por este tipo de análisis, es evidente que los resultados, sin menospreciar los vistos, son otros; lo que viene a enriquecer todavía más la reflexión pastoral respeto de este sacramento. La reflexión en el ámbito sociológico, es vital, puesto que la situación de Colombia es una situación de muerte con apariencia de vida. En esta historia Dios habla por medio de su Hijo, en la celebración de la Eucaristía. Y, al hablar, nos hace responsables de la realización de esa salvación.

Para entender bien todo esto es necesario conocer y comprender la pascua de Jesús. Jesús era judío. Los judíos acostumbraban celebrar una fiesta cada año, al comienzo de la primavera. Esta fiesta se llamaba Pascua.

La pascua judía era una fiesta donde se celebraba la liberación de Egipto. Antes, eran “esclavos” del Faraón; tenían que trabajar duramente, muchas horas. La Sagrada Escritura nos cuenta la historia de este pueblo. (Ex 1,11-22). Pero YHWH viene a liberarlo por medio de Moisés, (Ex 3, 6-8) “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído su clamor que le arranca su opresión y conozco sus angustias. He descendido para liberarlo de la mano de los egipcios, sacarlo de aquella tierra y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel”.

Los profetas siempre llamaron la atención del pueblo hebreo para que no separaran la fe de la vida. Fe y vida debían estar siempre muy unidas. Ya en aquel tiempo, consciente o inconscientemente, se leía la palabra de Dios para sostener y servir de apoyo a una sociedad en la que los únicos privilegiados eran siempre una minoría. Los profetas acompañaban la lucha del pueblo, en un esfuerzo por transformar la realidad de injusticia, el mar de sufrimientos en que se encontraba la vida del pobre. En la noche de la salida de Egipto, los israelitas se reunieron para dar gracias a YHWH.

“El día diez de este mes provéase toda cabeza de familia de un cordero, un cordero por casa. Lo guardareis hasta el día catorce de este mes; entonces todo Israel lo inmolará entre dos luces. Luego tómese de la sangre y úntese los postes y el dintel de las casas en que se ha de comer. Se comerá la carne esa misma noche; se la comerá asada al fuego, con panes ácimos y hiervas amargas. Lo habréis de comer así: ceñidos los lomos, calzados los pies, báculo en mano. Lo comeréis deprisa, porque es la pascua de YHWH. Esa noche pasare por la tierra de Egipto y matare a todos los primogénitos de Egipto, tanto de los hombres como de los animales. Y castigare a todos los dioses de Egipto. ¡Yo, YHWH! La sangre servirá de señal en las casas donde estéis; al ver Yo la sangre, pasaré de largo y no habrá entre vosotros plaga de muerte, cuando hiera la tierra de Egipto. Este día será memorable para vosotros y lo celebrareis como fiesta de YHWH, como institución perpetua de generación en generación. Durante siete días comeréis pan ácimo; desde el primer día quitaréis la lavadura de vuestras casas, porque el que en estos días comiere pan fermentado será borrado de Israel” (EX 12,3.6-8.11-15).

Podemos preguntarnos: ¿Por qué el cordero?, ¿por qué el pan ácimo?, ¿por qué la hierbas amargas?

Los hebreos ofrecían a Dios los frutos de la tierra. Era un modo agradecer a Dios por lo que habían recibido. Es más o menos como nosotros que damos regalos a personas que amamos.

Los animales eran sacrificados, asados y divididos en partes iguales. Una parte se ofrecía a Dios, otra al sacerdote y otra a los miembros de la familia. Todos los que se sentaban a la mesa comían. A todos se les tenía en cuenta. La fiesta era grande y se celebraba con mucha alegría, porque Dios estaba con ellos y ellos con Dios.

El pan sin fermento no es un pan agradable, es un “pan de aflicción” (Dt 16,3). La salida de Egipto significaba el comienzo de una nueva vida. Y el pueblo tenía que recordar los tiempos de la esclavitud para no volver a caer en ella. Este es también el sentido de las hierbas amargas.

Al salir de Egipto el pueblo judío siguió recordando este acto (pascua). En esa fiesta comen, beben, danzan para celebrar la victoria obtenida y, sobre todo, para no olvidar: lo que Dios hizo con su pueblo (los liberó de la esclavitud), que no debían apartarse más de Dios ni construir sistemas e ídolos opresores (Dt 6,4-9).

Dicen que el que no conozca la historia esta condenado a repetirla, pero a veces conociéndola también nos equivocamos por nuestra terquedad, y eso fue justo lo que le paso al pueblo de Israel, se aleja de Dios y es invadido por el enemigo, y esta tradición pasa hacer en muchos aspectos un formulismo y un legalismo.

Jesús de Nazaret asumió la tradición judía. Pero su programa de vida marcó, al mismo tiempo, un rompimiento con esa tradición en muchos aspectos, entre ellos están el formulismo y el legalismo.

Jesús quería recuperar el espíritu inicial de las manifestaciones de dar culto a Dios; el amor al hermano y la práctica de la justicia. Una celebración que no fuera solamente exterior, formal, sino que fuera expresión de la vida y de la historia de cada día.

Miremos como celebró Jesús la Eucaristía. Esta tuvo lugar en la proximidad de la celebración de la pascua. Ambas celebraciones (pascua – Eucaristía) tienen las mismas características:

1. Recuerdo de la liberación social y política de Israel (recuerdo del Éxodo)
2. Esperanza de una liberación total: el Reino de Dios tendrá que instalarse en la historia.

En esta celebración, Jesús introdujo una cosa nueva: repartió el mismo pan (alimento) y el mismo cáliz con el vino (la bebida), que eran su propio cuerpo y sangre, para demostrar que el Reino de Dios no era un concepto abstracto, sino que se realizaba en la practica.

El alimento y la bebida no pueden faltar en la mesa de nadie. El pan será abundante en la mesa del hermano, si es mojado en el vino.

El alimento y la bebida (pan, vino) se obtienen con el trabajo. El trabajo es el que produce la riqueza del país. Por tanto, es derecho de todos los hombres. Y el fruto del trabajo pertenece al trabajador. Negar el trabajo al hombre es lo mismo que negar el pan y el vino (alegría de vivir).

En la Misa ese alimento y esa bebida se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús. Se convierten en su persona, en su sueño, en su proyecto que estamos llamados a realizar: una sociedad en la que no hay explotadores in explotados.

La Eucaristía es el sacrificio: el justo se entrega para que la vida venza los proyectos de muerte. La lucha del justo por la justicia engendra la vida. Por el sacrificio del justo somos despertados y llamados a crear comunión, con el fin de destruir el pecado y vivir el amor.

Para entender mejor y, así, vivir la Eucaristía, los invito a leer el Evangelio de San Juan, capítulos 13 a 19. En lo posible formarse en grupos y que cada uno lea un capítulo. Después, se hará una plenaria. Para ayudar a los grupos en la discusión, propongo algunas pistas para penetrar en la estructura lógica del texto.

1. En el capítulo 13, 1-20: el texto no habla de la pascua de los judíos, sino de la pascua de Jesús. Habla de su último día. Su amor por el hombre, expresado exteriormente por los gestos de atención, perdón, organización del pueblo dominado, consistirá ahora en la entrega de la propia vida.

 Su obra es confiada a la que él llama los “suyos”: personas capaces de seguirlo hasta el final. De ahí la escena del lavatorio – servicio como expresión de amor.

 La celebración de Jesús es más que un rito de la celebración de la pascua. Aparece aquí como ruptura con las instituciones de la antigua alianza. Se ve claramente el enemigo: los jefes judíos aliados con el poder romano.

 Jesús se pone a lavar los pies de los discípulos. Ese gesto lo hacia el siervo con su amo. Al realizar este gesto, Jesús nos revela que Dios no acepta una estructura de clase, es decir, una estructura en la que hay quien manda y quien obedece, quien debe servir y quien debe ser servido, rico y pobre. Todos son hijos del mismo Padre, por tanto, hermanos. Jesús no se coloca como soberano, sino como servidor. Esta actitud se opone al poder establecido, que Jesús llama “hijos del demonio”. La propuesta de Jesús no es piramidal sino circular.
 Pedro no entiende el gesto de Jesús. Lo sigue llamando Señor. En el proyecto de sociedad de Pedro “sigue habiendo señores y siervos. (el siervo es el que les lava los pies al Señor). Ni se da cuenta de que Jesús esta invirtiendo el orden de los valores y el orden social.
 La desaprobación que demuestra es el hecho de interpretar el gesto de Jesús desde la moral. Para Pedro, Jesús es el Mesías y debe ocupar el trono de Israel. Para él, el Reino de Jesús se parece hasta los que entonces conocía: reino de señores y siervos.
 A Jesús no le extraña la actitud de Pedro. La practica, la acción le irá mostrando a Pedro el camino. Por eso, le dice Jesús: “Me negarás tres veces”. Pedro se demuestra dispuesto a obedecer a Jesús, pero no a imitarlo. Tan es así que Jesús se negará nuevamente a entender la petición de Pedro: “Lávame todo el cuerpo”. Para Pedro, la desigualdad es legítima. El hecho de que Jesús se convierta en el siervo, lo desorienta. Pero, para Jesús todo está claro: “No tendrás parte con migo”.
 Lavar los pies no un rito o sólo gesto de purificación. Los que optan por el Reino (sociedad sin clases) ya están limpios, pues el Reino de Dios es vida para todos.
 La nueva sociedad comienza con el cambio del corazón, con los que optan por construir lo nuevo.

CAPITULO 14. Jesús indica un camino. Este camino va realizando el Reino. El Reino se expresa con sus gestos y con el modo de ser.

La expresión “en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones” nos recuerda la destrucción del Templo, por ser él el símbolo de la religión del hechizo, del mercado (Jn 2,16).

El padre vive con el discípulo que sigue a Jesús en la lucha por el Reino (Reino = nuevas relaciones en el nivel económico, político, social). A los discípulos se les confía la misión de Jesús: transformar las estructuras inhumanas.

CAPITULO 15. Organizar el pueblo es la primera condición para lograr la transformación de la sociedad. Pero, el pueblo organizado debe estar unido a Jesús. Yo soy la vida (Jn 15,5), para que no se construya otra sociedad semejante a la del poder opresor. El pueblo organizado son los sarmientos (unidos a la vid), para que tengan vida y puedan dar frutos. El fruto es la consecuencia de la unión con la vid y la vida en comunidad. El fruto es el hombre nuevo (solamente posible en un sistema nuevo: de convivencia y organización solidaria y comunitaria).

Los que pretenden mantener el viejo orden no pueden producir frutos; por eso, serán cortados y echados fuera. El pobre, viviendo en comunidad (unido a Dios), no se conforma con la opresión social y se constituye en sujeto elegido por Dios para poner fin a esta situación estructural. El se renueva por medio de la vida en comunidad – cambio de corazón- y encuentra fuerzas para luchar por la fraternidad universal. Y solamente él es portador de las energías que pueden generar lo nuevo. Deberíamos tener esto en cuenta, muy claramente, en el campo de la política. Por eso, hoy ya no se concibe una alianza con la burguesía en el sentido de lograr la transformación social. Los intereses son opuestos.

En esta tarea, los discípulos no se desanimarán si están unidos a Jesús. Para dar la vida deben recibirla de Jesús. El fruto brota también cuando los discípulos se mantienen firmes hasta el final, durante la persecución ordenada por los opresores.

Las causas de la persecución al justo son siempre las mismas: la negación y la denuncia del sistema opresor y el anuncio de la nueva sociedad, el nuevo proyecto que se asemeja al Reino de Dios.

CAPITULO 16. El anuncio del discípulo siempre suscita contradicción. Jesús anuncia que serán puestos a prueba: expulsados de la sinagoga, marginados, calumniados, asesinados.

Advierte que las instituciones religiosas adoran dioses de muerte, dioses homicidas que, para sobrevivir, atacan la vida del hombre. La afirmación del versículo 17: “un poco y no me veréis y otro poco y me veréis” nos indica a nosotros la vida de la comunidad. Hay momentos en que esta mas cerca de Jesús, y otros, más distante. Todo depende de la inserción de esta misma comunidad en las luchas a favor de nuestro Padre y de nuestro pan.

Jesús ruega al Padre para que los discípulos permanezcan firmes en la fe, y en la práctica de la denuncia del sistema opresor y en el anuncio del Reino. El proyecto de Jesús no es para Jesús; por eso, los discípulos deben permanecer firmes. Hoy, somos nosotros los llamados a la tarea de la construcción del Reino. Y en las luchas, el discernimiento para que el Reino pueda nacer de hecho.

En resumen podemos decir que la Eucaristía no nos da una receta de cómo organizar una sociedad. Pero nos exige que los bienes sean compartidos. Exige que el cristiano se ponga al servicio y ofrezca su vida por la verdad y por la justicia. El sentido liberador de la Eucaristía para una sociedad conflictiva y opresora se puede resumir en estos tres signos:

Alimento = trabajo = vida
MISA Sacrificio = el justo que se entrega,
Rompiendo con la opresión y la explotación
Comunión = fruto de la entrega del justo,
Que a su vez engendra el nuevo hombre y la nueva mujer

La Eucaristía se celebra alrededor de la mesa. La mesa es señal de participación. El alimento es el fruto del trabajo de los campesinos, del obrero, de la mujer, del joven, de la niñez oprimida. Para que el fruto del trabajo vuelva a la mesa del trabajador, se exige el sacrificio del justo. Y, por medio de ese sacrificio, se logra la comunión.

La celebración de la Eucaristía es el grito de Jesús para que cambiemos nuestro corazón, para que vivamos integralmente la Nueva Alianza, de la que no forman parte las estructuras de la vieja sociedad. Cambio de corazón y de transformación de las estructuras forman una unidad.

Como vimos la pascua era una celebración de familia, en la que se recordaba principalmente la historia de un grupo y la historia de un pueblo.

 Se celebraba en las casas: los alimentos, los cantos, todo formaba parte de la vida de las personas.
 Eucaristía era recuerdo vivo del maestro Jesús al partir el pan. Ese recuerdo debía ser confrontado con la vida de cada día y de las comunidades. (Ver. Hechos. 2,42).
La Eucaristía estaba íntimamente unida a la partición del pan. Trataban de practicar los que se les había enseñado, de tal forma que entre ellos no hubiese necesitados. Celebraban la Eucaristía porque practicaban lo que celebraban. Este era el primer requisito para formar parte de los cristianos.

La Eucaristía expresa el estadio final de las Bienaventuranzas. Celebrarla significa desenmascarar la explotación como pecado de la humanidad. Al celebrar la Eucaristía establecemos un pacto de sangre con Jesús. Su carne y su sangre se juntan con nuestra carne y con nuestra sangre. No son muchas carnes sino una única carne. Por eso decimos que la celebración de la Eucaristía es una celebración entre iguales.

Ahora miremos otros aspectos que pueden ayudarnos a celebrar la Eucaristía: Disposición, interna como externa; la manera como me presento ante Jesús sacramentado desdice mucho de mi personalidad y disponibilidad, no olvidemos que vamos a una fiesta y como tal debe ir presentado y preparado. Celebración que rompe con el egoísmo, pues, celebra la certeza de la victoria del Reino, proyecto del Señor Jesús.

El rito; es un diálogo, una conversación con Dios presente en la misma historia del hombre. El rito se manifiesta a través de nuestro cuerpo a medida que celebramos las alegrías, las victorias, las tristezas y los sueños. El cuerpo esta presente en todas las dimensiones de la vida. En la Eucaristía, el rito y la realidad están íntimamente unidos. El rito es muy importante. Es la ayuda que nos sirve para evitar el vacío, la improvisación, la anarquía e incluso la dificultad de expresar lo que deseamos en nuestra conversación con Dios y con los hermanos. Es necesario para conservar lo que es fundamental en un acto que se repite. Pero lo importante es que el rito sea siempre una celebración de la historia. Cantos flores, serán consecuencia de esa expresión.

El símbolo; los hombres han utilizado los símbolos para pensar y registrar sus experiencias. El símbolo se relaciona directamente con el pensamiento. Registran acontecimientos y comunican hechos. Las palabras no significan nada por sí mismas. Aunque esa sea la creencia, las palabras solo tienen sentido cuando las utiliza el pensamiento. Los símbolos son dinámicos, su mensaje es directo, cinematográfico, tenemos que entenderlos bien, porque pueden expresar una acción conservadora o una acción revolucionaria. El símbolo de la cruz nos recuerda que un justo fue asesinado. El símbolo de la balanza nos recuerda la justicia, la tela morada nos recuerda el luto y el dolor, la roja, sangre de mártires libertad de los cristianos o semilla de cristianos, alegría y felicidad, el verde la esperanza, el blanco la pureza, entre otros. Ver Jn 6, 47- 61.

En fin, podemos decir que la Eucaristía no es una ceremonia fría, sin sentido, ritualista, ni tampoco se detiene en el tiempo. No es algo mágico, sino una necesidad del cristiano comprometido. Es un encuentro con Dios y con los hermanos.

Entonces es necesario que celebremos siempre este encuentro, para poder descubrir nuestros caminos en las luchas. La Eucaristía nos muestra el sentido profundo del Maestro Jesús que se entregó por nosotros, y también el sentido que les debemos dar a nuestras vidas.

La Eucaristía no es una obligación. Cuando la participación es solamente una costumbre sin compromiso, no hay Eucaristía, porque ella es también un sacramento, un símbolo que debe significar y producir una transformación de nuestra vida. “Si no cambiamos nuestras actitudes y nuestra vida, esta puede ser todo, menos Eucaristía ”

La Eucaristía es el grito profético de una comunidad que denuncia toda practica contraria al partir y compartir el pan, y anuncia el banquete del que participaremos en el futuro, porque también hoy ya comienza a ser preparado.

La Eucaristía nos ayuda a comprender el papel de los cristianos en la historia; construir una sociedad en la que el hombre sea respetado en su dignidad y libertad. Por tanto la teología no es neutra. Es la reflexión de un Dios en búsqueda del hombre, y del hombre en búsqueda de Dios.


GLOSARIO EUCARISTICO

ALBA: Es una vestidura en forma de túnica, de color blanco para simbolizar la pureza de los ministros.

ALTAR: Es la mesa para celebrar la santa Misa, enriquecida necesariamente con las reliquias de algún santo.

AMBÓN: Lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios.

ATRIL: Es el utensilio de madera o metal que sirve de apoyo a un libro litúrgico para facilitar su lectura

CALENDARIO LITURGICO U ORDO: Libro pequeño que nos informa sobre la fiesta del día, el tiempo en que estamos, el color litúrgico que corresponde y otros datos de interés litúrgico.

CALIZ: Del latín calix, taza, copa, vasija donde se bebe. Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la liturgia el cáliz es el vaso sagrado por excelencia, indispensable para el sacrificio de la santa Misa ya que debe contener el vino que se convierte en la sangre de Cristo.

CAMPANILLA: Es un utensilio en forma de copa invertida de tamaño pequeño que se utiliza para convocar a la plegaria eucarística, llamar la atención y expresa sentimiento de alegría.

CANDELEROS: Utensilios que se utilizan para sostener las velas. Si tienen dos o más brazos se llaman candelabros.

CASULLA: Viene del latín casulla que significa casa pequeña o tienda. Vestidura sagrada que se pone el sacerdote sobre la sotana, el alba y la estola. Está abierta por lo alto, para que entre la cabeza, y por los lados.

CINGULO: Cordón o cinta de seda o de lino, con una borla a cada extremo con que los ministros sagrados se ciñen el alba.

COPON: Es un vaso sagrado, en forma de copa, destinado a guardar las Hostias Consagradas. Debe ser de la misma materia que el cáliz, estar bendecido y cubierto con un velo blanco de seda.

CORPORAL: Lienzo cuadrado que se extiende en el altar sobre el mantel para poner la patena y el cáliz en la celebración Eucarística. También se pone debajo de la custodia durante la exposición del Santísimo.

CREDENCIA: Es una mesa cercana al altar sobre la cual se coloca lo necesario para la celebración eucarística.

CRUCIFIJO: Es la imagen de Cristo crucificado. Hasta el siglo VI solo se veneraba la cruz, y en el siglo VII entro a formar parte del altar el crucifijo, como su principal ornamento.

ESTOLA: Es la insignia sacerdotal, hecha a manera de una banda que se usa sobre el cuello y que cae hacia delante.

EUCARISTIA: Sacramento por el que se celebra y actualiza el Misterio pascual de Jesús. Etimológicamente significa una oración de acción de gracias.

HOSTIA: Termino que proviene del latín, que significa “víctima”. Designa el pan que el sacerdote consagra en la Misa.

LAVADO: Jarra y jofaina que se usan para que el sacerdote se lave las manos después del ofertorio.

LECCIONARIO: Libro que contiene las lecturas bíblicas para las celebraciones litúrgicas, repartidas según los ciclos y las fiestas o tiempos del año litúrgico.

MANTEL: Es el lienzo que cubre el altar, en señal de respeto a la mesa en la que Cristo nos invita comulgar. Suele ser blanco, pero admite adornos y franjas de color.

MANUTERGIO: Es un lienzo de forma rectangular con el que el sacerdote se limpia los dedos en señal de purificación después de haber presentado el pan y el vino en el ofertorio.

MISAL: Es el libro oficial según el cual la Iglesia celebra la Eucaristía; contiene las oraciones propias de la Misa y señala los ritos que se deben seguir durante la celebración.

PALIA: Proviene del latín palia que significa banda, manto. Es un trozo de tela endurecido a modo de cartón., con el que a partir del ofertorio se cubre el cáliz.

PATENA: Del latín patena. Plato redondo donde se pone la sagrada hostia. Debe ser de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado exclusivamente para el uso en la santa Misa.

PLATILLO O BANDEJA: Es un utensilio a modo de platillo poco cóncavo, generalmente de forma ovalada que sirve para recoger las partículas de pan consagrado o las gotas de vino en el momento que van a comulgar los fieles.

PRESBITERIO: Lugar donde se sitúa el altar, ambón y sagrario: esta en un plano más elevado del resto del Templo, es el espacio reservado para el sacerdote y los ministros.

PULPITO: Es una plataforma situada a cierta forma donde el sacerdote predicaba o entonaba los cantos.

PURIFICADOR: Del latín puro o facere que significa purificar es un paño blanco que el sacerdote utiliza para purificar los dedos y el cáliz después de la comunión. También sirve para limpiar la cruz cuando es besada.

SACERDOTE: En sentido propio es todo cristiano como participante del se de Cristo: normalmente le término se emplea para designar a quien a recibido el sacramento del orden Sacerdotal. El sacerdote colabora con el obispo en la acción pastoral con el obispo en la enseñanza, predicación y celebración de los sacramentos.

SAGRARIO: Es el pequeño recinto a modo de caja o armario en el que se guarda la Eucaristía después de la Misa.

SEDE O CATEDRA: Es el asiento elevado donde se sienta el Obispo o el Sacerdote presidente.

VINO: El que se utiliza en el sacrificio de celebración eucarística es natural del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas y durante la consagración se convierte en la sangre de Cristo.

VINAJERAS: Son dos jarrillos para el vino y el agua que se usan para la santa Misa. Generalmente son de cristal y se coloca en una bandeja.














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† JUAN PABLO II. Redemptionis Sacramentum. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima eucaristía. Congregación parea el culto Divino y la disciplina de los sacramentos. Roma 25 de Marzo de 2004.

† LOPERA E. Filadelfo Pbro. La verdad: Jesucristo, la Iglesia y el hombre.

† MONTENEGRO Jorge Alberto, Equipo Paulinas. Misal Popular La Palabra de Dios para Cada Día, mes de Agosto 2005 # 102. Paulinas, Bogota 2005.

† NIÑO SUA Francisco Pbro. MISAL POPULAR, La Palabra de Dios para cada día. Equipo Paulinas N° 99- Mayo 2005.

† SCHNITZLER Theodor. Meditaciones sobre la misa. Herder, Barcelona 1960.





INSTITUTO COLOMBIANO DE PASTORAL
PARA LAICOS SAN LUIS BELTRAN
INPAL





Pbro. Víctor Julio Quiceno.
Director








Material elaborado por:

Alveiro Andrade Caicedo.
Gerson Leonardo Jara.
Segundo Juvenal Sicuariza.









BOGOTA
SEMINARIO INTERMISIONAL
SAN LUIS BELTRAN
2005.



Iglesia y sacramentos…
Visión pastoral

Modulo #4

SACRAMENTOS DE SANACION
CONFESION-UNCION










INSTITUTO DE FORMACION PARA LAICOS
“SAN LUIS BELTRAN”
INPAL

TABLA DE CONTENIDO.

SACRAMENTOS DE SANACION 4
1. CONFESION 5
1.1. DEFINICION 5
1.1.1. ¿Qué es? 6
1.2. TESTIMONIO DE LA ESCRITURA EN LA PENITENCIA 7
1.2. 1. Poder de las llaves y de la potestad de atar y desatar 7
1.2.2. Poder de perdonar los pecados (Jn 20, 21ss) 8
1.3. DESARROLLO HISTÓRICO 10
1.3.1. Primeros años del cristianismo 10
1.3.2. Edad Media 12
1.3.3. Edad Moderna 14
1.4. ASPECTO TEOLÓGICO 15
1.4.1. Doctrina de la Iglesia 15
1. 4.2. Misericordia y perdón de Dios 16
1.4.3. Efectos 18
1.4.4. Signos y ritos 18
1. 4.5. Actos del penitente 20
1.4.5.1. La contrición 20
1.4.5.2. La confesión de los pecados 22
1.4.5.3. La satisfacción 23
1.4.6. Acción de la Iglesia 24
1.4.7. Celebraciones de la penitencia sin confesión previa 25
1.4.8. Ministro 26
1.4.9. Las indulgencias 27
1.5. ASPECTO LITÚRGICO 31
1.5.1. ¿Cómo se celebra? 31
1.5.2. La Fórmula De Absolución Sacramental 35
1.6. CUESTIONES PASTORALES. 36
1.6.1. Recepción frecuente 36
1.6.2. El gozo del perdón 37
1.6.3. ¿Cómo se prepara? 37
1.6.4 ¿Cómo se prolonga? 39
2. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 41
2.1. DEFINICIÓN 41
2.2. TESTIMONIO DE LA ESCRITURA 41
2.3. ASPECTO HISTORICO 43
2.3.1. Primeros siglos 43
2.3.2. Edad Media 44
2.3.3. Edad moderna 45
2.4. TEOLOGIA DEL SACRAMENTO 47
2.4.1. La enfermedad, su significado en el misterio de la salvación 47
2.4.2. La materia y la forma de la Unción de los enfermos 50
2.4.2.1. La materia remota 50
2.4.2.2. La materia próxima 51
2.4.2.3. La forma 52
2.4.3. El ministro de la Unción de los enfermos 53
2.4.4. El sujeto de la Unción de los enfermos 53
2.4.6. El Viático, último sacramento del cristiano 60
2.5. ASPECTO LITÚRGICO 61
2.5.1. La unión de la unción de los enfermos con otros sacramentos 61
2.5.2. La fórmula de la unción 63
2.5.3. La celebración comunitaria de la unción de los enfermos 63
2.6. LA PASTORAL DE LOS ENFERMOS 64
BIBLIOGRAFIA 66

SACRAMENTOS DE SANACION

Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en “vasos de barro” (2Co 4, 7). Actualmente está todavía “escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 3). Nos hallamos aún en “nuestra morada terrena” (2Co 5, 1), sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede ser debilitada e incluso perdida por el pecado .

El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (Mc 2, 1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación; del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.


1. CONFESION

1.1. DEFINICION

Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (Mc 1, 15), la vuelta al Padre (Lc 15, 18) del que el hombre se había alejado por el pecado.

Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una confesión, reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente el ‘perdón y la paz’.

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: ‘Déjense reconciliar con Dios” (2Co 5, 20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: ‘Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 24).

1.1.1. ¿Qué es?
El sacramento de la Penitencia, Confesión o Reconciliación es un signo sagrado que celebra la misericordia de Dios Padre, revelada en Jesucristo, muerto y resucitado, por el poder del Espíritu Santo, y actualizada hoy en la Iglesia a través del encuentro personal entre el ministro (confesor) y penitente.
1.2. TESTIMONIO DE LA ESCRITURA EN LA PENITENCIA

1.2. 1. Poder de las llaves y de la potestad de atar y desatar
Después que San Pedro hubo confesado en Cesarea de Filipo la divinidad de Cristo, le dijo el Señor: «Yo te daré las llaves del reino de los cielos» (Mt 16, 19a). «Las llaves del reino de los cielos» significan la suprema autoridad sobre el reino de Dios en la tierra. El poseedor de las llaves tiene la plena potestad para admitir o excluir a cualquiera del reino de los cielos. Pero, dado que el pecado grave es la causa de la exclusión, el poder de las llaves debe también comprender la potestad de acoger de nuevo, mediante el perdón, al pecador excluido que se arrepiente .

Inmediatamente después de haber prometido a San Pedro el poder de las llaves, le dijo Jesús: «Y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mt 16, 19ss). «Atar y desatar» significa, dar la interpretación auténtica de la ley, y expresa, por tanto, decisión sobre la licitud o ilicitud de una acción. «Atar y desatar» significa, además, excluir de la comunidad por la excomunión y volver a recibir a alguien en la comunidad por el levantamiento de aquélla. Como la razón para tal excomunión era el pecado, el poder de atar y desatar tiene que comprender el poder de perdonar los pecados.

1.2.2. Poder de perdonar los pecados (Jn 20, 21ss)
En la tarde del primer día de la resurrección, apareciéndose Jesús a sus apóstoles en aquella sala cerrada donde éstos se hallaban, les saluda con el saludo de paz, les muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados, a quienes se los retuviereis le serán retenidos.» Con estas palabras el Señor confió a sus apóstoles la misión que Él mismo había recibido de su Padre ejecutado sobre la tierra. Esta misión consistía en buscar y salvar lo que se había perdido . Así cuando Jesús les había perdonado pecados durante su vida terrena , así también ahora hace partícipes a sus apóstoles de ese poder de perdonar. La potestad confiere una doble función: puede ejercitarse tanto en la remisión, como en la retención de los pecados, y su efecto es que tales pecados queden o no retenidos ante Dios.

El poder de perdonar los pecados no les fue concedido a los apóstoles como carisma personal, sino que fue confiado a la Iglesia como institución permanente. Debía pasar a los sucesores de los apóstoles igual que el poder de predicar, bautizar y celebrar la eucaristía, porque la razón de su transmisión, el hecho mismo del pecado hacen necesario que este poder se perpetúe por todos los tiempos .

1.3. DESARROLLO HISTÓRICO
1.3.1. Primeros años del cristianismo
La primera predicación apostólica es un llamado a convertirse para obtener la remisión de los pecados (Hch 2, 38). A lo largo de los Hechos de los Apóstoles la predicación constante versa sobre la misma conversión para que sean borrados los pecados (Hch 3, 19; 5, 31; 8, 22; 11,18; 17,30 etc.), esto hace constar, en primer lugar, que ya los apóstoles hicieron uso del poder de perdonar los pecados. Así aparece, por ejemplo, en San Pablo contra los herejes (2Ts 2,6.14; 1Tm 1,20) y contra los pecados carnales (1Co 5, 1). Sin embargo, se advierte en la práctica de los primeros siglos una marcada tendencia a hacer poco uso de este poder. La Iglesia debía mantenerse pura y los cristianos, una vez regenerados por el bautismo, debían conservarse inmaculados. Esto trajo consigo ya en el siglo II una práctica cada vez más, conciente en excluir de la comunidad cristiana a los que cometían los llamados pecados capitales: idolatría, adulterio y homicidio.

Todo esto dio origen a la práctica de la penitencia pública. En efecto, los pecadores que habían cometido pecados más graves, hecha su confesión y antes de recibir la absolución, pasaban un período más o menos largo de penitencia, en el que estaban excluidos de la comunión con el resto de los cristianos y hacían diversas modificaciones, como ayunos, vigilias, etc. Después, en el siglo III, se pasó a un período de mayor suavidad en lo relativo al perdón de los pecados más graves después de la debida penitencia (año 250). Se prometió el perdón a los apostatas en las persecuciones, a la hora de la muerte. Algunos rigoristas se opusieron a esa suavidad y ratificaron el rigor vigente, poco a poco se fue introduciendo la práctica romana, que eliminaba el rigor exagerado.

En la práctica de la confesión y penitencia pública la dirección la llevaba el Obispo quien imponía la penitencia pública y una vez terminada, recibía oficialmente a los penitentes en la comunión cristiana. Ante todo debía hacerse la confesión de los pecados que debía extenderse a todos los graves. Por la importancia que tenía esta confesión o exomologesis, ambas palabras se tomaron muy frecuentemente como sinónimas del sacramento de la Penitencia.

La confesión o manifestación de los pecados era, por regla general, secreta si se trataba de pecados secretos. Lo más que se puede admitir es que a veces, para mayor humillación, ya espontáneamente, ya por consejo del confesor, el penitente hacía confesión pública de pecados secretos. Por lo que se refiere a pecados públicos, la norma general era que la confesión fuera también secreta y sólo en determinados casos públicos, mientras que la penitencia, así como también la absolución, eran generalmente públicas. A pecados públicos respondía una penitencia pública. Terminada ésta, tenía lugar la absolución que era también pública. Esta, en cambio, era secreta si la confesión había sido también secreta. La penitencia pública siguió en su apogeo en toda la Iglesia durante el siglo IV. En el 395 San León Magno prohibió las confesiones públicas, dando por razón que la privada era suficiente. Por otra parte, se generalizó la práctica de perdonar todos los pecados sin excepción alguna; pero sólo se concedía una vez la Penitencia o absolución pública.

1.3.2. Edad Media
Al extenderse en la Edad Antigua la vida monacal, los monjes se fueron convirtiendo en los confesores ordinarios y al mismo tiempo se hizo más frecuente la confesión privada, va entrando gradualmente la penitencia privada, a los tres pecados capitales antiguos se añadieron ahora: el rapto de una doncella, la usura, el perjurio (jurar en falso), la magia, el incendio y otros, aparece la llamada redención (rescate) que consistía en cambiar las penitencias impuestas por otras más ligeras: oraciones especiales, sustituyéndose por otra persona, limosnas destinadas pero se abusó bien pronto del sistema de la limosna convirtiéndose en verdadera compra de la absolución.

Además se empleaba el sistema de la conmutación de una penitencia por otra, como el ayuno por ciertas oraciones, la disciplina por la visita de templos. Se empleaban también las indulgencias (aparecen en el siglo IX) y representan el paso más significativo en la mitigación de la penitencia, estas indulgencias que se concedían con la visita a una iglesia, confesión o recitación de ciertas preces, acompañadas de alguna limosna libraban de todas las penitencias impuestas por toda clase de pecados.

Relacionado con la penitencia expuesto por la Iglesia, las dos penas mayores que imponía eran el entredicho y la excomunión. En el primer caso no podían celebrarse oficios divinos públicos, no se celebraban los sacramentos y sólo se permitía la Misa privada y a puerta cerrada. En el caso de la excomunión se le prohibía a la persona entrar en los templos y tratar con los demás cristianos.

Ya en el segundo período de la Edad Media (1073-1303) el sacramento de la Penitencia comprendía tres partes: contrición, confesión y satisfacción. Se defendió, sin embargo, que bastaba la contrición perfecta si las otras dos resultaban imposibles. En el Concilio IV de Letrán del año 1215 se prescribió la confesión anual que debía hacerse durante el tiempo de Pascua acompañada de la Comunión . Fue con el Concilio de Trento que se proclamó todo lo referente a la Penitencia .

1.3.3. Edad Moderna
Con Pablo V en 1614 tenemos una exposición doctrinal sobre este sacramento, inspirada en la doctrina de Trento: vestiduras sacerdotales, el confesionario con rejilla, interrogatorio, posible catequesis, confesión, monición, satisfacción. También estableció la forma común de absolución, el modo de absolver de excomunión fuera de la confesión sacramental, el rito para absolver a un excomulgado ya muerto, el rito de absolución general y de bendición papal.

Llegamos así al Concilio Ecuménico Vaticano II que le imprime un nuevo espíritu a este sacramento : Conversión y reconciliación juntas, puso acento en el carácter comunitario pues el pecado de cada miembro afecta a la totalidad del cuerpo, luego la confesión tiene que llevar necesariamente a la reconciliación con los hermanos, y en la prolongación y preparación de este sacramento mediante obras de piedad o misericordia.

1.4. ASPECTO TEOLÓGICO
1.4.1. Doctrina de la Iglesia
La confesión debe ser íntegra en el sentido de que debe denunciar omnia pecata mortalia (todos los pecados mortales). Como afirma expresamente en la sesión XIV en el capítulo V. El concilio de Trento explica esta necesidad no como una simple prescripción disciplinar de la Iglesia sino como exigencia de derecho divino, porque en la misma institución del sacramento así lo estableció el Señor :
“La institución del sacramento de la penitencia.... Entendió siempre la Iglesia universal que fue también instituida por el Señor la confesión íntegra de los pecados y que es por derecho divino necesaria a todos los caídos después del bautismo, porque nuestro Señor Jesucristo, estando para subir de la tierra a los cielos, dejó por vicarios suyos a los sacerdotes, como presidentes y jueces ante quienes se acusen todos los pecados mortales en que hubieren caído los fieles de Cristo».
Los cánones 7 y 8 de la misma sesión enuncian, con precisa forma jurídica:
Cánon 7 :
Alguno dijere que para remisión de los pecados en el sacramento de la penitencia no es necesario de derecho divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales de que con debida y diligente premeditación se tenga memoria, aun los ocultos y los que son contra los dos últimos mandamientos del decálogo, y las circunstancias que cambian la especie de pecado: sino que esa confesión sólo es útil para instruir y consolar al penitente y antiguamente sólo se observó para imponer la satisfacción canónica: o dijere que aquellos que se esfuerzan en confesar todos los pecados, nada quieren dejar a la divina misericordia para ser perdonado: en fin, que no es licito confesar los pecados veniales, sea anatema”.

Cánon 8 :
“Si alguno dijere que la confesión de todos los pecados, cual la guarda de la Iglesia, es imposible y una tradición humana que debe ser abolida por los piadosos: o que no están obligados a ello una vez al año todos los fieles de Cristo de uno y otro sexo, conforme a la constitución del gran concilio de Letrán y que por ende, hay que persuadir a los fieles de Cristo que no se confiesen en el tiempo de Cuaresma, sea anatema”

1. 4.2. Misericordia y perdón de Dios
La gran noticia que se nos anuncia a los cristianos es que Dios nos ha reconciliado en Cristo. Pero para que la reconciliación sea un hecho, es necesario acoger su perdón. Es lo que hacemos por el sacramento de la penitencia.

Jesús invita a la conversión. El bautismo es la primera conversión. Pero no suprimió nuestra fragilidad y debilidad, ni la inclinación al pecado que llamamos concupiscencia debido a ello, el pecado sigue haciendo presa en nosotros; por lo que sigue resonando en nuestros oídos la invitación a lo que se llama segunda conversión, es decir, la conversión de los que, a pesar de haber sido bautizados, seguimos pecando.

En el perdón vemos a todo un Dios pendiente del hombre. Cuando Dios nos perdona, no lo hace como lo hacemos nosotros. Cuando perdonamos, somos nosotros quienes cambiamos de actitud con respecto a quien nos ha ofendido. Dios no cambia de actitud porque no guarda resentimiento; cuando nos perdona nos cambia por dentro, nos devuelve la vida nueva que perdimos por el pecado, su perdón es un perdón que nos rehabilita, que nos renueva, que nos reestructura en nuestro interior.
1.4.3. Efectos
El efecto más importante de este sacramento es que nos devuelve la blancura del Bautismo porque recuperamos la gracia y la filiación divina perdidas por el pecado. Con ello volvemos a ser herederos del cielo y quedar reconciliados con Dios y la Iglesia, este sacramento debidamente celebrado es uno de los medios más eficaces para la conversión y el progreso espiritual.

Aparte de los efectos que tiene sobre el cambio interior del penitente en cuanto que sus pecados son perdonados, el reencuentro con Dios en el amor produce una gran paz y alegría, una tranquilidad de conciencia y un gran consuelo espiritual.

1.4.4. Signos y ritos
La estructura fundamental del sacramento es la lógica de la reconciliación; la misma actitud del hijo pródigo al encontrarse con su padre : reconocer su pecado, manifestárselo al padre y recibir el perdón, igual nosotros: reconocemos nuestros pecados, se los manifestamos al Padre Dios y recibimos el perdón.

Ha variado mucho la forma concreta de administrar este sacramento: Durante los primeros siglos la disciplina penitencial era muy rigurosa: puesto que había que hacer penitencias públicas, a veces durante muchos años, antes de recibir la reconciliación.

Desde los siglos V y VI, el sacramento se realiza de una manera mas secreta entre el penitente y el confesor, por una parte, va tomando cuerpo la disciplina monástica y el sacerdote, como ministro del sacramento, representa la mediación eclesial, por otra, aumenta rápidamente el número de los cristianos por la conversión en masa de los pueblos bárbaros y hace imposible seguir los largos procesos de conversión como se realizaban antes.

Si no vemos el sacramento como vehículo de la actuación amorosa de Dios con sus hijos que se han alejado del amor, no le acabaremos de encontrar sentido; a veces solo vemos en él, algo mandado y preceptuado, algo que nos resulta un poco difícil.

Como Dios está actuando por medio de su Iglesia nuestra relación con Dios se expresa en nuestra relación con la Iglesia: por eso ante la Iglesia nos reconocemos pecadores, manifestamos a la Iglesia nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios también a través de la Iglesia.

Dentro de la estructura sacramental están por una parte los actos del penitente (contrición, confesión de los pecados y satisfacción) y por otra, la acción de la Iglesia en nombre de Jesús (concede el perdón, determina la modalidad de la satisfacción, ora por el pecador y hace penitencia con él)

1. 4.5. Actos del penitente
La penitencia mueve al pecador a sufrir todo voluntariamente en su corazón contrición; en la boca, confesión en; la obra, toda humildad y fructífera satisfacción.

1.4.5.1. La contrición
Según el concilio de Trento, es “un dolor del alma y una detectación del pecado cometido con a resolución de no volver a pecar ” Puede ser perfecta (es la que se llama contrición) o imperfecta (atrición según que esté motivada por el amor de caridad o por el temor.

El remordimiento, es decir, el entristecerse por haber ofendido a Dios y por no haber correspondido a su amor, es un signo de que nuestra relación de amistad con Dios no es la adecuada.

Dios invita a la conversión y a la penitencia, que no hay que hacerlas consistir en obras exteriores sino en la conversión del corazón, Esta penitencia interior supone una reorientación radical de toda nuestra vida, un retorno a la amistad e intimidad con Dios pero mirando al futuro.

Cuando el hombre acepta la invitación de Dios a la conversión es cuando Dios le da un corazón nuevo e infunde en él un espíritu nuevo “Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas” .0

1.4.5.2. La confesión de los pecados

Es una parte esencial del sacramento, confesarnos pecadores nos ayuda a descubrir la bondad de Dios y nuestra ingratitud. Una de las ventajas de la confesión es que, confesándose, se reconoce uno pecador porque se acusa: va contra nuestra tendencia a justificarnos y a excusarnos.

No es lo mismo decir ‘yo soy pecador” que manifestar entre los actos por los que uno tiene que reconocerse pecador, deben enumerarse los pecados mortales o de los que se tenga conciencia después de haberse examinado seriamente, aunque se trate de pecados muy secretos. Si esto se hace con seriedad se perdonan todos los pecados aunque se olvide el penitente de manifestar algunos

Se recomienda la confesión de los pecados veniales aunque no haya obligación de confesarlos, pues ayuda a formar la conciencia con más finura, a luchar contra las malas inclinaciones y a afinar en la actitud de agradar a Dios.

En cuanto a las celebraciones comunitarias del sacramento, estas expresan el carácter eclesial de la penitencia. Como dice el Catecismo: “la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertados en una liturgia de la palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común” . Este tipo de celebración es distinto de aquella en que se da la absolución comunitaria sin previa confesión.

Los ministros están obligados a guardar secreto absoluto sobre los pecados de los penitentes, secreto que no admite excepción y que se llama sigilo, por lo que el penitente ha manifestado queda sellado por el sacramento.

1.4.5.3. La satisfacción
Consiste en reparar los escándalos o daños ocasionados por los pecados, aparte de estar arrepentidos y de tener el propósito de la enmienda

El pecado desconecta de Dios y esto repercute en el pecador, en su familia y en la sociedad, la absolución quita el pecado pero ahí quedan las consecuencias negativas producidas al pecar.

¿Como superarlas? Tomando en serio la satisfacción, lo cual implica entrar de lleno en una vida de conversión y de penitencia por los pecados cometidos. Esta satisfacción radical inicia con la satisfacción que le señala el confesor y que también se llama penitencia. Ésta debe ser apropiada para el bien espiritual del penitente: oración, limosna, obras de misericordia, y sobre todo la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar, es decir, por parte del penitente se requiere dos cosas: voluntad de satisfacer y realización de la obra impuesta.

1.4.6. Acción de la Iglesia
Es toda la Iglesia la que actúa en el perdón de los pecados a través del ministro ordenado: obispos y presbíteros, el ministro, después de imponer una penitencia dice una oración en la que alude a la Trinidad y al ministerio de la Iglesia en el perdón de los pecados.

Aunque la Iglesia puede perdonar todos los pecados, el perdón de algunos de ellos puede estar reservado por la Iglesia al obispo o al Papa como lo es por ejemplo; la practica del aborto que está reservado al obispo aunque en caso de peligro de muerte o de que le resulte duro al penitente permanecer en pecado, puede absolverlos cualquier confesor, posteriormente hay que recurrir a quien esta reservado Papa u Obispo y atenerse a lo que ellos dispongan.

1.4.7. Celebraciones de la penitencia sin confesión previa
En casos de necesidad se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación sin confesión previa de los pecados y con absolución general, pero con la condición de que una ves se pueda tener la confesión individual hay que realizarla, El código, dice que se puede dar esta situación en caso de peligro de muerte y de necesidad grave y señala cuándo se da esa necesidad grave :
“...cuado teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa por su parte se verían privados durante notable tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión pero no se considera suficiente necesidad cuando no se puede disponer de confesores a causa solo de una gran concurrencia de penitentes...”

Por tanto, las absoluciones comunitarias que se dan en algunas partes y que no cumplen la normativa de a Iglesia necesaria para la validez son un abuso, ya que los ministros no son dueños, sino servidores de los sacramentos.

1.4.8. Ministro
Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn 20, 23; 2Co 5, 18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” .

El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, desde los tiempos antiguos como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial (LG 26). Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la facultad de administrarlo; de su obispo o del superior religioso a través del derecho de la Iglesia, y debe darse por escrito y después de haber sido considerados aptos mediante un examen .

Los pecados de excomunión solo pueden ser absueltos , por el Obispo del lugar o un sacerdote autorizado por Él, algunos casos cuando la comunión es reservada a la sede apostólica solo el papa puede levantarla , pero en peligro de muerte cualquier sacerdote, incluso privado de la facultad de oír confesiones puede absolverlos .

1.4.9. Las indulgencias
La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia (Pablo VI, constitución. apostólica "Indulgentiarum doctrina", normas 1-3).


¿Qué son las indulgencias?
La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos.

La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente. Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias .

Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado .

El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra sólo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística" (Pablo VI, Const. Ap. "Indulgentiarum doctrina", 5).

En la comunión de los santos, por consiguiente, existe entre los fieles tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, Ibíd.). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.


¿Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia?
Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad .

Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.

1.5. ASPECTO LITÚRGICO
1.5.1. ¿Cómo se celebra?
El lugar propio para oír confesiones es un templo , porque el rito de la reconciliación no es una acción privada, sino una celebración comunitaria de la Iglesia, al igual que el resto de los sacramentos , por tanto el lugar apropiado para su administración es un lugar sagrado.

En cuanto a la sede, debe ser el mismo canon 964 establece que en todos los templos exista uno o varios confesionarios, provistos con rejillas entre el penitente y el confesor .

El papa Juan pablo II respecto a esto dice :
“Procúrese encarecidamente que los fieles se acostumbren a acudir al sacramento de la Penitencia fuera de la celebración de la Misa, sobre todo en las horas señaladas, de tal manera que su administración se haga con tranquilidad y con verdadera utilidad de los mismos y no sean estorbados en la participación activa de la Misa. Los que acostumbran a comulgar cada día o frecuentemente, sean instruidos para que en tiempos adecuados, según las posibilidades de cada uno, se acerquen al sacramento de la penitencia”.
Sin embargo, en la Carta Apostólica La Misericordia de Dios, Su Santidad Juan Pablo II dice en el numeral 2:
“En particular, se recomienda la presencia de los confesores en los lugares de culto durante los horarios previstos... y la especial disponibilidad para confesar antes de las Misas y también, para atender a las necesidades de los fieles, durante la celebración de la Santa Misa, si hay otros sacerdotes disponibles”.

Según el párrafo tercero del cánon 964: “No se deben oír confesiones fuera del confesionario, si no es por justa causa”, el ideal es que toda confesión se oiga precisamente en el confesionario, pero si existe una justa causa puede oírse en otra parte, como por ejemplo, en la sacristía, en el despacho parroquial, en la casa del enfermo, al aire libre (en caso de grandes concentraciones), en colegios, etc. Causa justa no quiere decir causa grave y excepcional, sino cualquier razón de peso que así lo aconseje.

En cuanto a las vestiduras litúrgicas para la celebración de la penitencia, han de observarse las normas dadas por los Ordinarios locales. Tratándose de un rato prolongado lo más aconsejable y recomendable es el uso del alba con la estola de color morado. Esto hace que nuestra representación de Cristo sea digna y fácil de identificar.

La actitud de acogida por parte del confesor marca un momento de vital importancia. El ministro en total identidad con Cristo (“In persona Christi”) recibe de “buena manera” y no “a regañadientes” a quien se ha preparado y se dispone ahora a experimentar el perdón de Dios Padre. Acompaña este momento la signación que hace tanto el sacerdote como el penitente. El signo de la cruz es distintivo claro del bautizado que, a la vez, es santo y pecador, necesitado de conversión y reconciliación.

Inmediatamente después hace parte de esta acogida el saludo o motivación que hace el confesor. Por ejemplo, “El Señor esté en tu corazón para que, arrepentido confieses tus pecados”. O podría ser también: “Confía en Dios Padre y confiesa tus pecados con sinceridad, confianza, humildad y arrepentimiento”. Aquí cabe la creatividad del ministro para despertar confianza en el penitente. “Que esta sea la mejor confesión de tu vida. Sin temor alguno, y en oración, reconoce tus pecados delante del Señor”.

El penitente, habiéndose preparado convenientemente, entra en materia. Qué bueno e interesante fuera superar la fórmula de toda una vida: Acúsame, padre, que... me acuso y me vuelvo a acusar, A cambio, mejor sería confesar los pecados en oración. Por ejemplo: “Señor, ten piedad de mí que soy un pecador, porque...hice esto o dejé de hacer aquello”. “Padre misericordioso vuelvo a ti arrepentido y estos son mis pecados”.... “Reconozco mi culpa y mi pecado, te ofendí y ofendí a la Iglesia. Con humildad me arrepiento de los siguientes pecados...

El penitente recita el acto de contrición u otra de las fórmulas que presenta el ritual, y de rodillas mientras se hace la imposición de manos sobre la cabeza de quien se ha confesado, se pronuncia la fórmula de la absolución en voz alta y clara para ser bien escuchada. La imposición de manos significa la comunicación del perdón de Dios por la acción del Espíritu Santo. La fórmula de la absolución, de rico contenido trinitario, expresa cómo la obra de las Tres Personas Divinas se cumple “aquí y ahora” en aquel que se ha confesado pecador y esto gracias al servicio de la Iglesia. Al final, el penitente volviéndose a signar da su respuesta o asentimiento con la aclamación ¡Amén!

Al ser despedido con las palabras: “Puedes irte en paz” o “Dios te ha perdonado, vete en paz”. O “Levántate y da gracias a Dios porque es bueno”, podrá responder: “Gracias sean dadas a Dios” o Gracias, padre.


1.5.2. La Fórmula De Absolución Sacramental
La fórmula de absolución sacramental, común a los tres ritos propuestos en el Ordo, esta compuesta de estas partes, a saber:
Invocación Dios, Padre Misericordioso
Anámnesis
que, por la muerte y resurrección de su Hijo, reconcilió consigo al mundo y derramó el Espíritu Santo para el perdón de los pecados
Intercesión te conceda el perdón y la paz, por el ministerio de la Iglesia.
Doxología
(Absolución)

Y yo te absuelvo de tus pecados
en el nombre del Padre
y del Hijo †
y del Espíritu Santo.

1.6. CUESTIONES PASTORALES.
1.6.1. Recepción frecuente
Se nota una falta de atención a este sacramento por parte de algunos sacerdotes, como por parte de los fieles hay falta de interés por recibirlo, se nota también que se predica poco sobre la necesidad y conveniencia de recibir este sacramento y por último, se nota, una pérdida de sensibilidad ante el pecado, lo mismo que una falta de generosidad en la respuesta que el Señor espera de nosotros.

Si se insiste en la predicación y se facilita la confesión, la gente se confiesa y es un hecho manifiesto que la confesión frecuente, si se hace debidamente, produce los mejores frutos, ya que se trata de un encuentro personal con nuestro Padre Dios quien, a pesar de nuestra falta de correspondencia a su amor, nos perdona y sigue confiando en nosotros, cumpliéndose a sí la Palabra del Señor; “¿Que os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? (Mt 18,12)

1.6.2. El gozo del perdón
Recibir con frecuencia este sacramento no significa recibirlo rutinariamente, aunque a veces se cae en esta. El sacramento de la penitencia, tanto para el sacerdote como para los fieles, es el momento de gracia difícilmente superable y es testigo de muchas respuestas generosas ante el perdón de Dios; es quizá donde más resplandece el inmenso cariño de Dios al hombre y la respuesta amorosa del hombre a Dios. No se puede olvidar que todo en la Iglesia esta interrelacionado; los fallos y los aciertos en un campo determinado repercuten en los otros campos y es que si algo hay importante en la Iglesia es nuestro encuentro con nuestro Padre Dios como pecadores y la alegría de sentirnos perdonados.

1.6.3. ¿Cómo se prepara?
Desde el momento mismo en que pasa por la mente el deseo de “confesarme”, ahí empieza la preparación que desembocará en la absolución y se prolongará luego en lo común y corriente de la vida, que sigue siendo penitente.

Para que esto sea así, entra en juego, entonces, la oración. Desde ella hemos de preparar cada vez mejor la confesión de nuestros pecados y para que sea más eficaz y efectivo este sacramento de la Penitencia hemos de confesarnos en oración. “Orar es tratar de amistad a solas con Aquél que sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús). Es eso: entrar en el propio cuarto (recomienda Jesús en el evangelio, Mt 6, 6) y en el silencio y secreto de la conciencia permitir que resuene con intensidad la voz del Padre Dios que nos conoce y nos ayuda a enderezar la vida.

Algunos medios que enriquecen este momento y que son de utilidad son los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, las obras de misericordia, los pecados capitales, las virtudes cardinales... otra manera es recurrir a esquemas de examen de conciencia ya elaborados: el que presenta al final el Ritual de la Penitencia, el de algunos manuales o devocionarios populares, etc.

Pero es importante evaluar los siguientes puntos:
† Relaciones con Dios (oración, sacramentos, trato dado a sus ministros).
† Relaciones con el prójimo (vecinos, compañeros de trabajo o estudio, personas que a diario encuentro en mi camino, enfermos, ancianos, pobres, etc.).
† Relaciones con la familia (padres, hermanos, comportamiento mutuo).
† Las propias obligaciones (los deberes del propio estado, las ocupaciones de cada uno y su grado de responsabilidad).
† Los pensamientos, palabras y obras de cada uno.

En definitiva, se trata de reconocer (volver a la mente) y de recordar (volver al corazón) nuestras actitudes negativas frente al amor misericordioso de un Dios y Padre. Si coinciden mente y corazón vendrá luego la confesión de nuestros pecados hecha con arrepentimiento y propósito, con la resolución sincera de no volver a pecar. Fijémonos, entonces, que aquí se tiene que dar la coherencia entre mente, corazón y labios. En la oración, nos dirá San Benito, tiene que haber concordancia entre la mente y la voz (“mens concordet voci”).

1.6.4 ¿Cómo se prolonga?
La vida de todo cristiano católico, a ejemplo de la vida de Cristo, no es fácil, por consiguiente, es aquí donde entendemos que el sacramento de la Penitencia no termina con el perdón de los pecados, sino que se continúa o proyecta a lo largo de la vida porque toda esta no está exenta de penitencia.

Este rito se significa, por un lado, la acción de gracias que se debe completar con un momento de oración personal ante el Santísimo en la Reserva Eucarística, pues pasa que a veces lo importante es confesarse y salir corriendo; ha hecho falta nuestra advertencia para actuar siempre con gratitud frente al amor misericordioso del Padre Dios. Por otro lado, prolongar el sacramento de la reconciliación es acordarse siempre de haberlo celebrado, y para esto la satisfacción o penitencia cumple su función. Entonces, habrá que procurar que se trate de acciones que de verdad “signifiquen” que el pecador quiere cambiar de vida y desea seguir una conducta contraria a la que acaba de manifestar en su confesión.

Como “penitencia”, se ha de buscar algo que exprese el cambio de vida y fortalezca al pecador en su camino de conversión ya que a través de unas obras opuestas a su pecado el penitente manifiesta que quiere emprender un camino nuevo y distinto del que anduvo hasta aquí con su vida de pecado. “Olvidando lo que queda atrás y lanzándose a lo que está delante” , el pecador se proyecta hacia un futuro más bueno, más santo. Este es el significado propio de la obra penitencial, que forma parte el sacramento y a su ve lo prolonga.

2. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

2.1. DEFINICIÓN
La unción de los enfermos, es el sacramento con el que la iglesia encomienda a los fieles gravemente enfermos al Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve, se administra ungiéndoles con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos y los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir así, al bien del pueblo de Dios .

2.2. TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
El Sacramento de la unción de los enfermos esta indicado y figurado en la Escritura por la unción de que se habla en Mc 6, 13; y recomendado promulgado (Commendatum et Promulgatunm) ; por aquellas palabras de Santiago 5, 14ss “¿alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la comunidad y oren sobre el, ungiéndolo con el óleo en el nombre del Señor, y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor le aliviara, y los pecados que hubiere cometido le será perdonados”.

En este pasaje se expresan todas las notas esenciales de da la verdadera noción del sacramento:

† El signo exterior de la gracia, consistente en la unción con óleo (materia) y en la oración de los Presbíteros sobre el enfermo (forma).
† El efecto interior de la gracia, expresado en el perdón de los pecados que se realiza por la comunicación de la gracia. Según el contexto y la terminología empleada en otros pasajes (Sant 1, 21; 2, 14; 4, 12; 5, 20), la «salvación y el alivio» del enfermo no se refieren al menos de manera exclusiva a la curación del cuerpo sino también y principalmente a la salvación del alma de la eterna perdición y al alivio del espíritu por la gracia Divina para superar el abatimiento y la desesperación.
† La institución por Cristo. Si esta no se hallara expresada directamente por las palabras “en el nombre del Señor” (es decir, un encargo y autoridad del Señor cf.5, 10, o invocando el nombre del Señor) seria bien fácil probarla. Solamente Dios y el Dios-Hombre Jesucristo tienen autoridad para vincular a la realización de un rito externo la concesión de la gracia divina. Los apóstoles se consideran exclusivamente como “ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1).


2.3. ASPECTO HISTORICO
2.3.1. Primeros siglos
En los siglos I-IV (V). Se caracteriza este sacramento por acentuar la necesidad de la bendición del óleo por parte del obispo, y en resaltar que el uso de este óleo lleva consuelo y salud a los enfermos curando sus enfermedades propias y de otros.

Durante los siglos V – VII (VIII) se habla la intervención del Espíritu santo en la unción pues sen ese momento se produce el milagro de la sanación interior y exterior, el uso del óleo podía ser ungido, bebido o aplicado según la disposición del enfermo.

Este rito de la unción tuvo que enfrentarse a los ritos mágicos pagados de curación, presentándolo como el remedio más seguro y más fuerte contra el maligno, la bendición del óleo estaba reservada a los presbíteros, pero los fieles podían usarlo libremente, pues esto podían aplicarlo a los enfermos y podían usarlo en caso de enfermedad, ya a finales del siglo VIII en roma la bendición del óleo estaba reservada la Obispo el Jueves Santo, y es con le papa Inocencio I con quien se introducen la oraciones litúrgicas.

2.3.2. Edad Media
Durante los siglos VIII- XII nacen los numerosos rituales u “orduines ad visitandum vel perungendum infirmum”. Caracterizados por una gran variedad de oraciones y de gestos, con una notable libertad con respecto al número y al lugar de las unciones y por una floración de ritos y de plegarias.

La unción “ad mortem” la evolución más importante y significativa proviene del deslizamiento generalizado del rito de la unción hacia el momento de la muerte, causando por la asociación de hecho de la unción con la penitencia y con el Viático. Esta praxis provoca el desarrollo de una teología de la unción que pone de manifiesto a la unción como la extrema unción.

El concilio de Trento pasa a entender la unción no como un culmen de la penitencia, sino, de toda la vida del cristiano, pues esta se considera una penitencia continua, este aspecto sitúa al sacramento como el “del final de la vida” y recalcando la necesidad del ministro ordenado para la administración del sacramento.
2.3.3. Edad moderna
El concilio Vaticano II, no pretende ofrecer una doctrina sobre este sacramento, pero realiza un revisión de ritos, el concilio intento recuperar toda las dimensiones de la unción de los enfermos, por eso, declaro: Por la sagrada unción de los enfermos y por la oración de los presbíteros, toda la Iglesia recomienda los enfermos al Señor, que padeció y fue glorificado, para que los salve y reanime y ante todo los exhorto a unirse de corazón a la pasión y muerte de Cristo (Cf. Rm 8. 17: Col 1.24: 2Tm 2, 1 1-12: 1 P4. 13) para el bien del Pueblo de Dios” (SC n. 73). Por ello mismo, el Concilio ordenó que “se adapte a las circunstancias el numero de las unciones, y que se re visen las oraciones que integran el rito de la Unción de los enfermos, de tal modo que correspondan a las condiciones distintas de los enfermos que reciben el sacramento.

Acogiendo las aspiraciones del Concilio, la Constitución apostólica de Pablo VI, ‘‘Sacram uctionem infirmorum”, del 30 de noviembre de 1972 (AAS 65, 1973, pp. 5-9), definió los puntos fundamentales de la reforma del rito, fruto de dicha reforma es el nuevo Rito de la reconciliación de los enfermos y su asistencia pastoral promulgado por decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, del 7 de diciembre de 1972.

Finalmente, el nuevo Código de Derecho Canónico declara que por la Unción de los enfermos. “la Iglesia encomienda a los fieles gravemente enfermos al Señor doliente y glorificado para que los alivie y salve” .

De lo hasta ahora expuesto se deducen las tres finalidades del sacramento de la Unción de los enfermos:
A. Que el paciente uniéndose libremente a la Pasión de Cristo, participe también de su resurrección contribuyendo de esta manera al bien de todo el Pueblo de Dios.
B. Que sea salvado de sus pecados y reciba la fuerza del Espíritu Santo para luchar contra las tentaciones —en especial la del desanimo— que en la enfermedad, a causa del debilitamiento de las fuerzas humanas, puede presentarse con mayor violencia.
C. Que, al recuperar la salud corporal pueda reincorporarse a sus tareas normales a la convivencia en la comunión eclesial.

2.4. TEOLOGIA DEL SACRAMENTO
2.4.1. La enfermedad, su significado en el misterio de la salvación
Los sacramentos de la Iglesia tienen una cierta relación con as diversa etapas de la ida del cristiano, por ejemplo. el Bautismo corresponde al nacimiento; en nuestra practica pastoral la confirmación señala el en asumir responsable los deberes del cristiano en el momento en que se inicia la adolescencia, La enfermedad como acontecimiento que repercute en toda la vida corporal y psíquica, es objeto de atención de la Iglesia y por ello su enmarca en su orden sacramental.

La enfermedad es enemiga del hombre, a quien pone en una situación de peligra por la amenaza que representa para la vida, su resistencia y dignidad ante el mal físico u moral, en la tradición bíblica la persona humana que como en el caso de Job, en medio del dolor y de la enfermedad resiste a la tentación y no murmura de Dios, sino que acepta el sufrimiento como proveniente de su mano, al vencer la enfermedad la persona triunfa sobre las fuerzas del mal. Convirtiéndose en símbolo de la humanidad redimida por Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, además para el hombre de fe la experiencia del dolor y la enfermedad cobra una nueva dimensión, Él no sólo conoce, el valor de la enfermedad para la propia salvación para la vida del mundo, sino que sabe también del amor de Cristo por los enfermos a quienes tantas veces Visito y curó.

Por mas que no pueda considerarse como una consecuencia del pecado (Jn 9. 2) la enfermedad guarda relación con el, en sus efectos. Uno y otra provocan un alejamiento de la comunidad, el pecado impide la comunión eclesial, separa de la mesa eucarística, excomulga en el sentido etimológico de la palabra. La enfermedad, por su parte, al retener al fiel en su lecho de dolor, le impide participar en la asamblea eucarística, lo separa de la convivencia externa con sus hermanos. El triunfo sobre el pecado y sobre la muerte, por el contrario, integra o reintegra a la persona a la comunión eclesial; de manera similar, el triunfo sobre la enfermedad lo devuelve a la convivencia social en la Iglesia. La enfermedad, al disminuir naturalmente la resistencia de la persona y su capacidad de raciocinio y autocontrol, la deja mas expuesta a los desórdenes de la concupiscencia, es decir, al desbordamiento de las pasiones y los instintos natural, que todo cargamos como consecuencia del primer pecado de la humanidad.

Por todo la Iglesia adopta frente a la enfermedad, una doble posición; en primer termino, exhorta al enfermo a aceptar con espíritu de fe su estado, se configure con Cristo su y contribuya de esta manera a la santidad de la iglesia. El enfermo posee, por ello, un papel eclesial propio difícil de desempeñar: actualizar la presencia en medio de nosotros del cristo sufriente (Cf. Mt 25, 36: Estuve enfermo y no me visisitasteis).

En segundo lugar la Iglesia ora para que aquel miembro de su cuerpo sea reintegrado a la comunión fraterna, tanto espiritual, por medio del perdón de los pecados, como corporal mente, por medio de la recuperación de la salud.




2.4.2. La materia y la forma de la Unción de los enfermos
2.4.2.1. La materia remota
La materia remota es ‘‘el aceite de oliva o de otras plantas exprimidas” , la mención expresa del aceite de oliva se debe a su uso exclusivo en tiempos bíblicos, cuando no se conocían otros aceites vegetales. Aparte de esto, en el caso de la Unción de los enfermos, se agrega el hecho de haber sido empleado también como remedio para las heridas y como linimento para masajes corporales, de ahí deriva su simbolismo, ya insinuado en Mc 6. 12-13 y St 5, 14-15, Sin embargo, como el nuevo rito de la unción de los enfermos lo reconoce, puede aplicarse el mismo simbolismo a otros aceites vegetales también.

El óleo que se ha de emplear en la unción de los enfermos ha de estar bendito. En la actualidad aparte del obispo diocesano de todos los que a él se equiparan por el derecho, puede bendecir el óleo para la unción de los enfermos “en caso de necesidad cualquier presbítero, pero dentro de la celebración” .

2.4.2.2. La materia próxima
La materia próxima es la aplicación del óleo en forma de unción, la unción debe ser doble; en la frente y en las manos del enfermo. En caso de necesidad apremiante basta una única unción, preferiblemente en la frente. Pero si fuere el caso, puede realizarse en cualquier parte del cuerpo en donde pueda ungirse cómodamente . La unción se hace directamente con el pulgar del ministro, “a no ser que una razón grave aconseje el uso de un instrumento” como podría ser, por ejemplo un algodón. La razón grave podría ser por ejemplo, el peligro de contagio, pero las Conferencias episcopales pueden de acuerdo con lo propias indicaciones cambiar el número y el lugar de las unciones.

En el nuevo “Rito de la unción de los enfermos” le da cierta importancia a la imposición de las manos, que puede ser realizada por todos los presbíteros presentes y no sólo por quien confiere la unción .
2.4.2.3. La forma
La forma del Concilio Vaticano II, tiene su inspiración en las palabras de la Carta de Santiago y en el Concilio de Trento, que es mucho más rica en su significado consiste en las siguientes palabras:

“Por esta santa unción y por su infinita misericordia, te auxilie el Señor con la gracia del Espíritu Santo (R amén)”.

“Para que libre ya de tus pecados, te salve por su bondad y alivie tus sufrimientos. (R/ Amen)”.

El texto pone de relieve el que la gracia conferida por el sacramento de la Unción de los enfermos es obra del Espíritu Santo y constituye un remedio tanto para el alma como para el cuerpo. En la medida de lo posible, la primera parte debe recitarse mientras se hace la Unción en la frente, la segunda mientras se ungen las manos.

2.4.3. El ministro de la Unción de los enfermos
El ministro de la Unción válida de los enfermos ‘‘es todo sacerdote y solo el” , no se debe olvidar que sacerdote en el derecho canónigo, significa tanto el presbítero como el obispo.

Cuando varios sacerdotes están presentes en la celebración, pueden distribuirse entre sí las diversas partes del rito (liturgia de la palabra. invocaciones, etc). Pero, en conformidad con lo expuesto cuando nos referimos a los sacramentos en general, es necesario que aquel que realiza la unción sea el mismo que pronuncia la fórmula .

2.4.4. El sujeto de la Unción de los enfermos
Para la recepción válida de la unción de los enfermos, se requiere que el sujeto sea bautizado, haya llegado al uso de razón, tenga la debida intención “comience a estar en peligro por enfermedad o vejez” . Expliquemos cada uno de estos requisitos:

1. Persona bautizada: a excepción hecha del Bautismo, todos los sacramentos suponen ya en el sujeto la inserción en Cristo, la cual será fortalecida o restaurada para la acción sacramental. Los sacramentos son en efecto, medios para alimentar esta vida que fluye de Cristo-Cabeza hacia sus miembros.

Para la licitud de la Unción se exige como norma general, que el fiel que va a ser ungido sea miembro de la Iglesia católica. Sin embargo hay casos en los cuales es lícito administrar este sacramento a cristianos pertenecientes a otra Iglesia o comunidad eclesial.

2. Persona que haya llegado al uso de razón: La tradición de la Iglesia reconoció siempre en la unción de los enfermos un cierto carácter penitencial hasta el punto de que el perdón de los pecados fue resaltado como el efecto más propio e inmediato de este sacramento. Actualmente, se destaca más el efecto de lograr que el enfermo confortado por la virtud del Espíritu Santo, se asocie libremente a la Pasión de Cristo en esta forma, recibe también una ayuda especial para resistir las tentaciones del demonio, en un momento en el que la naturaleza experimenta un debilitamiento. Ahora bien, las personas que no han llegado al uso de razón, no son capaces ni del arrepentimiento propio de un acto penitencial, ni del ofrecimiento consciente de sus dolores o de su vida y ni siquiera de ser tentadas para cometer pecados. Por esto, la Iglesia no les administra el sacramento de la Unción de los enfermos. En verdad, este sacramento puede constituir igualmente un alivio para el cuerpo, por ello mismo, creemos que la disciplina actual de la Iglesia puede modificarse, en el sentido de poder también administrar la Unción de los enfermos a los niños que no han llegado aún al uso de la razón. Sin embargo, esto en el momento actual es apenas un deseo, pues la actual legislación es sumamente clara.

En relación con los dementes, es evidente que si nunca han llegado al uso de razón, se equiparan completamente a los niños. Pero si alguna vez fueron capaces de raciocinar y querer libremente deben ser ungidos al menos condicionalmente. En caso de duda, adminístrese el sacramento .

3. Persona que tenga la intención debida: Como sucede con todas los sacramentos que han de ser recibidos por quienes son capaces de un acto propio de voluntad, exige, al menos la intención habitual implícita. Esta intención se halla, normalmente, implicada en el deseo de vivir cristianamente. Sin embargo, es evidente que el rechazo formal de los auxilios de la Iglesia excluye la intención mínima necesaria.

Cuando el enfermo ha perdido el conocimiento se abrigan dudas positivas acerca de su intención a causa de algunos hechos la unción debe administrarse condicionalmente, pero no debe ser omitida .

4. Persona que comience o encontrarse en peligro de muerte o por enfermedad o veje: El sacramento de la unción de los enfermemos no es principalmente un sacramento de moribundos. Para auxiliar a quienes se preparan a emprender el viaje supremo la Iglesia tiene otro sacramento: la Eucaristía administrada como viático prenda de la resurrección (Cf. Jn 6. 54), El can. 1104. § 1. Ateniéndose a lo dicho por la Constitución conciliar “Sacrosanctun Concilium“, al hablar de comenzar a estar en peligro de muerte. No se trata, por tanto, del llamado “artículos mortis” es decir, de los instantes que preceden inmediatamente a la muerte, sino de cualquier estado de salud que demande cuidados, poniendo en riesgo la vida, por más que tal riesgo pueda preverse como algo lejano. La constitución apostólica de Pablo VI ‘Sacra Unctione Infirmorum“, del 30 de noviembre de 1972 y el nuevo “Rito de la Unción de los enfermos”, procedente del ritual de 1614, “En la duda sobre si... sufre una enfermedad grave... adminístresele este sacramento” . Por otra parte el diagnóstico di médico ofrece el mas seguro indicio acerca de la gravedad o no de la enfermedad o del debilitamiento de las fuerzas por razón de la vejez. La Unción de los enfermos puede conferirse antes de una intervención quirúrgica necesaria, que implique riesgo de vida.

5. Para la recepción lícita y fructuosa: En la unción de los enfermos, aparte de los cuatro enumerados, se requiere también el arrepentimiento, al menos con contrición sobrenatural imperfecta, de sus pecados .

La unción de los enfermos puede reiterarse siempre que el enfermo habiendo convalecido, recaiga en enfermedad grave. También si persistiendo la enfermedad el peligro se agravare . Compete a la prudencia pastoral el determinar cuando es conveniente repetir el sacramento.

2.4.5. Efectos de la Celebración de Este Sacramento

Un don particular del Espíritu Santo . La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (Hb 2, 15). Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios . Además, “si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” .

La unión a la Pasión de Cristo: Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador. El sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser Participación en la obra salvífica de Jesús.

Una gracia eclesial . Los enfermos que reciben este sacramento, “uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios” (LG 11). Cuando celebra este sacramento, la Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del enfermo Y el enfermo a su vez por la gracia de este sacramento contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece por Cristo a Dios Padre.

Una preparación para el ultimo transito: Si la Unción de los enfermos es concedido a todos los de enfermedades y dolencias graves, lo es con mayor razón “a los están a punto de salir de esta vida” (“in exitu viae constituti”), de manera que se la ha llamado también “sacramentum exeuntium” (sacramento de los que parten). La Unción de los enfermos acaba por conformarnos con la muerte resurrección de Cristo, como el Bautismo había comenzado a hacerlo. Es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo había sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos había fortalecido para el combate de esta vida. Esta última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos combates .

2.4.6. El Viático, último sacramento del cristiano
A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13, 1).

Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada “los sacramentos de la iniciación cristiana”, se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, “los sacramentos que preparan para entrar en la Patria” o los sacramentos que cierran la peregrinación.
2.5. ASPECTO LITÚRGICO
2.5.1. La unión de la unción de los enfermos con otros sacramentos
Puesto que el enfermo puede querer recibir también otros auxilios de la Iglesia, el nuevo rito prevé una celebración continua de tres sacramentos. El orden allí establecido es el siguiente: a) penitencia, como preparación para la recepción de los otros dos sacramentos; b) Unción de los enfermos, que proporciona una ayuda específica para el estado del enfermo; e) Eucaristía, como viático, preparando de esta manera el último viaje. Cuando, el tiempo urge se debe anteponer el viático a la unción dado que la necesidad de la Eucaristía, en el momento supremo de la vida, es anterior y superior a la de la Unción.

Como en todos los sacramentos la Unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria , tiene lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de enfermos, es muy conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía. Si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía. En cuanto sacramento de la Pascua de Cristo, la Eucaristía debería ser siempre el último sacramento de la peregrinación terrenal, el “viático” para el “paso” a la vida eterna .

Como Palabra y sacramento forman un todo inseparable. La Liturgia de la Palabra, precedida de un acto de penitencia, abre la celebración. Las palabras de Cristo y el testimonio de los apóstoles suscitan la fe del enfermo y de la comunidad para pedir al Señor la fuerza de su Espíritu .

La celebración del sacramento comprende principalmente estos elementos: “los presbíteros de la Iglesia” (St 5, 14) imponen en silencio las manos a los enfermos; oran por los enfermos en la fe de la Iglesia (St 5, 15); es la epíclesis propia de este sacramento; luego ungen al enfermo con óleo bendecido, si es posible, por el obispo .

Estas acciones litúrgicas indican la gracia que este sacramento confiere a los enfermos.

2.5.2. La fórmula de la unción
La fórmula de absolución sacramental, en el Ordo, esta compuesta de estas partes:

Epíclesis Por esta Santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el señor con la gracia del espíritu Santo.

Absolución Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad.


2.5.3. La celebración comunitaria de la unción de los enfermos
Como repetidamente hemos dicho, todo sacramento posee una dimensión comunitaria. En el caso de la unción de los enfermos, la Iglesia entera ora por ello o recibe las gracias de su asociación a la Pasión de Cristo. La estructura del rito completo de la Unción es un rito penitencial, liturgia de la palabra, oración universal, liturgia del sacramento, unción o bendición.


2.6. LA PASTORAL DE LOS ENFERMOS
Para una correcta pastoral de los enfermos se ha de tener en cuenta muchos condicionamientos sociológicos como por ejemplo: la masificación de los enfermos en los grandes centros sanitarios, la soledad, aislamiento del enfermo alejado de su familia.

Otros condicionamientos tienen una línea pastoral que parten de una falsa concepción del sacramento de la Unción de las enfermas, concebida y administrada como sacramento de moribundos, como extrema unción. Por tratarse de un sacramento para enfermos, es necesaria discernir el verdadero momento de su administración.

No se trata de abaratar el sacramento administrándola indiscriminadamente. Es verdad que muchas veces la urgencia impone ciertas limitaciones en el rito, pero ello no es disculpa para la rutina y para la infravaloración de los signos sacramentales.

En la pastoral de la enfermedad nunca hay que centrarse exclusiva mente en el alma del enfermo o del anciano, prescindiendo de la suerte que pueda correr el cuerpo y atendiendo sólo a que reciba los últimos sacramentos y se prepare para el bien morir. Par eso se ha de evitar una concepción dualista del hombre (alma-cuerpo) y hay que potenciar su unidad sustancial, es decir la persona es una en su alma y en su cuerpo. La pastoral del enfermo “procura crear el clima propicio para superar la prueba del alma y del cuerpo, a fin de conseguir la salud de ambos o en su caso para ayudar al enfermo a la entrega humilde y confiada en manas del Padre celestial” (Ritual u. 11)

También se ha de evitar un concepto excesivamente rígido de lo que es la enfermedad grave, porque se cortarían numerosas pasibilidades a la pastoral de enfermos y al sacramento de la Unción. Del mismo modo se ha de evitar el comenzar el rito sin que preceda el diálogo pastoral. Nunca se ha de olvidar que las reacciones de un enfermo son más lentas que las de una persona sana. En dado caso, la prudencia pastoral dirá a qué ritmo ha de avanzar el diálogo para que el enfermo se sienta vinculado al dolor redentor de Cristo y pueda recibir la Unción.

BIBLIOGRAFIA

• Diócesis de Sonson Rionegro. Catecismo de los catequistas. Tema 39.
• CELAM. Código de Derecho canónico. Eunsa, Bogota 2002.
• CONFERENCIA EPISCOPAL LATINOAMERICANA. Catecismo de la iglesia católica, Librería Editrice Vaticana 1992.
• DEZINGER Enrique. Historia del Dogma de la Iglesia. Herder. Barcelona 1995.
• HORTAL Jesús. Los sacramentos de la Iglesia en su dimensión canónico-pastoral, San Pablo 1994.
• JUAN PABLO II. Instrucción “Eucharisticum Mysterium”.
• JUAN PABLO II. Discurso a la penitenciaría apostólica de 22 de Marzo de 1997, sobre los actos del penitente (confesión, contrición y satisfacción).
• JUAN PABLO II. Reconciliación y penitencia.
• JUAN PABLO II. Salvífici Doloris,
• Concilio Vaticano II: Lumen Gentium; Sacrosanctum Concilium; Ad Gentes; Presbyterorum Ordinis; Optatam Totius.
• MONTERO SUAREZ Marco Antonio pbro. Liturgia al alcance de todos, Opciones Gráficas Editores Ltda, Bogota 2004.
• OTT Ludwig. Manual de teología dogmática. Herder, Barcelona 1969.
• PARDO Andrés. Ritual de los Sacramentos. Bac, España 1999.
INSTITUTO COLOMBIANO DE PASTORAL
PARA LAICOS SAN LUIS BELTRAN
INPAL





Pbro. Víctor Julio Quiceno.
Director.







Material elaborado por:
Gerson Leonardo Jara.
Segundo Juvenal Sicuariza.
Alveiro Andrade Caicedo.










BOGOTA
SEMINARIO INTERMISIONAL
SAN LUIS BELTRAN
2005.



Iglesia y sacramentos…
Visión pastoral

Modulo #5

SACRAMENTOS DE SERVICIO
ORDEN - MATRIMONIO










INSTITUTO DE FORMACION PARA LAICOS
“SAN LUIS BELTRAN”
INFOPAL

TABLA DE CONTENIDO.

INTRODUCCIÓN 4
1. EL SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL 5
1.1. DEFINICION 5
1.2. SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY. 7
1.3. UN POCO DE HISTORIA. 9
1.3.1. Primeros Cristianos 9
1.3.2. Reforma. 10
1.4. TEOLOGIA. 11
1.4.1. La Materia. 11
1.4.2. La Forma. 11
1.4.3. Efectos Del Sacramento Del Orden. 12
1.4.3.1. El carácter indeleble. 12
1.4.3.2. La gracia santificante y la sacramental. 14
1.4.4. Diversidad De Grados En El Sacramento Del Orden. 14
1.4.4.1. El episcopado. 15
1.4.4.2. El presbiterado. 16
1.4.4.3. El diaconado. 16
1.4.5. Ministro Del Sacramento Del Orden. 17
1.4.5. Condiciones Para Administrarlo Válidamente. 17
1.4.6. Condiciones Para Administrarlo Lícitamente. 18
1.4.6.1. Para la consagración de obispos. 18
1.4.6.2. Para la ordenación de presbíteros y diáconos. 19
1.4.7. Sujeto Del Sacramento Del Orden. 19
1.4.7.1. Condiciones para recibirlo válidamente. 19
1.4.7.2. Condiciones Para Recibirlo Lícitamente 22
1.4.8 Las Obligaciones De Los Clérigos. 26
1.4.8.1 El celibato sacerdotal. 26
1.4.8.2. Santidad de vida. 29
1.4.8.3. Obediencia al Ordinario. 30
7.8.4. Uso del traje eclesiástico 31
7.8.5 Otras obligaciones. 31
2. EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO. 32
2.1. DEFINICIÓN. 32
2.2. EL MATRIMONIO EN LA BIBLIA. 32
2.2.1. El Matrimonio En El Plan De Dios. 32
2.2.2. El Matrimonio En El Plan de La Creación. 32
2.2.3. El Matrimonio Bajo La Esclavitud Del Pecado. 34
2.2.4. El Matrimonio Bajo La Pedagogía De La Antigua Ley. 35
2.2.5. El Matrimonio En La Nueva Alianza. 36
2.3. HISTORIA DEL MATRIMONIO 38
2.4. TEOLOGÍA DEL SACRAMENTO 40
2.4.1. El Consentimiento Matrimonial. 40
2.4.2. Matrimonios Mixtos Y Dispariedad De Culto. 42
2.4.3. Efectos Del Sacramento. 43
2.4.3.1. El vínculo matrimonial. 43
2.4.3.2. La gracia del sacramento del matrimonio. 44
2.4.4. Los Bienes Y Las Exigencias Del Amor Conyugal. 45
2.4.4.1. La fidelidad del amor conyugal. 46
2.4.4.2. La apertura a la fecundidad. 48
2.4.3.1. La Vocación Al Matrimonio. 49
2.4.6. ¿Divorcio?: Lo que Dios Unió Que No Lo Separe El Hombre. 51
2.4.7. La Santidad Matrimonial. 53
2.4.8. Donación De Si Y Matrimonio. 54
2.4.9. El Amor De Los Esposos 56
La fidelidad conyugal. 58
2.4.10. Ofensas A La Dignidad Del Matrimonio. 59
2.5. La Celebración Del Matrimonio 63
2.6. 64
Reflexión Pastoral Del Sacramento Del Matrimonio. 64
2.6.1. 70
Noviazgo: Tiempo De Gracia. 70
2.6.1.2. 71
Preparación inmediata 71
2.6.2. 73
Celebración Del Matrimonio. 73


INTRODUCCIÓN
Los sacramentos no son cosas aisladas, son signos que actúan en conjunto, comunicándonos la gracia. Por ejemplo, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son los sacramentos de la iniciación cristiana, que fundamentan la vocación común de todos los discípulos de Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo. Confieren las gracias necesarias para vivir según el Espíritu en esta vida de peregrinos en marcha hacia la patria celestial.

La confesión y la unción de los enfermos son los sacramentos de sanación. Sanan la persona tanto física como espiritualmente y renuevan constantemente el compromiso de cristianos. Y los sacramentos, del Orden y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios.

Hablar del sacramento del matrimonio para algunos suena hoy en día algo pasado de moda, “utópico”. Pero no es así: El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna. “El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo” .

1. EL SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL

1.1. DEFINICION

Noción del sacramento del Orden Sacerdotal

El orden es el sacramento por el que "algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir"

Del texto anterior se pueden deducir algunas ideas básicas sobre este sacramento, que después serán ampliadas:

a) De entre la totalidad de los fieles, algunos son constituidos ministros sagrados. Puesto que todo bautizado participa del sacerdocio de Cristo y está por tanto, capacitado para colaborar en la misión de la Iglesia. El orden, sin embargo, imprime el carácter indeleble que distingue esencialmente a quien lo recibe de los demás fieles, capacitándolo para funciones especiales. Por eso se afirma que el sacerdote posee el sacerdocio ministerial, distinto del sacerdocio real o sacerdocio común a todos los fieles.

Hay un sacerdocio común a todos los fieles, que confieren el Bautismo y la Confirmación, y un sacerdocio ministerial que sólo tienen quienes reciben el sacramento del Orden .

"A los fieles laicos, por tanto, les corresponde actuar como ciudadanos corrientes en medio del mundo, tratando de dirigir a Dios todos los asuntos temporales de acuerdo a sus propias circunstancias personales, y cooperando así con Cristo en la renovación del mundo" . Lo propio de los sacerdotes, en cambio, es celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, predicar la palabra divina, administrar los sacramentos y guiar a los hombres en orden a conseguir la salvación eterna.

b) El sacerdote actúa en la persona de Cristo, es decir, en el nombre y con el poder de Cristo, porque la identidad del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo: Que los hombres nos consideren como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (ICor. 4, 1). Así lo Recordaba Juan Pablo II a los sacerdotes en Czestochowa : Este servicio alto y exigente no podrá ser prestado sin una clara y arraigada convicción acerca de vuestra identidad como sacerdotes de Cristo, depositarios y administradores de los misterios de Dios, instrumento de salvación para los hombres, testigos de un reino que se inicia en este mundo, pero que se completa en el más allá.

c) Las funciones que desempeña se resumen en una triple potestad: enseñar, santificar y regir. De los sacerdotes depende en gran parte la vida sobrenatural de los fieles, ya que solamente ellos pueden hacer presente a Jesucristo sobre el altar y perdonar los pecados, administrar también los otros sacramentos, predicar la palabra divina, dirigir espiritualmente, etc. Es decir, participa del triple poder de Cristo:
• Santificar, administrando los sacramentos, sobre todo el de la Penitencia y el de la Eucaristía.
• Regir, dirigiendo a las almas, orientando su vida hacia la santidad.
• Enseñar, anunciando a los hombres el Evangelio.
1.2. SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY.

Jesucristo es el verdadero y supremo Sacerdote de la Nueva Ley, pues sólo Él nos reconcilió con Dios por medio de su Sangre derramada en la Cruz (cfr. Hebr. 8, 1; 9, 15). Sin embargo, quiso Jesús que algunos hombres, escogidos por El, participaran de la dignidad sacerdotal de modo que llevaran los frutos de la redención a todos los demás. Con ese fin instituyó el sacerdocio de la Nueva Alianza (Lc. 22, 19). A su vez los Apóstoles, inspirados por Dios, sabían que el encargo de Jesús no acabaría con ellos, y por eso transmitían el ministerio mediante el sacramento del orden, que administraban por la imposición de las manos y la oración (Hch 14, 23-24). De este modo, comunicaban a otros hombres el poder de regir, santificar y enseñar que ellos habían recibido directamente del Señor.

Es dogma de fe explícitamente definido afirma que el sacramento del orden sacerdotal es uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley instituidos por Nuestro Señor Jesucristo .

Consta expresamente en la Sagrada Escritura que Cristo hizo de los Apóstoles una elección especial: "Subió a un monte y llamando a los que quiso, vinieron a El, y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar" (Mc. 3, 13-15); "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Jn. 15, 16), al elegirlos, les confió una misión y les dio unos poderes particulares; en concreto:

† Poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonareis los pecados les serán perdonados" (Jn. 20, 23; Mt. 16, 19; 18, 18).
† Poder de administrar los demás sacramentos y de predicar la palabra de Dios: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado" (Mt. 28, 19-20); "Como mi Padre me envió, así yo os envío a vosotros" (Jn. 20, 21).
† Poder sobre el Cuerpo real de Cristo, para renovar incruentemente el sacrificio de la Cruz, hasta el fin de los siglos (Lc. 22, 19; ICor. 11, 23-25). Este es el principal poder que reciben los presbíteros, pues el sacerdocio se ordena primariamente al sacrificio.

Estos poderes fueron dados por el Señor a sus Apóstoles con una finalidad: continuar su misión redentora hasta el fin de los siglos (Mt. 28, 20; Jn. 17, 18) . Esta finalidad sería inalcanzable si los poderes terminaran con la muerte de los doce Apóstoles, y por eso Cristo les mandó que los transmitieran, y así lo entendieron y practicaron desde el principio: Impusieron las manos sobre algunos, elegidos específicamente (Hch 6, 6; 13, 13); constituyeron presbíteros y obispos para gobernar las iglesias locales (Hch 14, 23; 20, 28), para administrar los sacramentos (ICor. 4, 1), para fomentar las buenas costumbres y vigilar la recta doctrina (ITes. 3, 2).

Este sacramento se llama orden sagrado porque, consiste en grados ordenados, jerárquicamente subordinados entre sí, de los que resulta la jerarquía eclesiástica:

"Orden, si atendemos a su etimología y concepto, es cierta disposición de cosas superiores e inferiores que están entre sí tan ajustadas, que una se relaciona con otra. Por tanto, habiendo en este ministerio muchos grados y cargos distintos, y estando todos distribuidos y dispuestos por un sistema determinado, es claro que muy bien y propiamente se le ha dado el nombre de Orden ”

1.3. UN POCO DE HISTORIA.


La palabra "Ordinatio" ordenación, se utilizaba en el Imperio romano para designar la entrada en el escalafón de los funcionarios imperiales. A partir de este momento el funcionario pertenecía a un orden diferente del resto del pueblo.

1.3.1. Primeros Cristianos

Durante los siglos II y III se va a dar una consolidación de nombre y contenidos del ministerio apostólico bajo las denominaciones de: Diácono, Presbítero y Obispo, configurándose como ministerio de santificación, gobierno y enseñanza en la comunidad cristiana. Esta situación se verá perturbada en los siglos venideros debido al cambio de situación que se opera en el Imperio: La Iglesia de ser perseguida, pasa a ser religión oficial y sus ministros devienen personajes importantes cuya responsabilidad y autoridad comienza a desbordar los límites eclesiales.


A partir del siglo tercero se comenzó a utilizar en algunos lugares esta expresión para designar una dignidad o estado en la Iglesia. Esta denominación se extendería a toda la Iglesia con el paso del tiempo, dando nombre al sacramento por el que son constituidos: Obispos, Presbíteros y Diáconos.


La comunidad cristiana, en su liturgia, ve al sacerdocio y los sacerdotes del Antiguo Testamento como prefiguraciones que encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que incorpora a su Único sacerdocio a los Apóstoles y sus sucesores sacerdotes.

1.3.2. Reforma.

La Reforma protestante va a arremeter contra esta situación, afirmando que no hay más sacerdote que Cristo, quedando todo cristiano constituido sacerdote por la fe y el bautismo. Lutero declara que por ello no podía considerarse el Orden como sacramento y sólo reconoce como ministerio el de la predicación.

El Concilio de Trento 1545, por el contrario, reafirma y declara que "El Sacramento del Orden es un sacramento instituido por Cristo, que comunica poder y gracia y no puede entenderse sólo con relación al ministerio de predicar el Evangelio".








1.4. TEOLOGIA.

1.4.1. La Materia.

En 1947, después de una larga controversia sobre el tema, Pío XII declaró que la materia del sacramento del Orden es la imposición de las manos .

La controversia tuvo su origen en que, al conferir las sagradas órdenes, al rito de origen apostólico de la imposición de las manos se añadió, en los siglos X, XI y XII, la traditio instrumentorum, es decir, la entrega de los instrumentos de los que se sirve el sacerdote en su ministerio (el cáliz y la patena, el libro de los Evangelios, etc.). Esta entrega de instrumentos, tomada de las costumbres civiles romanas, llegó a considerarse con cierta frecuencia como algo necesario para la validez del sacramento, hasta que Pío XII dejó fuera de toda duda que no era algo esencial.

En otros sacramentos la materia es una res (cosa) ejemplo, el agua, aceite, etc., porque el efecto del sacramento no deriva de algo que tenga el ministro; en cambio en el sacramento del orden se comunica una potestad espiritual que viene de Dios, pero que es participada por quien lo confiere: por eso la fuerza de la materia está en el ministro y no en un elemento material.

1.4.2. La Forma.

La forma es la oración consecratoria que los libros litúrgicos prescriben para cada grado (CIC. 1009 § 2).

En la ordenación de presbíteros son las palabras de la oración que el obispo dice después de que el ordenado ha recibido la imposición de las manos. Las esenciales son: "Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de santidad; reciban de Ti el sacerdocio de segundo grado y sean, con su conducta, ejemplo de vida"

1.4.3. Efectos Del Sacramento Del Orden.

Por la ordenación sagrada, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de los tesoros divinos (1Cor. 4, 1). Con este sacramento recibe una serie de efectos sobrenaturales que le ayudan a cumplir su misión, siendo los principales: a) el carácter indeleble, b) la potestad espiritual, c) el aumento de gracia santificante y d) la concesión de la gracia sacramental.

1.4.3.1. El carácter indeleble.

Este sacramento imprime carácter indeleble, distinto al del Bautismo y al de la Confirmación, que constituye al sujeto en sacerdote para siempre: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Hbr. 5, 5-6), en el sacramento del Orden constituye la más plena participación en el sacerdocio de Cristo:

- Lleva a su plenitud el sacerdotal (esse sacerdotale),
-Perfecciona el poder sacerdotal (posse sacerdotale),
- Corona la capacidad de ejercer fácilmente ese poder sacerdotal (bene posse sacerdotale) que el fiel ya tiene por el Bautismo y la Confirmación.

El carácter realiza todo esto a través de una configuración del que se ordena con Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, que le faculta para participar de un modo muy especial en su sacerdocio y en su triple función. Por eso el sacerdote se convierte en:

a) Ministro autorizado de la palabra de Dios, participando del munus docendi (poder de enseñar).

b) Ministro de los sacramentos, participando del munus sanctificandi (poder de santificar); de modo especial se convierte en ministro de la Eucaristía, por lo que su oficio principal es la celebración del Santo Sacrificio del Altar, donde se renueva sacramentalmente la obra de nuestra Redención y se aplican sus frutos, y donde el ministerio sacerdotal encuentra su plenitud, su centro y su eficacia .

c) Ministro del pueblo de Dios, participando del munus regendi (poder de gobernar);entra a formar parte de la jerarquía eclesiástica, de modo distinto según su grado propio: adquiere una potestad espiritual para conducir a los fieles a su fin sobrenatural eterno, esta potestad se da en:

Potestad espiritual: En la jerarquía de la Iglesia, de la que se forma parte en virtud del sacramento del orden, podemos distinguir dos planos:
La jerarquía de orden: está formada por los obispos, presbíteros y diáconos, su finalidad es ofrecer el Santo Sacrificio y administrar los sacramentos y la jerarquía de jurisdicción (que supone la anterior): está formada por el Papa y los obispos en comunión con él (o quienes, en el derecho canónico, se equiparan a los obispos); los presbíteros y diáconos se insertan en ella a través de su colaboración con el Ordinario respectivo.

1.4.3.2. La gracia santificante y la sacramental.

Al igual que los demás sacramentos, el sacramento del Orden aumenta la gracia santificante (Dz. 701).

Otorga, además, la gracia sacramental; es decir, la ayuda sobrenatural necesaria para poder ejercer debidamente las funciones correspondientes al grado recibido (Dz. 2301).

1.4.4. Diversidad De Grados En El Sacramento Del Orden.

El ministerio eclesiástico, está ejercido en diversos órdenes que desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos.

La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconoce que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término ‘sacerdos’ designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que "los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado ‘ordenación’, es decir, por eso sacramento del Orden" . No son, por tanto, sacramentos diversos (Concilio Vaticano II: Christus Dominus, n. 15; Lumen gentium, n. 21; Presbyterorum ordinis, n. 2).

1.4.4.1. El episcopado.

"Entre los diversos ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, a través de una sucesión que se remota hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica" .

En orden a la consagración de la Eucaristía su potestad no excede a la de los presbíteros, pero sí la excede en:

- Conferir el sacramento del Orden
- Terminar el ciclo de la iniciación cristiana confiriendo el sacramento de la confirmación
- Consagración de los santos óleos
- Derecho a predicar en cualquier lugar
- Ser colocados al frente de las diócesis o Iglesias locales y gobernarlas con potestad ordinaria, bajo la autoridad del Romano Pontífice ; pero "tiene al mismo tiempo con todos sus hermanos en el episcopado colegialmente, la solicitud de todas las Iglesias" .
- En su diócesis, dictar normas sobre el seminario , sobre la predicación , sobre la liturgia , etc. Además, son quienes conceden a los presbíteros cualquier poder de régimen que puedan tener sobre los demás fieles, y el encargo de predicar la palabra divina.

1.4.4.2. El presbiterado.

Los presbíteros del griego presbiteróos que significa anciano, aunque no tienen la plenitud del sacerdocio y dependen de los obispos en el ejercicio de su potestad, tiene el poder de:

- Consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo
- Perdonar los pecados
- Ayudar a los fieles con las obras y la doctrina
-Administrar aquellos otros sacramentos que no requieran necesariamente el orden episcopal.

1.4.4.3. El diaconado.

El diácono (del griego diakonoós = servidor) asiste al sacerdote en determinados oficios::

- Funciones litúrgicas, en conformidad con los respectivos libros;
- Administrando el Bautismo solemne;
- Reservando y distribuyendo la Eucaristía, llevando el Viático a los moribundos y dando la bendición con el Santísimo;
- Asistir al Matrimonio donde no haya sacerdote .
El diaconado que fue y sigue siendo un escalón previo al presbiterado, es también ahora un grado permanente y propio de la jerarquía .

1.4.5. Ministro Del Sacramento Del Orden.

Es ministro de la ordenación sagrada en todos sus grados, el obispo consagrado ; así consta en el Concilio de Florencia y Trento .

"Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del ministerio apostólico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, transmitir el don espiritual; la semilla apostólica" .

Según la Sagrada Escritura, los Apóstoles (Hch 6, 6; 14, 22; IITim. 1, 6) o los discípulos de los Apóstoles consagrados por éstos como obispos (ITim. 5, 22; Tit. 1, 25), aparecen como los ministros de la ordenación.


1.4.5. Condiciones Para Administrarlo Válidamente.

Para la validez basta que el obispo tenga la intención requerida y observe el rito externo de ordenación , aunque sea hereje, cismático, simoníaco, o se halle excomulgado.

A los muchos datos que nos proporciona en este sentido la historia de la Iglesia, hay que añadir documentos papales muy antiguos que explícitamente afirman la validez de las ordenaciones conferidas por verdaderos obispos, aunque fueran cismáticos o herejes: ejemplo: la carta del papa Anastasio II al emperador Anastasio I, del 496 (Dz. 169), carta del Papa Gregorio I a los obispos de Georgia, año 601 (Dz. 249), una decisión en el Concilio de Guastalla, celebrado en 1106 (Dz. 358).

En 1896, el Papa León XIII, siguiendo la opinión que ya habían mantenido sus predecesores desde que se planteó el problema a mediados del siglo XVI, declaró explícitamente que eran inválidas las ordenaciones conferidas por los anglicanos. Pero esto no se debía a que el obispo fuera cismático o hereje, sino a que la forma que usaron durante siglos era incapaz de significar lo que es el sacramento y, por tanto, el mismo sacramento era inválido. A lo cual se añadía la duda sobre si el ministro tenía la intención de hacer lo que hace la Iglesia, ya que se rechazaba expresamente el carácter sacrificial de la Misa, fin propio de la ordenación sacerdotal (Dz. 1963-1966).


1.4.6. Condiciones Para Administrarlo Lícitamente.

1.4.6.1. Para la consagración de obispos.

Para ordenar obispos lícitamente se requiere ser obispo y tener constancia del mandato (o nombramiento) del Romano Pontífice , además, en la ordenación deben estar presentes al menos otros dos obispos .

En efecto, está reservada al Romano Pontífice la facultad de autorizar, mediante una Bula, la consagración episcopal. El canon 1382 prevé una excomunión reservada a la Santa Sede tanto al obispo que sin esa autorización consagra a otro obispo, como al que permite ser consagrado sin ese mandato del Papa.

1.4.6.2. Para la ordenación de presbíteros y diáconos.

Respecto a la lícita ordenación de los presbíteros y los diáconos, el ministro es el propio obispo, o bien cualquier otro obispo con legítimas dimisorias es decir, autorización del Ordinario propio. El ministro, además, debe estar en estado de gracia.

El obispo que ordena debe cerciorarse debidamente de la idoneidad del candidato, de acuerdo a las normas establecidas por el derecho , que vienen a ser una concreción de aquella recomendación de San Pablo: "No seas precipitado en imponer las manos a nadie, no vengas a participar en los pecados ajenos" (I Tim. 5, 22).

1.4.7. Sujeto Del Sacramento Del Orden.
1.4.7.1. Condiciones para recibirlo válidamente.

a) "Sólo el varón bautizado recibe válidamente la ordenación" .

Queda claro, por tanto, que si no ha habido válida recepción del Bautismo, tampoco es válida la ordenación, ya que el Bautismo es ianua sacramentorum: puerta de entrada a todos los demás sacramentos.

Sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial, la Iglesia siempre ha enseñado que Jesucristo quiso que quienes habían de ejercer visiblemente el oficio sacerdotal en su nombre, fueran varones:

Él eligió a los Apóstoles sólo entre los discípulos varones aunque también las mujeres le seguían en muchas ocasiones, e incluso se mostraron más fieles y más fuertes que los hombres.

Ni los Apóstoles que al salir del mundo hebreo para entrar al griego se encontraron con la existencia de sacerdotisas en algunos cultos paganos, ni tampoco sus sucesores, administraron el sacramento del orden a las mujeres.

En la Iglesia antigua se tomó como inaceptable la costumbre introducida por algunas sectas, especialmente las gnósticas, de ordenar mujeres; ya en la segunda mitad del siglo II lo atestigua San Irineo . Puede, por tanto, tomarse como una norma perpetua lo hecho por Cristo y por los Apóstoles, ya que la Iglesia no tiene ninguna potestad sobre la esencia de los sacramentos, es decir, sobre lo que Cristo mismo estableció .

El 22 de mayo de 1994 el Papa Juan Pablo II declaró como definitiva la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal: Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a mis hermanos (Lc 22, 32), declaro que "la Iglesia no tiene modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia" .

Como un argumento de conveniencia de esta reserva del sacramento del Orden al varón, se puede considerar que el sacerdote tiene que representar a Cristo al celebrar el Sacrificio de la Misa y confeccionar la Eucaristía. Por el simbolismo sacramental, tiene que darse una semejanza natural entre Cristo y sus ministros, lo que sólo sucede si éstos son varones, como lo es Cristo.

No se rebaja de ningún modo la dignidad de la mujer por el hecho de que no pueda recibir este sacramento: la criatura más excelsa ha sido la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, que no recibió el sacerdocio ministerial; si se exceptúa esta limitación, a la mujer han de reconocerse plenamente, en la Iglesia, los mismos derechos y deberes que a los hombres.

En su primer viaje a Estados Unidos, Juan Pablo II volvió a repetir estas ideas a un grupo de sacerdotes que se reunieron con él en Filadelfia: El hecho de que haya una llamada personal individual al sacerdocio por el Señor, a los hombres ‘a quienes El ha decidido llamar’, está de acuerdo con la tradición profética. Esto debería ayudarnos a comprender también que la decisión tradicional de la Iglesia de no llamar a mujeres, no entraña ninguna afirmación acerca de los derechos humanos, ni es exclusión de las mujeres de la santidad y misión de la Iglesia. Esta decisión expresa bien la convicción de la Iglesia acerca de esta dimensión particular del don del sacerdocio, por cuyo medio Dios ha elegido pastorear a su grey (Homilías, 4-X-1979). Véanse, además, los escritos de Pablo VI al Arzobispo de Canterbury de 30-XI-1975 y el 23-III-1975 (AAS 68, 599-600) y la Declaración de la S.C. para la Doctrina de la Fe del 15-X-1976 y en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1577.

b) En cuanto a la intención, se requiere al menos habitual (la que se tenía antes y no se retractó), aunque en la práctica ser intención actual (es decir, en el momento de recibir el sacramento), por comportar el sacramento un nuevo estado de vida y, por tanto, nuevas y graves obligaciones.

Si no hubo libertad, y por esto se excluyó la intención de recibir el sacramento, la ordenación es nula y consecuentemente no se tiene tampoco ninguna obligación .

Podría suceder que una coacción por miedo grave no lleve a excluir la intención de recibir el Orden sacerdotal, en cuyo caso la ordenación es válida.

Antes de recibir la ordenación, los candidatos deben entregar al superior legítimo una declaración escrita de puño y letra, en la que hagan constar que reciben el Orden espontánea y libremente .
1.4.7.2. Condiciones Para Recibirlo Lícitamente

A. Cualidades requeridas por derecho divino

Para la lícita ordenación se requiere, por voluntad divina, vocación y estado de gracia.

a) Vocación o llamada de Dios
Para llegar al sacerdocio es necesaria una llamada específica de Dios:

"¡Hemos sido llamados! ­ Esta es la verdad fundamental, que nos debe infundir aliento y alegría! Jesús mismo dijo a los Apóstoles: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he puesto para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn. 15, 16). . . "Ninguno, efectivamente, se atrevería a llegar a ser ministro de Cristo, en contacto permanente con el Altísimo. ¡Nadie tendría la audacia de cargar sobre sí el peso de las conciencias, y de aceptar una soledad sagrada y mística! La llamada nos da fuerza para ser, con constancia y fidelidad" .

Esa vocación comprende, como signos, la recta intención y la integridad de vida:

- recta intención: consiste en buscar de manera exclusiva, o al menos de modo principal, la gloria de Dios, el bien de las almas y la propia santificación;
- virtud probada: es decir, sólida vida de piedad y de mortificación, afán de servicio, constancia de ánimo, porque el sacerdote es mediador entre Dios y los hombres, dispensador de los misterios divinos (ICor. 4, 1. Ver Documento de Puebla. 862-891).

b) Estado de gracia

Es necesario para recibir lícitamente el sacramento del Orden, por la misma razón que lo es para recibir los demás sacramentos.

B. Cualidades requeridas por derecho eclesiástico

Por disposición de la Iglesia se requiere en el ordenando los siguientes requisitos:

a) Letras dimisorias
b) Ciencia suficiente, que incluye el debido conocimiento de todo lo que se refiere al sacramento del orden, y a las obligaciones que lleva consigo

La Iglesia exige a los ordenandos una declaración, reforzada por juramento, suscrita de puño y letra por el interesado, de que se conocen las obligaciones del grado que se va a recibir.

Para quienes van a recibir el diaconado, es necesario haber terminado el quinto año del ciclo de estudios filosófico-teológicos . Nada se dice de los estudios que han de haberse cursado para recibir el presbiterado, aunque parece deducirse que hay que tenerlos todos Para el episcopado es necesario el Doctorado, o al menos la Licenciatura en Sagradas Escrituras, Teología o Derecho Canónico; o, en su defecto, pericia en esas materias .

c) Edad: 25 años para poder recibir el presbiterado y 35 para el episcopado , en el caso del diaconado se mencionan dos posibilidades: si el diácono va a ser destinado al presbiterado necesita tener al menos 23 años y si el diácono va a ser destinado permanentemente y está casado, necesita al menos 35 años y el consentimiento de su mujer .

d) Observar un intersticio de al menos seis meses entre el diaconado y el presbiterado .

El intersticio es un espacio de tiempo que debe existir entre los dos primeros grados del sacramento del orden, con la finalidad de que se pueda ejercitar el orden recibido.

e) Haber recibido el sacramento de la confirmación .

f) Rito de admisión (cfr. CIC, c. 1034 & 1)

Antes de recibir el diaconado o el presbiterado, los interesados han de ser admitidos como candidatos por la autoridad competente con un rito litúrgico establecido, habiendo previamente hecho la solicitud escrita y firmada de puño y letra.

g) Haber hecho ejercicios espirituales, al menos durante cinco días, antes de recibir la ordenación .

h) Ausencia de irregularidades e impedimentos . La irregularidad es una clase de impedimento que se caracteriza por la perpetuidad, mientras que al impedimento que no es perpetuo se le clasifica de simple impedimento.

Los impedimentos e irregularidades han de interpretarse estrictamente (cfr. CIC, c. 18); su numeración constituye un numerus clausus número cerrado, por lo que no cabe apreciar la existencia de algunos más por analogía.

Las irregularidades, pues, son impedimentos perpetuos que impiden recibir lícitamente el orden sagrado. Han sido establecidas por la Iglesia en atención a la reverencia que se debe a los ministros sagrados. Son las siguientes :

- padecer alguna forma de amnesia u otra enfermedad psíquica;
- haber caído en apostasía, herejía o cisma;
-haber atentado (intentado) matrimonio, aun sólo civil, estando impedido por vínculo, orden sacerdotal o voto público perpetuo de castidad;
- haber cometido homicidio voluntario;
-haber procurado o cooperado positivamente en un aborto, habiéndose éste verificado;
- mutilarse a sí mismo o a otro, dolosa y gravemente;
- haber intentado suicidarse;
- realizar un acto de potestad de orden reservado a los obispos o a los presbíteros.

Los simples impedimentos son (CIC. 1042):
- estar casado.
-desempeñar un cargo o tarea de administración prohibido a los clérigos.
-haber sido bautizado recientemente y, por tanto, no estar suficientemente probado.


1.4.8 Las Obligaciones De Los Clérigos.

No trataremos aquí de la obligación de celebrar la Santa Misa y de administrar los sacramentos que tienen los sacerdotes, ya que eso se estudia en los tratados correspondientes al hablar del ministro del sacramento.

1.4.8.1 El celibato sacerdotal.

Por razones convenientemente fundadas en el misterio de Cristo y de su misión, el derecho impone el celibato a todos los sacerdotes de la Iglesia latina (CIC. 277; Catecismo, n. 1579).

En 1965, dos documentos del Concilio Vaticano II trataron el tema del celibato sacerdotal (Presbyterorum ordinis. 16; Optatam totius. 10).

En 1967, en su Encíclica Sacerdotalis coelibatus, Pablo VI vuelve a hablar del mismo tema. Junto a un breve esquema de la historia de la institución del celibato y a otras consideraciones de interés, expone una a una las posibles razones en pro y en contra, basando íntegramente su Magisterio en la doctrina ya recogida en el Concilio Vaticano II.

En 1971, en el II Sínodo de los Obispos se preparó un nuevo documento en el mismo sentido, aprobado y promulgado luego por Pablo VI: De sacerdocio ministeriali, 30-XI-1971.

En 1979 el celibato fue objeto de una nueva reafirmación del Magisterio ordinario de Juan Pablo II: ¿Por qué es un tesoro? ¿Queremos tal vez con esto disminuir el valor del matrimonio y la vocación a la vida familiar? ¿O bien sucumbimos al desprecio maniqueo por el cuerpo humano y por sus funciones? ¿Queremos tal vez despreciar de algún modo el amor, que lleva al hombre y a la mujer al matrimonio y a la unión conyugal del cuerpo, para formar así una sola carne? ¿Cómo podremos pensar y razonar de tal manera, si sabemos, creemos y proclamamos, siguiendo a San Pablo, que el matrimonio es un ‘sacramento magno’? Ninguno, sin embargo, de los motivos con los que a veces se intenta ‘convencernos’ acerca de la inoportunidad del celibato, corresponde a la verdad que la Iglesia proclama y que trata de realizar en la vida a través de un empeño concreto, al que se obligan los sacerdotes antes de la ordenación sagrada. Al contrario, el motivo esencial, propio y adecuado está contenido en la verdad que Cristo declaró, hablando de la renuncia al matrimonio por el Reino de los Cielos, y que San Pablo proclamaba, escribiendo que cada uno en la Iglesia tiene su propio don. El celibato es precisamente un ‘don del Espíritu’. Un don semejante, aunque diverso, se contiene en la vocación al amor conyugal verdadero y fiel, orientado a la procreación según la carne, en el contexto tan amplio del sacramento del matrimonio. Es sabido que este don es fundamental para construir la gran comunidad de la Iglesia, Pueblo de Dios. Pero si esta comunidad quiere responder plenamente a su vocación en Jesucristo, ser necesario que se realice también en ella, en proporción adecuada, ese otro ‘don’, el don del celibato ‘por el Reino de los Cielos’ (Carta Novo incipiente, 8-IV-1979, n. 63).

Esta insistencia es un signo claro, tanto de los ataques a que se ve sometida esta institución, como de la decidida voluntad de la Iglesia de mantener la praxis antiquísima, pues aunque el celibato por el Reino de los Cielos no viene exigido por la naturaleza misma del sacerdocio, le es muy conveniente.

Siguiendo el esquema de la Encíclica Sacerdotalis coelibatus, podemos señalar algunas razones que manifiestan esta especial conveniencia del celibato para los sacerdotes:

- Razones Cristológicas:

con el celibato los sacerdotes se entregan de modo m s excelente a Cristo, uniéndose a El con corazón indiviso; el contenido y la grandeza de su vocación, lleva al sacerdote a abrazar en su vida esa perfecta continencia, de la que es prototipo y ejemplo la virginidad de Cristo Sacerdote; si se considera que Cristo no quiso para sí otro vínculo nupcial que el que contrajo con todos los hombres en la Iglesia, se ve en qué medida el celibato sacerdotal significa y facilita esa participación del ministro de Cristo en el amor universal de su Maestro.


- Razones eclesiológicas:

Con el celibato, los sacerdotes se dedican más libremente, en Cristo y por Cristo, al servicio de los demás hombres, la persona y la vida del sacerdote son posesión de la Iglesia, que hace las veces de Cristo su esposo, el celibato dispone al sacerdote para recibir y ejercer con amplitud la paternidad de Cristo.

El celibato es, en verdad, un don de Dios, dado por El gratuitamente y libremente por el hombre. La autoridad eclesiástica no puede imponerlo a nadie, pero sí puede establecerlo como condición para acceder al sacerdocio (Alvaro del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Ed. Palabra, pp. 83-101).

El celibato también se prescribe para los diáconos que llegarán al sacerdocio. Y los diáconos casados, una vez muerta su mujer, son inhábiles para contraer un nuevo matrimonio (Sacrum diaconatus ordinem de Pablo VI).

1.4.8.2. Santidad de vida.

En el Código de Derecho Canónico, al hablarse de los derechos y deberes de los clérigos, se hace especial énfasis en el deber que tienen de buscar la santidad, de modo especial por haberse convertido en administradores de los misterios del Señor al servicio de su pueblo (cfr. c. 276).

El mismo Código (cfr. c. 246) se ocupa en señalar detalles concretos que son indispensables para alcanzar esa santidad de vida que se pide al sacerdote:

- alimentar la vida espiritual con la lectura de la Sagrada Escritura;
- hacer de la celebración de la Misa el centro de toda su vida; la Iglesia invita encarecidamente al sacerdote a celebrar cada día el Sacrificio de la Eucaristía;

- rezar cotidianamente la liturgia de las horas;
- hacer todos los días un rato de oración mental;
- acudir con frecuencia al sacramento de la penitencia, siendo recomendable que cada sacerdote tenga un director espiritual;
- asistir a los retiros espirituales prescritos por la autoridad legítima;
- tener peculiar veneración a la Madre de Dios, fomentando el rezo del Santo Rosario, etc.

Es necesario, dice el Concilio Vaticano II (Presbyterorum ordinis, n. 12) que el sacerdote luche por ser santo, si desea cumplir adecuadamente sus deberes ministeriales.


1.4.8.3. Obediencia al Ordinario.

Los clérigos tienen especial obligación de mostrar respeto y obediencia al Sumo Pontífice y a su Ordinario propio (CIC, c. 273).

Este deber de obediencia y de disponibilidad para asumir responsablemente las tareas encomendadas por el propio Ordinario, tiene su fundamento inmediato en la incardinación a una diócesis, prelatura, instituto de vida consagrada o en la sociedad que goce de esta facultad, y su fundamento mediato en la condición de clérigo.

En este sentido, establece el Código de Derecho Canónico que, a no ser que haya un legítimo impedimento, los clérigos deben aceptar y desempeñar fielmente la tarea que les encomiende su Ordinario propio (CIC, 274 c. 2).

7.8.4. Uso del traje eclesiástico

Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico, de acuerdo con las normas de la Conferencia Episcopal (CIC, c. 284).

El valor de este signo distintivo no está sólo en que contribuye al decoro del sacerdote en su comportamiento externo, sino, sobre todo, en que es un signo que evidencia en el seno de la comunidad el testamento público que cada sacerdote está llamado a dar de la propia identidad y especial pertenencia a Dios (Carta de Juan Pablo II al Cardenal Vicario de Roma, 8-IX-1982).

7.8.5 Otras obligaciones.

Además, en razón de la misión y dignidad de que está revestido el sacerdote, la Iglesia no permite que ejerza ciertos trabajos o actividades que podrían desdecir de su ministerio, o al menos obstaculizarlo (CIC. 285-289):

- aceptar cargos públicos que suponen una participación en el ejercicio de la potestad civil;
- administrar bienes pertenecientes a laicos, o intervenir en tareas en las que sea necesario rendir cuentas;
- ser fiadores o firmar letras de cambio;
- ejercer la negociación o el comercio;
- participar activamente en partidos políticos o en organizaciones sindicales;
- presentarse voluntarios al servicio militar.


2. EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.

2.1. DEFINICIÓN.
El sacramento del matrimonio, el Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico lo definen como: "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados ”.

2.2. EL MATRIMONIO EN LA BIBLIA.
2.2.1. El Matrimonio En El Plan De Dios.
La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor" (1Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (Ef 5,31-32).

2.2.2. El Matrimonio En El Plan de La Creación.
"La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio... un vínculo sagrado... no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio" . La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales.
Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" .
La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio", representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (Sal 121,2). "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Gn 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue "en el principio", el plan del Creador: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, a los ojos del Creador (Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1,28).

2.2.3. El Matrimonio Bajo La Esclavitud Del Pecado.
Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.

Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (Gn 3,12); su atractivo mutuo, don propio del creador (Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (Gn 3,16b); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (Gn 1,28) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (Gn 3,16-19).
Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gn 3,21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".

2.2.4. El Matrimonio Bajo La Pedagogía De La Antigua Ley .
En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gn 3,16), el trabajo "con el sudor de tu frente" (Gn 3,19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre s í mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí.
La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf Mt 19,8; Dt 24,1).
Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Ez 16,62;23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7).

2.2.5. El Matrimonio En La Nueva Alianza.
“La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él” , preparando así "las bodas del cordero" (Ap 19,7.9).
En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de boda (Jn 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mt 19,6).
Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (Mt 19,10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (Mt 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés.
Jesucristo restablece el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando así mismos, tomando sobre sí sus cruces (Mt 8,34), los esposos podrán "comprender" (Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.
Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla" (Ef 5,25-26), y añadiendo enseguida: "`Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne" (Ef 5,31-32).
Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (Ef 5,26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. “El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza ”.

2.3. HISTORIA DEL MATRIMONIO
Término derivado del latín famulus, sirviente, y familia, sirvientes de la casa, o casa. “Su derivado se usó frecuentemente en tiempos antiguos para describir a todas las personas del círculo doméstico, padres, hijos y sirvientes” .
Mientras la monogamia fue el modo prevaleciente de la familia antes de Cristo, estaba limitada de diferentes maneras por la práctica de la poligamia en muchos pueblos. Esta práctica era en general más común entre las razas semíticas. Era más frecuente entre los judíos, egipcios y medos, que entre las personas de India, los griegos o los romanos. Existió en mayor extensión entre las razas no civilizadas, aunque algunas de éstas estuvieron libres de ellas. Es más, incluso en esas naciones en que se practicaba la poligamia, civilizadas o primitivas, normalmente se restringió a una pequeña minoría de la población, como los reyes, los jefes, los nobles y los ricos. La monogamia era el modo más común de matrimonio "entre los pueblos primitivos de los que tenemos algún conocimiento directo"
Las uniones entre el varón y la hembra de la mayor parte de las especies animales superiores muestran un grado de estabilidad y unicidad que tienen un gran parecido a la familia monógama.
Generalmente hablando, la posición de la mujer era muy baja en todas las naciones, civilizadas y primitivas, antes de la venida de Cristo. Entre los bárbaros, se convertían frecuentemente en esposas a través de su captura o compra; incluso entre los pueblos más avanzados la esposa era generalmente propiedad de su marido, su objeto, su esclava. En ninguna parte el marido fue limitado por la misma ley de fidelidad matrimonial que la esposa, y en muy pocos casos fue compelido para conceder a ella iguales derechos en materia de divorcio.

2.4. TEOLOGÍA DEL SACRAMENTO
2.4.1. El Consentimiento Matrimonial.
Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir; no obrar por coacción ni estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" . Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan se reciben mutuamente" ; "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo” . Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne" (cf Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31).
“El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (cf CIC, can. 1103). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (CIC, can. 1057, 1). Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido” .
Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio; cf. CIC, can. 1095-1107), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. “En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente” .
“El sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia” . La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.
Por esta razón, “la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio” . Varias razones concurren para explicar esta determinación:
— El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
— El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
— Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
— El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.

2.4.2. Matrimonios Mixtos Y Dispariedad De Culto.
La situación del matrimonio mixto (entre católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de matrimonios con disparidad de culto (entre católico y no bautizado) exige una aún mayor atención.
La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio, cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar el drama de la desunión de los cristianos.
La disparidad de culto puede agravar aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa.
Según el derecho vigente en la Iglesia latina, “un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica” . En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (CIC, can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio; además, “que la parte católica confirme los compromisos –también haciéndolos conocer a la parte no católica de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica” .
En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: "Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente" (1Co 7,14). Es un gran gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta "santificación" conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (1Co 7,16). “El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia de la conversión” .

2.4.3. Efectos Del Sacramento.
"Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado" .
2.4.3.1. El vínculo matrimonial.
El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza "nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad" . La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino" .
Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. “La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina” .
2.4.3.2. La gracia del sacramento del matrimonio.
"En su modo y estado de vida, (los cónyuges cristianos) tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios" . Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia "se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos" .
Cristo es la fuente de esta gracia. "Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos" . Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (Ga 6,2), de estar "sometidos unos a otros en el temor de Cristo" (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:
Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu (Tertuliano, ux. 2,9; cf. FC 13).

2.4.4. Los Bienes Y Las Exigencias Del Amor Conyugal.
"El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos" . Unidad e indisolubilidad del matrimonio
El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6; Gn 2,24). "Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total" .
"La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" . La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.
2.4.4.1. La fidelidad del amor conyugal.
El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" .
Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.
Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. “Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial” .
Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. “Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble” .
Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio": Mc 10,11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios.
“Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia” .
Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados: “Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios” .

2.4.4.2. La apertura a la fecundidad.
"Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" . Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1,28). “De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más” .

La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. “En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida” .
Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

2.4.3.1. La Vocación Al Matrimonio .
1. ¿Qué significado tiene el matrimonio cristiano?: El matrimonio expresa el amor de Dios por su pueblo, que es la iglesia. Así como Cristo se entregó en sacrificio por amor a la Iglesia y permanece eternamente fiel a ella, del mismo modo los esposos se entregan uno al otro totalmente, imitando el amor de Cristo.
2. ¿Es un bien recibir el sacramento del matrimonio?: Es un gran bien recibir el sacramento del matrimonio en el caso de los bautizados, porque es el único modo de santificar el amor humano entre el hombre y la mujer.
3. ¿Qué bienes comunica el matrimonio a los esposos?: El Señor infunde su gracia en los corazones de los esposos para que cumplan los deberes propios de su estado: la fidelidad a sus promesas, la procreación y educación de sus hijos, el sostenimiento mutuo en medio de las alegrías y dificultades de su vida.
4. ¿Hay algo especial en el matrimonio entre los bautizados?: El matrimonio entre los bautizados es uno de los siete sacramentos que instituyó Jesucristo. Esto quiere decir que es un camino de santidad: Dios llama a los esposos a que ganen el Cielo santificándose en su matrimonio y en su vida familiar. Saber que el matrimonio es una vocación divina ayuda a defenderlo y a valorarlo adecuadamente respondiendo con generosidad a la voluntad de Dios.
5. ¿Están casados un hombre y una mujer bautizados, que viven juntos y no han recibido el sacramento del matrimonio?: Puede que estén casados ante el juez por el matrimonio civil, pero no lo están delante de Dios.
Aunque en el lenguaje común se dice que "están casados", realmente no lo están porque entre los cristianos el amor matrimonial sólo recibe la bendición de Dios y se confirma con el sacramento del matrimonio. .
6. ¿Qué deben hacer las personas que estén en esa situación?: Un hombre y una mujer que siendo católicos estén viviendo juntos y quieran seguir viviendo así para siempre, deberían hablar con el párroco o sacerdote católico más cercano y exponerle su situación y procurar santificar su hogar con el sacramento del matrimonio.
Si quisieran celebrarlo, no deben temer el pequeño desembolso económico que suponga la celebración; ni preocuparse aunque lleven muchos años viviendo así, incluso con hijos mayores, o de otras uniones anteriores no sacramentales: lo importante es que su hogar y su amor quede santificado y ellos tengan la conciencia de haber cumplido la voluntad amorosa de Dios.
7. ¿Tiene mérito que un hombre y una mujer, aunque no hayan recibido el sacramento: del matrimonio, vivan juntos guardándose fidelidad?: Esa conducta tiene valor ejemplar. La fidelidad es un gran valor humano y una gran virtud que hace posible el despliegue auténtico de la personalidad y la felicidad familiar. Sin embargo, si ese hombre y esa mujer que viven juntos son católicos, su fe y amor a Dios deben llevarlos, siempre que sea posible, a santificar su hogar con el sacramento del matrimonio.
8. ¿Por qué algunos tienen miedo de recibir el sacramento del matrimonio?: Algunas parejas que se guardan fidelidad temen que si reciben el sacramento del matrimonio, el cónyuge va a sentirse seguro de poseer al otro y que eso puede ser el comienzo de problemas en su matrimonio. Sin embargo, deben saber que ese temor es infundado, ya que el amor de los esposos y el Sacramento que santifica su hogar es el principio de la bendición de Dios para su familia.
9. ¿Cómo se puede ayudar a estas personas a salir de su equivocación?: Estas personas deben saber que el sacramento del matrimonio bendice el amor ya existente entre los esposos, les da fuerzas para vivirlo, y reciben la ayuda divina y la bendición de Dios para santificarse en su vida matrimonial.

2.4.6. ¿Divorcio?: Lo que Dios Unió Que No Lo Separe El Hombre .
1. ¿Ha querido Dios que el matrimonio sea "uno con una y para siempre"?: Sí, porque al instituir el matrimonio, Dios le dio unas características adecuadas a la naturaleza humana. Desde el principio quiso que fuera una unión exclusiva y permanente de un hombre con una mujer. Y Jesucristo mismo lo enseña con toda claridad: ¿No han leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra y les dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto lo que Dios unió no lo separe el hombre (Mt 19,4-6).
2. ¿Por qué desea Dios que esta unión sea estable y para siempre?: La unión estable y para siempre es necesaria para que crezca el amor entre los esposos y para garantizar el bien y la educación de los hijos.
3. ¿El amor se manifiesta en la fidelidad a las promesas?: Dios mismo se ha referido a la alianza con su pueblo con palabras de amor y fidelidad. Así como Dios ama a los hombres con un amor fiel y sobrenaturalmente fecundo, de modo parecido, la íntima alianza conyugal de vida y amor debe establecerse sobre el consentimiento irrevocable de los esposos.
4. ¿El amor de los esposos debe comprometer su futuro?: La donación física de los esposos sería un engaño si no fuese también una donación auténtica y total de sus personas, incluso de so futuro. Quien piensa -por ejemplo- en la posibilidad futura de una nueva unión "por si ésta no resulta", no se entrega totalmente, ni ama de verdad a su cónyuge.
5. ¿Es posible vivir en nuestro tiempo la indisolubilidad del matrimonio?: La fidelidad y la indisolubilidad matrimonial no es un sueño inalcanzable: así lo atestigua la experiencia de innumerables familias de todos los tiempos: la fidelidad no ha pasado de moda. Además, es muy conveniente respetar la indisolubilidad porque: se basa en la misma naturaleza del hombre y del amor conyugal; perfecciona la entrega mutua de los esposos; hace posible la mejor educación para los hijos; asegura la estabilidad mutua; favorece, la búsqueda de la felicidad; se identifica la pareja al plan original de Dios, confirmado y enseñado por Jesucristo.
6. ¿Es muy importante el testimonio de matrimonios estables y fieles?: Es muy importante que los jóvenes tengan testimonios de familias unidas y estables. Es un modo de transmitir seguridad a las jóvenes parejas y de mostrar el gran valor de la fidelidad matrimonial.
7. ¿Qué testimonio cristiano puede dar un esposo o esposa injustamente abandonado?: Los cónyuges injustamente abandonados dan un importante testimonio cristiano de auténtica caridad cuando, fruto de la fe y de la esperanza, no consienten en una nueva unión matrimonial por fidelidad a Dios y a su cónyuge, aunque éste se comporte injustamente.

2.4.7. La Santidad Matrimonial .
1. Todos los cristianos deben ser oportunamente instruidos en su vocación a la santidad. En efecto, la invitación al seguimiento de Cristo se dirige a todos, y cada fiel debe tender a la plenitud.
2. La caridad es el alma de la santidad. Por su íntima naturaleza la caridad -don que el Espíritu infunde en el corazón- asume y eleva el amor humano y lo hace capaz de la perfecta entrega de sí mismo. La caridad hace más aceptable la renuncia, más ágil el combate espiritual, más generosa.
3. El hombre no puede sólo con sus fuerzas realizar la perfecta entrega de sí mismo. Pero se vuelve capaz de lograrlo en virtud de la gracia del Espíritu Santo. En efecto, es Cristo quien revela la verdad originaria del matrimonio y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo habilita.
4. En el camino hacia la santidad, el cristiano experimenta tanto la debilidad humana como la benevolencia y la misericordia del Señor. Por eso el punto de apoyo en el ejercicio de las virtudes cristianas -también de la castidad conyugal- se encuentran en la fe, que nos hace conscientes de la misericordia de Dios, y en el arrepentimiento, que acoge humildemente el perdón divino.
5. Los esposos actúan la plena entrega de sí mismos en la vida matrimonial y en la unión conyugal, que, para los cristianos, es vivificada por la gracia del sacramento. La específica unión de los esposos y la transmisión de la vida son obligaciones propias de su santidad matrimonial.


2.4.8. Donación De Si Y Matrimonio.
La modalidad de la donación de sí en el matrimonio responde a este dinamismo. Yendo más allá de un mero aglomeramiento de dos individualidades, el matrimonio es un proceso íntimo de integración personal en el amor mutuo de los cónyuges. Se trata de un tipo especial de amistad entre el hombre y la mujer que se donan recíprocamente el uno al otro con la explícita intención de hacer permanente esa donación y se ponen uno a disposición del otro en respeto profundo, reconocimiento de lo singular e individualmente valioso del tú al que se donan, y lo expresan en una concreción espiritual y corporal construyendo un nosotros de amor como pareja, conformada por un hombre y una mujer abiertos a traer nuevas personas al mundo como fruto concreto de su amor.
Esta realidad del matrimonio, “que como tal responde al designio divino desde la primera unión” , está, también por ese mismo designio, consagrado por su condición de sacramento, y es, como lo enseña LeónXIII, “en cuanto concierne a la sustancia y santidad del vínculo, un acto esencialmente sagrado y religioso” . El dinamismo santificador del sacramento del matrimonio llega al esposo y a la esposa en su experiencia de donación y entrega en el amor y el servicio, experimentando la fuerza del amor divino que los mueve a acercarse más y más al Señor, así como entre sí, madurando como personas, poseyéndose cada vez más, siendo cada vez más libres y creciendo en el amor a Dios y entre sí, y sobreabundando en amor hacia sus hijos, tornándose la familia un cenáculo de amor. “Un santuario de la vida y de los rostros del amor humano que en él se viven” , en el que en la medida de la fidelidad cristiana de los esposos y la vida en el Señor de los hijos, se sienten impulsados los miembros de la familia al anuncio de la Buena Nueva que viven en el hogar.
Santo Domingo lo dice muy hermosamente:
“Jesucristo es la Nueva Alianza, en Él el matrimonio adquiere su verdadera dimensión. Por su Encarnación y por su vida en familia con María y José en el hogar de Nazaret se constituye en modelo de toda familia. El amor de los esposos por Cristo llega a ser como Él: total, exclusivo, fiel y fecundo. A partir de Cristo y por su voluntad, proclamada por el Apóstol, el matrimonio no sólo vuelve a la perfección primera sino que se enriquece con nuevos contenidos” .
El matrimonio cristiano es un sacramento en el que el amor humano es santificante y comunica la vida divina por la obra de Cristo, “un sacramento en el que los esposos significan y realizan el amor de Cristo y de su Iglesia, amor que pasa por el camino de la cruz, de las limitaciones, del perdón y de los defectos para llegar al gozo de la resurrección” .
Así pues, “el matrimonio cristiano es un ideal muy hermoso en el que el mismo amor del esposo y la esposa, puesto ante todos de manifiesto en la alianza sacramental, expresa como público símbolo el amor de un hombre y una mujer que han aceptado el Plan divino, tornándose testimonio de la presencia pascual del Señor” , y que se comprometen establemente a donarse a sí mismos y constituir una comunidad de amor, “una Iglesia doméstica en la que se forja una parte irremplazable del destino de la humanidad y en la que se concreta una nueva frontera del proceso de la Nueva Evangelización” .
A Dios gracias, hay familias que, como dice el Documento de Santo Domingo, “se esfuerzan y viven llenas de esperanza y con fidelidad el proyecto de Dios Creador y Redentor, la fidelidad, la apertura a la vida, la educación cristiana de los hijos y el compromiso con la Iglesia y con el mundo” . Pero lamentablemente son también muchos, demasiados, los que desconocen “que el matrimonio y la familia son un proyecto de Dios, que invita al hombre y la mujer creados por amor a realizar su proyecto de amor en fidelidad hasta la muerte, debido al secularismo reinante, a la inmadurez psicológica y a causas socio-económicas y políticas, que llevan a quebrantar los valores morales y éticos de la misma familia” . Dando como resultado la dolorosa realidad de familias incompletas, parejas en situación irregular y el creciente matrimonio civil sin celebración sacramental.
2.4.9. El Amor De Los Esposos
“La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer” . En el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento.
"La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte"
"Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: ‘Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve'. Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres... tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: ‘no es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él'. ‘Yo no tomo a ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad'. Y dijeron a coro: ‘Amén, amén'. Y se acostaron para pasar la noche" (Tobías 8: 4-9).
"Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud" . La sexualidad es fuente de alegría y de agrado:
"El Creador... estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber mantenerse en los límites de una justa moderación" (Pío XII, Discurso, 29 de octubre de 1951).
“Por la unión de los esposos se realiza el doble fin del matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de la vida” . No se pueden separar estas dos significaciones o valores del matrimonio sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia.
Así, el amor conyugal del hombre y de la mujer queda situado bajo la doble exigencia de la fidelidad y la fecundidad.
La fidelidad conyugal.
El matrimonio constituye una "íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias". Esta comunidad "se establece con la alianza del matrimonio, es decir, con un consentimiento personal e irrevocable" . Los dos se dan definitiva y totalmente el uno al otro. Ya no son dos, ahora forman una sola carne. La alianza contraída libremente por los esposos les impone la obligación de mantenerla una e indisoluble (véase Código de Derecho Canónico, 1983, canon 1056). "Lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Marcos 10: 9; véanse también Mateo 19:1-12; 1 Corintios 7:10-11).
“La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. El sacramento del Matrimonio hace entrar al hombre y la mujer en el misterio de la fidelidad de Cristo para con su Iglesia” . Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo.
San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: "Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada ... pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes" (Homilía sobre Efesios, 20,8).

2.4.10. Ofensas A La Dignidad Del Matrimonio.
El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. “Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio” . Cristo condena incluso el deseo del adulterio (véase Mateo 5:27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (véanse Mateo 5:32; 19:6; Marcos 10:11; 1 Corintios 6:9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (véanse Oseas 2:7; Jeremías 5:7; 13:27).
“El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen” . Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres.
El divorcio: El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (véanse Mateo5:31-32; 19:3-9; Marcos 10:9; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido en la ley antigua (véase Mateo 19:7-9). Entre bautizados católicos, "el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte" .
“La separación de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos previstos por el Derecho Canónico” . Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral.
“El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte” . El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente:
"Si el marido, tras haberse separado de su mujer, se une a otra mujer, es adúltero, porque hace cometer un adulterio a esta mujer; y la mujer que habita con él es adúltera, porque ha atraído a sí al marido de otra" (San Basilio, Moral, Regla 73).
El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y en la sociedad. “Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de él una verdadera plaga social” .
Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado en conformidad con la ley civil; entonces no contradice el precepto moral. “Existe una diferencia considerable entre el cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del Matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su parte, destruye un matrimonio canónicamente válido” .
Incesto: es la relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio (véase Levítico 18:7-20). San Pablo condena esta falta particularmente grave: "Se oye hablar de que hay inmoralidad entre vosotros... hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre... en nombre del Señor Jesús... sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne..." (1 Corintios 5: 1,4-5). El incesto corrompe las relaciones familiares y representa una regresión a la animalidad.
“Se puede equiparar al incesto los abusos sexuales perpetrados por adultos en niños o adolescentes confiados a su guarda” . Entonces esta falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad educativa.
“Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad sexual” . La expresión en sí misma es engañosa: ¿qué puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sí y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, en sí mismo, o en el porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo. “Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea misma de la familia” ; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental.
No pocos postulan hoy una especie de "unión a prueba" cuando existe intención de casarse. Cualquiera que sea la firmeza del propósito de los que se comprometen en relaciones sexuales prematuras, éstas "no garantizan que la sinceridad y la fidelidad de la relación interpersonal entre un hombre y una mujer queden aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los vaivenes y las veleidades de las pasiones" . “La unión carnal sólo es moralmente legítima cuando se ha instaurado una comunidad de vida definitiva entre el hombre y la mujer. El amor humano no tolera la "prueba". Exige un don total y definitivo de las personas entre sí” .


2.5. La Celebración Del Matrimonio
“En el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo” . En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (cf LG 6). Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, "formen un solo cuerpo" en Cristo (cf 1 Co 10,17).
"En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio...debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa" . Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la penitencia.
Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio.
Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,32). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.


2.6. Reflexión Pastoral Del Sacramento Del Matrimonio.
La preparación al matrimonio, a la vida conyugal y familiar, es de suma importancia para el bien de la Iglesia. De hecho el sacramento del Matrimonio posee gran valor para la entera comunidad cristiana y en primer lugar para los esposos, cuya decisión es tal que no puede dejarse a la improvisación o a decisiones apresuradas. En otras épocas dicha preparación podía contar con el apoyo de la sociedad, que reconocía los valores y beneficios del matrimonio. Sin obstáculos ni vacilaciones, la Iglesia tutelaba su santidad consciente del hecho de que el sacramento del Matrimonio era una garantía eclesial en cuanta célula vital del Pueblo de Dios. El apoyo eclesial era firme, unitario, compacto, al menos en las comunidades realmente evangelizadas. En general eran raras las separaciones y fracasos de matrimonios, y se consideraba el divorcio una “plaga” social
Se contrae matrimonio en edad más avanzada y crece el número de divorcios y separaciones incluso en los primeros años de vida conyugal. Todo ello lleva a una preocupación pastoral reiterada mil veces: Quien contrae matrimonio ¿está realmente preparado al mismo? El problema de la preparación al sacramento del Matrimonio y a la vida subsiguiente emerge como gran necesidad pastoral sobre todo para el bien de los esposos, la comunidad cristiana y la sociedad. Por eso crecen en todas partes el interés e iniciativas para ofrecer respuestas adecuadas y oportunas a la preparación al sacramento del Matrimonio.
La preparación al matrimonio constituye un momento providencial y privilegiado para cuantos se orientan hacia este sacramento cristiano y un kairós, es decir, un tiempo en el que Dios interpela a los novios y les lleva al discernimiento sobre la vocación matrimonial y la vida en la que ésta introduce.
El noviazgo entra en el contexto de un denso proceso de evangelización. De hecho confluyen en la vida de los novios, futuros esposos, cuestiones que inciden en la familia. Por ello, se les invita a comprender qué significa el amor responsable y maduro de la comunidad de vida y amor que será su familia, verdadera iglesia doméstica que enriquecerá a la Iglesia entera.
La importancia de la preparación exige un proceso de evangelización consistente en la maduración de la fe y su profundización. “Si la fe está debilitada o casi no existe ya” , es preciso reavivarla y no se puede excluir una instrucción exigente y paciente que provoque y alimente el ardor de una fe viva. Sobre todo donde el ambiente se ha ido paganizando, será muy aconsejable un “itinerario que recalque los dinamismos del catecumenado” y la presentación de las verdades cristianas fundamentales que ayuden a adquirir o reforzar la madurez de la fe de los contrayentes. Es de desear que el momento privilegiado de la preparación al matrimonio se transforme, estimulados por la esperanza, en una Nueva Evangelización para las futuras familias.
“Muchos matrimonios y familias no son capaces de vivir el hermoso horizonte al que están invitados” . Ello es motivo para ahondar con intensidad en un proceso socio-cultural que haga recuperar el recto horizonte del matrimonio y de la vida familiar cristiana, y que ayude a internalizar su verdad y sus valores al tiempo de educar, a quien está llamado al camino de santidad por el matrimonio y a constituir una familia, a que madure humana y cristianamente para que aporte con libre y eficaz decisión a su vida conyugal y familiar un espíritu cristiano interiorizado, que es fuente del más puro humanismo según el Plan divino.
Así, el hogar formado con conciencia de responder al llamado del Señor a de alcanzar la plenitud de la caridad en la vida conyugal y familiar se sabrá peregrino con el Señor Jesús, colaborador suyo en el servicio del anuncio de la Buena Nueva, fermento evangelizador, reconciliador, escuela de libertad y respeto a los derechos y dignidad humana. Así, “asumiendo su compromiso cristiano sin concesiones al racionalismo, al subjetivismo, al consumismo y demás errores e ídolos, verá la realidad con la visión de Dios y actuará en ella procurando conformar su vida, buscando la más plena fidelidad al designio de Dios Amor” .
Cada uno de los cónyuges ha de ser consciente de su personal responsabilidad, ante todo por sí mismo, para desde su corazón convertirse al Señor Jesús y entregarse al cumplimiento del designio divino. Es necesario, con el auxilio de la gracia, que cada cual se consolide en la fe. Debe también ser consciente de lo que implica la alianza de amor matrimonial y expresar ese amor en el recorrido de un camino conjunto acompañando amorosamente al cónyuge y expresándose mutuamente un cariño solidario y de compañía en la senda personal y como pareja en la maduración en Cristo Jesús, quien en el matrimonio se dona al esposo y a la esposa invitándole a construir un nosotros centrado en Él.
La educación humano-cristiana de los hijos y por lo tanto la de una auténtica familia cristiana son horizontes estimulantes, cuyas exigencias y muchas veces sinsabores permiten una mayor adhesión al camino del Señor Jesús. “La vida cristiana matrimonial, como toda vida humana, pero aún más, tiene hermosos e intensos momentos de alegría” . Y aunque se dan también momentos de dolor que acercan a la cruz del Señor, a ejemplo de Él que es Camino, Verdad y Vida plena, éstos no son aplastantes ni avasalladores, como ha de ser, son integrados en el todo de la experiencia cristiana y quedan bajo la radiante iluminación de la experiencia pascual y la esperanza en la plena comunión a la que cada quien está invitado. Lo que los esposos se prometen recíprocamente, es decir, ser "siempre fieles en las alegrías y en las penas, y amarse y respetarse todos los días de la vida", sólo es posible en la dimensión del amor hermoso.
El hombre de hoy no puede aprender esto de los contenidos de la moderna cultura de masas. El amor hermoso se aprende sobre todo rezando. En efecto, la oración comporta siempre, para usar una expresión de San Pablo, una especie de escondimiento con Cristo en Dios: "vuestra vida está oculta con Cristo en Dios" . Sólo en ese escondimiento actúa el Espíritu Santo fuente del amor. Él derrama ese amor no sólo en el corazón de María y de José, sino también en el corazón de los esposos, dispuestos a escuchar la palabra de Dios y a custodiarla. Así, la fe vivida permite no sólo vivir intensamente las experiencias humanas, sino muy en especial entenderlas en su sentido real ante los misterios de amor del Señor Jesús.
La oración es fundamental no sólo en la vida personal sino también en aquella Iglesia doméstica que es el hogar familiar. No sólo por la verdad de aquel lema de «Familia que reza unida, permanece unida», sino que a ritmos de oración la pareja se dona mutuamente más y más, y la familia se convierte en un lugar donde se vive la fe y donde se celebra la fe con entusiasmo y alegría.
Asumir el matrimonio y la familia como un camino de santidad implica que el dinamismo de comunión se enraíza auténticamente en el hogar. Así, junto al diálogo humano debe darse también un diálogo divino que acoja las gracias recibidas y las proyecte en la pareja y los hijos, y los parientes cuando los hay, construyendo una porción de la civilización del amor en la propia casa.
Los momentos fuertes de oración son ocasiones para rezar, ya personalmente, ya en comunidad familiar. Pero ello no es suficiente; toda la vida debe hacerse oración, liturgia que se eleve cotidianamente al Padre, por el Hijo en el Espíritu. Las relaciones intrafamiliares han de expresar ese clima de oración y diálogo cristiano en el hogar. El servicio y la donación de uno a otro han de ser realizados en espíritu de oración.
“La memoria del sacramento debe acompañar al esposo y a la esposa día a día. No desprecien, por tanto, los esposos la gracia del sacramento que hay en ellos” .
Toda esta experiencia del matrimonio y de la familia lleva a vivir la vida de una manera misional, entendiendo bien por la internalización de verdades y valores, por una vida de asidua oración personal y familiar, por una efectiva vivencia solidaria de la caridad familiar y social; y “lleva también a un anuncio de la Buena Nueva como quien experimenta sus bondades en su propia vida personal, matrimonial y familiar” .
El primer campo de apostolado es la misma persona. Cada cónyuge debe ser muy consciente de ello y preocuparse por responder a los dones y gracias recibidos desde el fondo de su corazón.
El dinamismo de comunión del esposo y la esposa constituyen el inmediato horizonte para vivir y compartir la fe. El mutuo acompañamiento en el proceso de adherirse más y más al Señor Jesús ha de ser un horizonte en el que poner el mayor empeño.
Y luego, los hijos a cuya educación cristiana se comprometen de manera especial los esposos. Ante todo por el ejemplo, pues en la familia, como en otras formas de vida social, el ejemplo arrastra. Así pues, el proceso de consolidación de la vida cristiana del hogar está fundado en la opción por la santidad del esposo y de la esposa, y de los medios que ponen para ello cooperando con la gracia. Pero, también en la enseñanza de la fe a la que los padres se han adherido.
El apostolado en el propio hogar es una hermosísima tarea a la que están invitados los padres. La gracia de Dios y la experiencia de sus dones en el amor mutuo compartido, el despojarse del egocentrismo en sus diversas formas, el ver el hogar crecer en un horizonte de esperanza, aunque no falten los sinsabores, la conciencia de la propia identidad descubierta día a día en la oración y en el ejercicio de presencia de Dios, llevan a un encuentro plenificador con el Señor y a vivir una auténtica vida cristiana. Y ella, la vida cristiana, no se queda encerrada, sino que su dinamismo busca fructificar expresando relaciones de reconciliación, comunión, paz y amor con las personas cercanas.
La unión con otras parejas y el compromiso mutuo procurando hacer del propio hogar un cenáculo de amor como el de Jesús, María y José en Nazaret, forman un horizonte solidario que refuerza la gesta de fe de la pareja. El compartir la oración, la reflexión sobre las verdades que nos transmite la Iglesia, la caridad, son fundamentales. Más aún lo son en sociedades urbano-industriales que sufren un agudo proceso de secularización y de agresión contra la fe. El mutuo testimonio, el reflexionar juntos a la luz de las enseñanzas de la fe, todo ello es una valiosa experiencia que ayudará al esposo y a la esposa en su camino de mayor adhesión a Cristo.
2.6.1. Noviazgo: Tiempo De Gracia.
1. Convénzase a los novios a considerar este tiempo como de crecimiento, responsabilidad y gracia.
2. Celébrese encuentros, retiros, charlas para ayudar a los novios a descubrir el matrimonio como un a vocación.
3. Cultívese en este tiempo el sentido de responsabilidad en torno al amor y respeto a su pareja, dejando de lado el simple compañerismo, amistad y sobre todo el hacerlo como pasatiempo.
4. Por todo esto, urge una atención pastoral del noviazgo que abarque la formación familiar, social, y espiritual de los jóvenes.
5. Organícese la atención pastoral para acompañar a los jóvenes en su desarrollo humano y cristiano, acompañamiento hecho a través del sacerdote, de animadores y catequistas.
6. La pastoral juvenil ha de brindar los espacios, los ambientes y contenidos de una acción juvenil y vocacional donde se toquen los más variados temas propios de su edad y desarrollo.
7. Defínase el perfil del noviazgo con todo aquello que forme parte de una preparación para el compromiso de ir al matrimonio.
2.6.1.2. Preparación inmediata
1. Ayudar a los novios a lograr insertarse en el misterio de Cristo, y esto requiere una progresiva maduración en la fe, acogiendo la Palabra y adhiriéndose a Cristo.
2. Además, es necesario ayudar a los novios a vivir su noviazgo y la próxima celebración del matrimonio, de tal modo que se tenga pleno conocimiento, libertad y verdadero amor que haga del matrimonio un sacramento válido y lícito.
3. Organicen los medios de preparación: retiros, cursos, conferencias, catequesis a nivel parroquial, zonal y diocesano, para que todos tengan la oportunidad de prepararse.
4. Ofrézcanse contenidos, metodologías y criterios comunes para que todas las parejas acudan a su preparación según sus posibilidades de tiempo y trabajo.
5. Organizar los contenidos propios del matrimonio según el tipo de curso que se imparta, tomando en cuenta los campos que ha de abarcar la catequesis en torno a la fe y la práctica de la vida cristiana y sacramental.
6. Conviene que se elija dos o tres modelos para preparar a los novios. No se recomienda que cada quien busque su propio sistema y sus propios textos, mas bien que se adopte lo que diocesanamente se elija.
7. Téngase en cuenta que durante este tiempo, los novios observen los requisitos indispensables para tramitar y celebrar el matrimonio.
8. Si ambos viven fuera del territorio Parroquial, se requiere que cualquiera de los novios, acuda a su Parroquia y solicite permiso para tramitar y celebrar el matrimonio en la parroquia que lo deseen.
9. Los novios soliciten cita para la tramitación y presenten los requisitos necesarios: Fe de bautismo actualizada, Acta de confirmación, comprobante de primera comunión, y acta de matrimonio por lo civil, al menos en el momento oportuno y necesario.
10. Si los novios no han recibido algún sacramento de iniciación, es necesario que se informen lugar, fecha y horario donde puedan prepararse.
11. A la cita, además de llevar los requisitos mencionados, es necesario que se presenten dos testigos por parte de cada uno de los novios, de preferencia los familiares más cercanos y en su defecto, personas que los conozcan desde varios años atrás.
12. Si alguno de los novios pertenece a otra religión o no es creyente, háganse los movimientos propios para celebrar un matrimonio de disparidad de culto o de mixta religión, según sea el caso.
13. Apártense las fechas para la celebración del matrimonio una vez que se haya realizado la presentación matrimonial y no obste impedimento alguno.
14. El sacerdote ha de realizar la presentación matrimonial y en ella, motive a los novios a vivir con mayor conciencia esta etapa última del noviazgo. También oriéntenlos a prepararse espiritualmente y aquellas cosas que pueden serles útiles para la celebración del sacramento. (La confesión frecuente, la participación en la Misa dominical, la oración común, la fidelidad mutua las lecturas de la Misa etc.)
15. El Párroco preocúpese, a través del diálogo con los novios, por tener conocimiento de la libertad de ambos, de que conozcan los fines propios del matrimonio y verifique que el trámite se haga completo, tanto en la documentación como en las dispensas de eventuales impedimentos que el derecho tiene previstos.
16. Si los trámites se hacen fuera de la diócesis y más aún fuera del país, conviene que la tramitación completa se presente en la parroquia donde se celebre el matrimonio, con el tiempo suficiente.
17. Cóbrense los aranceles aprobados tanto para la tramitación como para la celebración del sacramento. Si en algún momento fuera necesario pagar algo más, conviene que se pida a modo de donativo (Cantor, coros, refrigeración, etc.).

2.6.2. Celebración Del Matrimonio.
1. Que no falte durante la preparación la orientación y la información suficiente para que se organice la celebración litúrgica del matrimonio
2. Asígnese una o varias personas que preparen con los novios la Misa, la participación en la liturgia de la Palabra, el rito sacramental, la entrada y la salida del templo.
3. Es necesario dar disposiciones para que los acompañantes y demás fieles asistan a la celebración con dignidad y bien dispuestos a participar activa y fructuosamente.
4. Determinar en cada parroquia, algunas normas para los fotógrafos, los coros y decoradores.
5. Se recomienda que de ordinario, el matrimonio sea celebrado dentro de la Misa a fin de que los novios participen plenamente de la Eucaristía.
6. Si es de mixta religión o disparidad de culto, se recomienda que se haga fuera de la Misa y con la reserva que el derecho indica.
7. La celebración del matrimonio ha de realizarse en la parroquia de cualquiera de los novios, sin embargo con el permiso de la propia parroquia, pueden celebrarlo en la parroquia que los novios elijan.
8. Nunca se celebre el matrimonio fuera del templo, sacristía o el lugar en el que normalmente se celebra la Eucaristía, como son casas particulares, jardines, parques playas, centros de reunión etc.
9. En cuanto a la celebración del matrimonio entre menores, es necesario observar lo que el derecho dicte, además el sacerdote ha de recoger el consentimiento de los padres y si bien se puede intentar disuadirlos, sin embargo conviene valorar la certeza moral de libertad, cierta estabilidad sicológica y madurez física y mental.
10. El Párroco ha de observar con solicitud, de que se notifique al lugar de bautismo sobre la celebración del matrimonio realizado.
2.6.3. Acompañamiento.
1. Los Párrocos han de proveer a las parejas que se casan, del acompañamiento adecuado, en esta su primera etapa.
2. Acompañar a las parejas jóvenes en su proceso de fe, en su vocación y misión, particularmente en la adaptación de su nueva realidad y en la construcción de la familia a través de la procreación responsable y de una plena conciencia de la paternidad y de la maternidad.
3. Ofrecer a las parejas, la oportunidad de aprender a educarse y a educar a sus hijos de manera existencial.
4. Que el Párroco se haga presente o los encuentre en los momentos difíciles de sus vidas, sea a causa de sus propios problemas o de aquellas cosas que vienen de fuera.
5. Acompañar a las parejas que viven situaciones difíciles (matrimonio en extrema pobreza, matrimonios de migrantes, matrimonios religiosamente divididos) o situaciones irregulares (uniones libres, católicos unidos sólo por lo civil, uniones a prueba, divorciados y vueltos a casar, matrimonios de mixta religión, etc.)
6. Es necesario, no solamente consultar, sino estudiar con frecuencia cuánto el Código de Derecho Canónico nos dicta en el Libro IV sobre las funciones de santificar de la Iglesia. El Libro VII sobre el Matrimonio. De este mismo libro, el cap. I sobre la atención pastoral y de lo que debe preceder a la celebración del matrimonio. (Cc. 1060 a 1071). Cap. V sobre la forma de celebrar el matrimonio (Cc. 1108 a 1123). Respecto a la preparación personal para contraer matrimonio (c 1063,2). Respecto al examen de los contrayentes (c1067).

INSTITUTO COLOMBIANO DE PASTORAL
PARA LAICOS SAN LUIS BELTRAN
INPAL





Pbro. Víctor Julio Quiceno.
Director.







Material elaborado por:
Segundo Juvenal Sicuariza.
Gerson Leonardo Jara.
Alveiro Andrade Caicedo.










BOGOTA
SEMINARIO INTERMISIONAL
SAN LUIS BELTRAN
2005.














TALLER NÚMERO 01
Modulo # 01.



Nombre: _________________________________________________

1. ¿Como Cristo fundo su Iglesia?, explicar las etapas.

2. La Iglesia fundada por Cristo tiene cuatro cualidades: _______________, ______________, ______________________, y ____________________.

3. Explicar por que la Iglesia es Una y santa, (Catecismo de la Iglesia Católica
811-829)

4. Conteste verdadero o falso.
• La Iglesia es católica porqué ha ido envida por Cristo en misión a la totalidad del género humano. ( )
• La Iglesia tiene como objetivo reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como cabeza en la unida del Espíritu Santo ( )
• Aunque todos los hombres son hijos de Dios, a la Iglesia Católica solamente pertenecen los que se han Bautizado. ( )
• Fuera de la Iglesia no hay salvación esto quiere decir que los que no pertenecen a la Iglesia católica no se salvan. ( )
• Los que no han conocido a Cristo y su Iglesia. pero buscan a Dios con sincero corazón en su religión propia, e intentan una vida conforme al querer de Dios a través de lo que les dice su conciencia se salvan ( )
• La apostolicidad de la iglesia se confirma en le hecho de que los obispos son sucesores de los apóstoles. ( )

5. La unidad de la Iglesia peregrina esta atestiguada en unos vínculos visibles:
¿Cuales son?

TALLER NÚMERO 02
Modulo # 01.


Nombre: ____________________________________________________


1. El Concilio Vaticano II va muy lejos al proponernos Pueblo de Dios como Cuerpo del Resucitado; es decir: que los que estamos aquí nos aceptamos corno el Cuerpo de Jesús resucitado, corno sacramento del Resucitado, nuestros cuerpos, nuestras personas, que se comporten resucitadamente, no a la diabla. (San Agustín — Liturgia de las Horas, Tomo II, p. 1690, Ss Nevero y Aquileo). Entonces; ¿Qué es esencialmente la Iglesia o la comunidad cristiana? Porque de esto depende la noción de sacramento en la Iglesia. Ver. 1Co. 12,12-26 y Rm. 12,5

2. ¿Qué es un sacramento?

3. ¿Por qué hay sacramentos?

4. ¿Para qué son los sacramentos?

5. ¿Se puede ser cristiano verdadero u hombre verdadero sin vida sacramental?



“EL BAUTISMO ES EL ACONTECIMIENTO PASCUAL QUE NOS INCORPORA AL MISTERIO DE CRISTO RESUCITADO; ¡VÍVELO!”

El cristianismo, es el modo de ser hombres, según la voluntad de Dios revelado en Jesucristo.



Preguntas para el taller final
Primer módulo.
Grupales
1. Cristo, al fundar su Iglesia lo hizo en tres momentos ¿Cuales fueron?
2. ¿Cuales son as cualidades de la iglesia?
3 ¿Por qué la Iglesia es Visible? (tres ítems)
4. ‘Yo estaré con vosotros hasta el fin del mudo“ (Mt 28,20) ¿ A que característica de la Iglesia, hace referencia esta cita bíblica?
5. La inmutabilidad de la Iglesia consiste en que no varía el tesoro que recibió de Cristo, son tres, ¿Cuáles Son?
6. ¿En que consiste la infabilidad de la Iglesia?
7 ¿Cuales son los atributos de la Iglesia?
8 ¿En que se manifiesta la unidad de la Iglesia?
9. Explique: “fuera de la Iglesia no ha salvación
10. ¿Porqué la Iglesia es santa
11.
12. Existen dos razones por las que la Iglesia es católica ¿Cuáles son?
13. ¿En que momento un hombre entra a formar parte de la iglesia?
14.
15. ¿Qué es un sacramento? (cinco características)
16. para que un sacramento sea válido deben existir dos elementos, ¿Cuales son?
17. ¿Qué es la materia?
18.
19. ¿Qué es la gracia?
20. ¿Qué es la gracia santificante?
21. ¿Qué es la gracia sacramental?
22. ¿Qué es el carácter sacramental?
23. ¿Cuáles son los sacramentos que confieren carácter Sacramental?
24. Porque son importantes los sacramentos en la vida de un Cristiano?
25. ¿Que quiere decir la palabra católica?
26. ¿Por qué las Iglesia es apostólica?
27. ¿Que es la forma?

Individuales
28. ¿Cual es la materia del sacramento del Bautismo?
29. ¿Cuál es la forma del sacramento del bautismo?
30. ¿Quien es el ministro del sacramento de la confirmación?
31. ¿Cual es la materia del sacramento de la confirmación?
32. ¿Cual es la forma del sacramento de la confirmación?
33. ¿Quien es el ministro del Sacramento de la Eucaristía?
34. ¿Cual es la materia y la forma del sacramento de a Eucaristía?
35. ¿Quien es el ministro del sacramento de la penitencia?
36. ¿Cuál es la materia del sacramento de la penitencia?
37. ¿Cuál es la forma del sacramento de la penitencia?
38. ¿Cuál es el ministro del sacramento de la Unción de los enfermos?
39. ¿Cuál es la materia y la forma del sacramento de la Unción?
40. ¿Quién es el ministro del sacramento del matrimonio?
41. ¿Cuál es la materia y la forma del sacramento del matrimonio?
42. ¿Quien es Ministro, la materia y la forma del sacramento del orden Sacerdotal?
43. ¿Un pasaje Bíblico en el que pueda sustentarse el sacramento del
Bautismo?
44. ¿Un pasaje Bíblico en el que pueda sustentarse el sacramento de la
Confirmación?
45. ¿En que parte de la Biblia se narra el sacramento de la confesión?
46. ¿En que pasaje bíblico se fundamente el sacramento del Matrimonio?
47. ¿Un pasaje bíblico en el que se fundamente el sacramento de la Eucaristía?
48. ¿Cuál es la fundamentación Bíblica del sacramento de la unción de los enfermos?
49. ¿Cuál es la fundamentación bíblica del sacramento del Orden sacerdotal?
50. ¿Que es un sacramental y en que se diferencia del sacramento?
51. Existen ministros específicos para el sacramento del Bautismo ¿Cuales son?
52. En caso de necesidad que no este presente el ministro ordinario. ¿puede realizarse el bautismo?


Sacramento Biblia Ministro Sujeto Materia forma
Bautismo Mt 28, 19, Mc 16,16; Jn 3,5. Obispo, sacerdote,
Diacono o en necesidad cualquier persona con la intención de la Iglesia. Niño (a)
Catecúmeno. Agua. N. Yo te bautizo, en le nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo.
Confirmación Hch 8,17; 19,6 Obispo o un sacerdote
Delegado. Joven
Catecúmeno Crisma. N. recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.
Eucaristía Mt 26,26; Mc 14,22;
Lc 22,19; 1Co 11,24 Obispo y sacerdote. Ministro y asamblea. Pan ácimo y vino. Epíclesis y Abnamnesis.
Penitencia Mt 18,18;
Jn 20,23 Obispo y Sacerdote. Penitente. Pecados, imposición de manos. Dios todo poderos que por la muerte y resurrección de tu hijo, reconcilio consigo al mundo y envió al Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda la paz, por el ministerio de la Iglesia.
Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo.
Unción de los Enfermos Mc 6,13;
St 5,14 Obispo y Sacerdote. Enfermo o la persona que lo solicita. Óleo de los enfermos. Por esta Santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el señor con la gracia del espíritu Santo.
Amen.
Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amen
Orden
Sacerdotal 1Tm 1,14; 5 22;2
Tm 1,4;
Jn 20, 23 Obispo. Varón Bautizado. Crisma e imposición de manos. Oración Consecratoria.
Matrimonio Mt 19, 6;
Ef 5, 31-32 Contrayentes. Contrayentes. Consentimiento. Consentimiento.


TALLER NÚMERO 03
Modulo # 2. Bautismo y confirmación

Horizontales
1. Grupo de sacramentos al que pertenecen el Bautismo, la confirmación y la Eucaristía.
2. Signo más importante de la alianza del Antiguo testamento.
3. Que significa bautizar.
4. Una de las prefiguraciones del bautismo en el A.T. según la doctrina de los apóstoles y los padres.
5. El Bautismo perdona los pecados, tanto el original como los actuales y redime todas la penas, por esta razón el bautismo tiene un efecto _______________
6. Rito más practicado en la Iglesia católica para el momento de la ablución.
7. Materia remota del bautismo. Invertido.
8. Que se necesita para que el bautismo sea considerado válido.
9. Nombre del aceite con el que se le unge la frente al bautizado.
10. Nombre dado al aceite con el que se unge el pecho del bautizado como símbolo de la protección de Cristo.
11. Sacramento por el cual se da el espíritu Santo para enraizarnos mas a la filiación Divina.
12. Ministro ordinario del sacramento de la confirmación.
13. palabras de la forma de la confirmación.
14. Si el bautismo es necesario para la salvación, la confirmación es necesaria para llevar una vista cristiana en: _____________.
15. Que confiere la unción del santo Crisma después del bautismo, en la confirmación y en la ordenación.

Verticales
1. Es llamado pórtico de la vida en el Espíritu, el nuevo nacimiento y sacramento de la fe.
2. El hombre siendo a demás espiritual y corporal expresa y percibe las realidades espirituales a través de: ___________________
3. Quien instituyó el bautismo.
4. El bautismo de Juan solamente disponía a la persona para recibirla por medio de la penitencia, pero no la confería.
5. Santo Tomas de Aquino explica que Cristo instituyo el bautismo precisamente cuando fue bautizado por:
6. La materia próxima del bautismo.
7. Rito de Ablución en el cual la persona se moja todo el cuerpo.
8. Nombre dado a la formula del bautismo.
9. El bautismo nos incorpora a Cristo, imprime carácter, nos hace partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo y nos infunde la gracia santificante, por esto se dice que el Bautismo es un sacramento:_________
10. Acontecimiento Bíblico en el que hunde sus raíces el sacramento de la confirmación.
11. Materia del sacramento de la confirmación.
12. Que es lo que se recibe en el sacramento de la confirmación.
13. A que confiere la confirmación crecimiento y profundidad.
14. Sujeto del Sacramento de la confirmación.
15. Ser Crismado equivale a ser:___________

TALLER NÚMERO 03
Modulo # 2.


Nombre:________________________________________________________


5V 15V 8V 13V
5H 7V 12V
2V


6V
1V 4V 4H


7H 12H
3V 6H
1H
9V 3H 11V
10V
8H

14H
9h 14V


10h
15H

11h

2h
13H

TALLER NÚMERO 03
Modulo # 2.
Respuesta


5V 15V 8V 13V
5H P U R I F I C A D O R J 7V C F 12V G
2V U I R O E R
S A N I R S A
I N M S M P C
G 6V E E T U I I
1V 4V N 4H P A S O D E L M A R R O J O O L R A
B G O B B C A I B
A R S L A I T T A
U A Y 7H A U G A U 12H O B I S P O R U U
T C 3V S C T 6H I N F U S I O N I S T
1H I N I C I A C I O N I N A I
S A R M O 9V 3H S U M E R G I R 11V I N S
M I B 10V N S T C T T M
O S O P A 8H M A T E R I A Y F O R M A O A
T L E N I R L
O O N T 14H P L E N I T U D S I
S T 9h C R I S M A M A 14V
E F A B
C I C A
10h O L E O C A T E C U M E N O S I U
15H C O N S A G R A C I O N O T
T D N I
E 11h C O N F I R M A C I O N Z
S R A
2h C I R C U N C I O N D
13H R E C I B E E L D O N D E L E S P I R I T U S A N T O


TALLER NÚMERO 04
Modulo # 3.
Eucaristía.


1. Con sus propias palabras y desde su experiencia personal; ¿Que es la Eucaristía?

2. Desde el Antiguo Testamento se ha podido notar una serie de sacrificios que realizaba el pueblo Judío, en ellos se puede ver unas raíces para el sentido de la Eucaristía, ¿Cuales son esos sacrificios?, explique uno de ellos.

3. Explique las prefiguraciones de la eucaristía en el Antiguo Testamento.

4. De los cuatro relatos de la eucaristía en le nuevo testamento, realzar con uno de ellos una estructura.

5. Que se necesita para que la celebración de la Eucaristía sea válida y que para que sea Lícita.

6. Para que me sirve participar de la Eucaristía.

7. Como explicaría usted que Jesucristo esta realmente presente en su alma, cuerpo y Divinidad en la hostia consagrada.

8. Realiza una estructura de la liturgia de la Eucaristía.

9. Defina: Epíclesis, Anamnesis, sanctus. Rito de comunión. Liturgia de la palabra.

10. Tienes un grupo de niños que se están preparando para recibir el Sacramento de la Eucaristía, has una pequeña catequesis sobre este sacramento.


TALLER NÚMERO 05
Modulo # 4.
Confesión-Unción.

1. Nombre los pasos que se necesitan para realizar una buena confesión.

2. Nombre algunos pecados que el sacerdote no los puede absolver y que corresponden solamente al obispo

3. ¿El sacramento de la confesión se puede sustentar bíblicamente? Explique

4. ¿Cuales son los nombres que se le han dado a lo largo de la historia al sacramento de la penitencia?

5. Nombre la materia y forma del sacramento de la penitencia.

6. ¿Por que es importante confesarme y cómo repercute esto en la comunidad eclesial?

7. ¿En el A.T. como es vista la enfermedad con respecto a Dios?

8. Que diferencia existe entre la extrema unción y la unción de los enfermos planteada en el concilio de Trento y en el concilio Vaticano II.

9. ¿Quien recibe y quien administra este sacramento de la unción de los enfermos?

10. Cuales son los efectos de la celebración del sacramento de la unción de los enfermos.




“LOS SACRAMENTOS SON GRACIAS QUE RECIBO DE PARTE DE DIOS, QUE DEBO TRANSMITIRLAS A LOS DEMÀS”.


TALLER NÚMERO 06
Modulo # 5.
Orden - Matrimonio.

Nombre: _____________________________________________________

1. ¿Que son los sacramentos de servicio?
2. ¿Que es el sacramento del Orden y cuales son sus grados?
3. Jesucristo al elegir sus apóstoles, les confió unos poderes ¿cuales son?
4. ¿Cuales son las condiciones para recibir licita y validamente el sacramento del orden?
5. ¿Cuales son las funciones propias del obispo, sacerdote y diácono?
6. ¿Cuales son las obligaciones de los clérigos?
7. Hable sobre el matrimonio en la nueva alianza.
8. ¿Por qué es importante el consentimiento matrimonial?
9. ¿por qué el matrimonio es indisoluble?
10. ¿Cuales son las ofensas contra el matrimonio?